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—Jack, Martha se queda a dormir— dice Harry abriendo la puerta de su hermano que está sentado en el escritorio.

—Claro, perfecto— dice John sin despegar la vista de su cuaderno.

—¿Qué dibujas?— Pregunta entrando a la habitación y John cierra su cuaderno.

—Solo pensaba en tocar una nueva pieza al piano— murmura ya que, es algo que debería hacer.

—Quieres mi varonil voz ¿no?— Bromea el más joven.

—No, tu voz es menos varonil que la de Jemmy— bromea John levantándose.

—Oye... ¿Sabes que aprendí a tocar?— Dice Harry sentándose en el piano de la habitación, porque, en fin, ricos que tienen un piano en su cuarto.

—Deleita mis odios— bromea John volviendo a sentarse en la silla y después se voltea a ver a su hermano.

—Me sé cinco pentagramas de el Minueto 114 de Bach— Asegura tocando lo que se sabe.

—Entonces ya la tienes casi aprendida— dice John viendo a su hermanito. —Menos mal que ya empiezan a tocar bien.

—James no— bromea Harry levantándose. —Bueno, me voy a comer galletas de chocolate. ¿Quieres?— Dice saliendo de la habitación mientras John va detrás casi escoltando a su hermano.

—Sabes perfectamente que tengo las pruebas de admisión en meses y me estoy cuidando— dice apoyándose en la puerta.

—Lo sé. Llevas preparándote como... meses. Ya me he acostumbrado— asegura yéndose por el pasillo y John se va a tumbarse en la cama. Esta semana parece que no hace nada más.

Tan solo espera a que llegue Martha y contarle todas sus penas a su mejor amiga. También habla un rato con Alexander hasta que sus amigos le llaman a salir de casa, y luego está él, que, tiene todo lo necesario en casa y no necesita salir.

El jardín es tan grande que no necesita salir a un parque, tiene césped, fuentes, árboles, bancos... Bueno, todo lo que quiera en general.

—¡JAAACK! LLEGÓ TU MEJOR AMIGA— grita Martha saltando encima alejando los pensamientos de John. —¿Estás triste?

—No, solo pienso— dice apartando un poco a Martha para levantarse. —Quiero que Will tenga más tiempo para nosotros otra vez. Solo lo veo los sábados al entrenar.

—Pues deja de pensar en eso— murmura Martha golpeándole con una almohada en la cara.

—Estás tú hoy muy graciosa— responde John tirándose encima de ella y quitando la almohada de sus manos.

—Y tú muy dramático. Venga, cuenta, ¿qué pasó con Alexander en el instituto?— Ríe ante la cara de sorpresa de su amigo. —Nene, yo me entero de todo.

—¿A qué te refieres?

—No te hagas el tonto, cuando te dió el abrazo antes de irse.

—Ah... Pues fue porque le ayudé a llevar unos libros a primera hora, creo. O por las galletas del otro día— murmura Laurens viendo que todo coincide en su cabeza.

—Sí, seguro fue por eso. Eres muy bobo— dice Martha viendo el peluche que tiene John sobre la cama. —¿Tío, cuanto hace que tienes al bicho este?

—¡No es un bicho!— Dice tomando el peluche. —Es Nah Nita. Un leopardo muy lindo. Lleva 16 años aquí y me lo llevo hasta la muerte.

—No, ya veo. Lleva aquí toda la vida.

—Ni que tú no durmieses con un dragón de peluche.

—No te metas con Tepa— dice Martha dándole un golpe a John y ambos rien —¡Fiesta de pijamas!— Dice apartando a John de encima. —Pesas mucho— murmura Manning levantándose y yendo al vestidor de Laurens. —¿Dónde tienes la camiseta está azul oscuro con tres estrellas...

El número tres | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora