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—Jack, Jackie— llama Eleanor intentando despertar al joven que parece estar dormido profundamente.

La mujer se rinde por un momento y abre las cortinas de la habitación. —Buenos días, Jack— dice Eleanor viendo a su hijo que ya abre los ojos. —Son ya las diez de la mañana.

—¿Las diez?— Pregunta levantándose alterado. —¡No sonó la alarma!

—Es sábado. Hoy acuérdate que no tienes polo.— ríe su madre y por un momento John deja ese infarto. —Estás perdido. Solo quería decirte que viene alguien a comer hoy. Así que tendrás que arreglarte.

—¿Qué tan formal?— Pregunta volviéndose a echar a la cama.

—Tú ya lo sabes— dice la mujer con una sonrisa pellizcando una de las mejillas del jovenzuelo. —Mira cuántas mantas tienes en la cama— asegura Eleanor. —Seis mantas y la cubierta.

—Es que comienza a refrescar y no me gusta la calefacción.

—Y con todos los pijamas que tienes, no usas ninguno. Claro que pasas frío yendo por ahí sin camisa y solo con el pantalón—. Bromea la mujer. —Ya verás lo agusto que se está con un pijamita calentito.

—Aiñ— dice John levantándose de nuevo. —Es que me agobian.

—Ya lo sé, me lo has dicho muchas veces— recuerda Eleanor. —Solo quería molestarte un poquito— dice levantándose. —Arréglate. Te espero. Bajamos a desayunar.

—Está bien— dice algo extrañado por el comportamiento de su madre. Normalmente va a por sus hermanos y ayuda a los más pequeños a vestirse. —Mamá... ¿qué sucede?— Pregunta empezando a abrochar su camisa.

—Nada. Solo te despertaste el último.

—Es imposible que no me haya despertado antes que Martha. Ella duerme hasta las tres de la tarde.

Una vez arreglado, bajan al desayuno, pero para la sorpresa de John no hay nadie ahí. —Mamá... ¿Y mis hermanos? ¿Qué está pasando?

—Están con tu padre. En el jardín. Menos Henry que está jugando a la consola— asegura Eleanor poniendo algunos platos sobre la mesa. —Hijo, sienta.

—Mamá... Esto es extraño— asegura acomodando su corbata.

—Solo quiero pasar tiempo contigo, ya te dije— dice Eleanor de forma amable y con su voz dulce.

—Hem... Gracias mamá, pero... Creo que prefiero estar solo— dice tomando el plato que le da su madre. —Mamá, no puedo comer dulce a no ser que...

Sin más, Eleanor corrige a su hijo. —Hoy no importa— asegura la mujer. Ante la mirada de su hijo que parece algo incómodo o desconcertado la mujer termina confesando. —Yo... Me enteré que terminaste con Alex.

John devuelve la mirada a su madre y solo piensa en que su hermano es un traidor. —No me importa demasiado. Ya lo superé, hace un par de semanas de ello. No es importante. Creo que salir con él fue una bobada.

—Podrías haberme dicho y te hubiese ayudado en algo— afirma Elanor y su hijo deja la mirada en el plato.

—He dicho que no importa. ¿Quién vendrá hoy?— Pregunta cambiando de tema.

—Los Manigault. Hace meses que no vienen. ¿Está bien?

John suspira y asiente con la cabeza. Delicadamente, Eleanor le acomoda el cuello de la chaqueta que lleva mal puesta. —Está bien.

***

—¡John!— Dice Francis acercándose a Laurens que estaba en el jardín. Siempre está en aquel jardín paseando. Es una buena forma de esperar la visita. —Tengo algo que decirte— afirma el joven.

El número tres | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora