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—No, Jackie— ríe Hamilton tomando con fuerza el torso de Laurens. —Como nos caigamos del caballo porque estás haciendo el tonto verás

—No nos caeremos— explica tomando la rienda con una mano y hace ir más despacio al animal. —Iremos más despacio entonces. Aunque si tienes miedo estoy aquí— asegura Laurens. —Gracias por ayudarme con la sintaxis.

—No fue nada— dice apoyándose en la espalda del otro que, empieza a regresar hacia la casa. —Me gustan estos pastos para salir a caballo.

—Siento tener que abandonarte, pero sabes que tengo ensayo. Puedes esperarme o regresar más tarde, como quieras. No importa.

—¿Puedo quedarme a verte?— Pregunta acomodando su camisa. Siente que el llevar camisa es influencia de Laurens. Sobretodo ese estilo de camisas y muy basado en el romanticismo. Le queda hermoso.

—Claro— dice de forma agradable bajando del caballo y ayudando a Hamilton aunque es totalmente capaz, pero es un gesto bonito. Deja las riendas en mano de uno de los hombres que trabajan en el hogar y entran juntos de nuevo a la casa. —Vamos a mi cuarto, necesito pillar mis cosas.

Alexander sigue a Laurens bastante contento y ambos de nuevo entran a la habitación. El rubio se dirige al vestidor y busca lo que utilizará hoy. Un mono negro que tiene para ensayar cuando hace más frío y una camiseta. Tampoco es cuestión de pasar mucho frío. —Tienes muchas cosas— dice Alexander mirando todo mientras John sale.

—¿Sabes que tendré que teñirme?— Pregunta Laurens sacando el tema solo por hablar.

—¡Noooo! ¿Por qué? Eres mi rubio— explica Hamilton acercándose a Laurens.

—Porque me escogieron para unas actuaciones y necesitan que tenga el pelo más oscuro.

—Pero tu rubio dorado miel es perfecto. ¿Luego regresará a la normalidad?

—Claro, solo será menos de un mes— afirma yendo hacia su escritorio para recogerse el cabello que cae sobre sus hombros.

—Yo no sé recogerme el pelo casi.

—Yo tampoco— asegura dejando la coleta decentemente hecha. —Date la vuelta

—¿Qué?

—Date la vuelta. Voy a cambiarme— explica el rubio y Hamilton comprende sonrojandose un poco así que, respetando lo que dijo el rubio se queda mirando hacia la pared. Siente algo de tentación por voltear, pero no lo hará. No lo hará. Aunque tampoco debería haber mucho problema, son pareja...

"No, no, no" piensa Hamilton quitando los pensamientos de su cabeza. Levanta un poco la cabeza y encuentra más fotos en un bonito marco metálico que inocentemente refleja algo la espalda del rubio y Hamilton regresa la mirada al suelo algo avergonzado. Alguna vez lo vio cambiarse en los vestuarios del instituto, al menos tres veces por semana, pero esta vez le pidió que no mire, aunque tiene una espalda muy bonita...

—Ya— dice acomodándose un poco mejor el mono de la parte del muslo.

—Te ves realmente bien...— murmura Alexander viendo la ropa ajustada que parece que deja intuir todo, incluso remarca los músculos del rubio.

—Gracias— dice dejándole un beso en la frente y dejando la ropa que antes llevaba puesta de lado. —Eres tan mono cuando quieres.

Laurens abre la puerta de la habitación para ir a un salón donde ensayan y Hamilton se sorprende al verlo descalzo —¿Por qué vas descalzo?

—Me los pondré más tarde. No me apetece. No importa, el suelo está limpio— explica haciendo reír al pelirrojo y justamente Laurens abre aquel enorme lugar.

—Es muy bonito este lugar— asegura Hamilton y Laurens le levanta. —Voy a cambiar a Martha por ti— bromea tomándolo por el aire y dándole un par de vueltas y dejándolo algo apoyado sobre su hombro.

—¡Ey! Cuidado no te hagas daño— dice preocupado el pelirrojo.

—Estoy acostumbrado a levantar gente— asegura tomándolo y dejándolo delicadamente en el suelo.

—Te mueves como si no te implicará ningún esfuerzo... A mí me gusta un montón verte. Es increíble.

—Gracias, pero tú también haces cosas muy hermosas, y escribes muy bonito— dice mientras acaricia la frente del chico.

***

Puede ser que hace de más por él.

—Gabri— dice Kinloch tumbado en el pasto a su lado. —Te ves guapo hoy— asegura el más alto poniendo una mano por dentro de la camiseta del otro.

—¡Dan asco! ¡Dan diabetes!— Grita Jefferson tirandoles una lata vacía que Kinloch aparta.

—Eres tan guapo— afirma masajeando el abdomen del chico. —Gracias por perdonarme. Qué bueno que todo ha regresado a la normalidad.

—Casi todo— murmura aún recordando el incidente que hace que todos le miren.

—Al menos entre lo nuestro. Ahora estamos aquí de nuevo.

—Sí, me alegra, pero me debo marchar. Tengo fútbol americano ahora— explica acomodando su camiseta mientras se incorpora y después deja un beso en los labios de Kinloch.

—Buena suerte, mi amor— dice sin querer soltar la mano y luego se empieza a alejar.

—Te has tomado muy a pecho lo de fingir, eh. Hasta has dejado de salir de fiesta— ríe Reynolds y Kinloch también.

—Sigo saliendo, pero él viene con nostros, no me puedo acostar con cualquiera o él se enfadará y no te compartiré nada más.

***

—¿Dormirán juntos? ¡¿Cómo?! Pero tenemos cuarto de invitados— murmura Henry.

—Sí. Van a dormir juntitos. Mismo cuarto, misma cama. Deja de entrar en pánico cuando Jack duerme con alguien — asegura Eleanor metiendo un par de camisas en el armario de la habitación principal. —Nosotros lo hacíamos.

—Pero era diferente... Jack es mi bebé. Al menos las puertas abiertas las quiero.

—Y yo era la bebé de mi padre. Y tú el del tuyo— asegura la mujer. —Vamos a desearles buenas noches a los niños. Hoy vendrás tú también— explica la mujer tomando a su marido de la mano y empieza a llevarlo por el pasillo. —Buenas noches Harry— dice Eleanor abriendo la primera puerta para encontrarlo ya dormido.

—Es tan adorable...

—Buenas noches chicos— dice Eleanor apoyándose en el marco de la habitación de en frente. —¿Dormirán ya?— Pregunta la mujer.

—Supongo que nos iremos acomodando— dice John mientras se desata la coleta y Alexander asiente.

—Entonces, buenas noches— dicen amablemente los adultos dejando a ambos solos.

—¿Terminas muy cansado?— Pregunta Alexander viendo cómo se quita los zapatos.

—Un poco— hoy trabajó más intenso: hay que impresionar a su pareja. —Pero no pasa nada— explica mientras Alexander se tumba ya en un ladito de la cama aún de espaldas para que llegue el joven después de su ducha y le abrace por la espalda una vez listo para dormir y Alex se da cuenta de que no encuentra la manga de la camiseta del chico y se da la vuelta. —¿Duermes sin camiseta?

—¿Te molesta?— Pregunta y el otro niega enterrando el rostro en su pecho —se me hace más cómodo dormir en ropa interior.

—Yo prefiero los pijamas

—Lo puedo ver— murmura John arropando a Alexander que va con un pijama tipo mono de gato y Alexander le da un beso en el esternón. —Ey... Me haces cosquillas. Verás lo que sin las cosquillas.

Laurens le da un beso pequeñito en la mandíbula y otro en el cuello haciéndolo reír.

—Eres muy hermoso— asegura Hamilton acariciando su hombro. —Te quiero. Buenas noches.

El número tres | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora