21

41 6 2
                                        

—Hola, Gabri— dice Alexander viendo al chico sentado en el pasillo en vez de salir al recreo. Hamilton siempre tarda un poco más, en este caso estaba con John. —¿Qué te sucede? ¿Estás triste?

—Me pasó algo muy malo... Muy malo— afirma asustando al pelirrojo que se sienta a su lado.

—¿Qué pasó?

—¿Tú no lo sabes? ¿No te llegó el vídeo? Creo que lo tienen todos— Murmura sin querer juntarse con nadie. Siente que todos le reconocen.

—¿A qué te refieres, Gabri?— Pregunta sentándose para acariciar la melena rubia ceniza del joven de forma amistosa para animar y luego darle circuitos en la espalda.

—Eres el único del grupo que se preocupa por los demás...— Murmura Gabriel. —Los demás son unos traicioneros. Se aprovechan. No tardará en llegarte el vídeo. Sé que Frank debe haberlo compartido, pero no sé quién más lo hizo.

—¿Y por qué no le dices nada? Vi que te abrazó esta mañana— asegura Hamilton sin entender porque se siguen echando caña.

—Él tiene material mío. No quiero más problemas.

—¿Pero? ¿Pero?

—Llevamos juntos desde la pijamada en casa de Thomas.

—Solo hace una semana de eso— explica Alexander.

—Ya... Bueno, le envié cosas y fui un idiota. Lo sé— asegura Gabriel. —Yo no voy a caer tan bajo de publicar sus cosas. Es lógico. Podría hacerlo, todos se mueren por él, aunque seguro a él no le importaría mucho.

—Eso es horrible. Si quieres puedo hablar con él, claro, sin que sepa que hemos hablado. Tal vez te puedo ayudar.

—Soy más que el rollito de una noche, Alex. Él me prometió y cumplió su promesa.

***

—Gabri, ven— pide Kinloch abriendo sus brazos y el chico se dirige hacia él. —Muy bien— dice abrazándolo por la espalda mientras sostiene un cigarrillo en sus manos entrelazadas. Se nota que Gabriel había llorado tras recibir unos comentarios, sin embargo, Francis si se da cuenta. Debe tratarlo bien si quiere que la relación dure algo más. —Lo siento, pequeñajo, solo quería chulearme de tener un novio tan bonito— susurra abrazandolo más fuerte mientras se apoya en la pared. —¿Me perdonas?

—Sí...— murmura dándose la vuelta para mirar al mayor que le da un besito. —Te quiero. Iré a estudiar para el examen...— Murmura separándose y Kinloch asiente.

—Luego nos vemos, pequeñajo— asegura viendo cómo se marcha hasta desaparecer de la vista del grupo.

—¿Cuanto más jugarás a ese juego?— Ríe Jefferson. —Te toca quererlo y da realmente mucho asco.

—Solo hasta que me convenga. No quiero que me denuncie, además, necesito recuperar su confianza porque ciertos idiotas se pasaron compartiendo— asegura Kinloch y en ese momento Alexander piensa en abofetear a Kinloch. —Antes todos los días recibía cositas, pero ayer vosotros compartisteis el vídeo y ya no tenemos nada nuevo. ¿Escucharon?

—Creo que la culpa es tuya. Tú compartiste un vídeo suyo por primera vez. Y si quieres seguir recibiendo cosas para ti no deberías haberle traicionado— murmura Hamilton, James Reynolds ríe ante la cara que le plantó a Kinloch. —Él si te quiere y estás jugando con él. Le estás haciendo daño, y, no creas que va a volver a confiar en ti, y seguramente, querrás cortar con él porque no te aporta nada y te va a denunciar.

—Él cae a mis pies, no importa— asegura Kinloch. —Hace lo que le pida.

***

—Martha, ¿seguro te gusta el chico del fútbol americano? No sé...— dice John mientras se pone sus zapatillas. —Hay unos rumores bien raros sobre él.

—Tal vez no son ciertos. A mí se me hace hermoso— explica Martha calentando un poco los pies. —Lo veo como un pan de Dios. Además, también hay a veces comentarios estúpidos sobre Alex y estás con él.

—Pero no es lo mismo. Con Alex solo se meten a veces son su físico, pero eso es totalmente estúpido.

—Y bueno, no es tan diferente. También se meten con el físico un par de idiotas que se creen mucho por haber visto un video— asegura Martha. —Tal vez estaba ebrio, o Dios sabe que... Pobrecito.

***

—¡Jackie!— Dice Hamilton en la videollamada. —Perdona que te hice esperar unos minutos.

—No importa— asegura Laurens con una sonrisa viendo al pelirrojo.

—Hoy fui a pesarme. ¡He crecido!— Dice ilusionado. —Dos centímetros, y algo de peso.

—¡No sabes cuántoe alegra escuchar eso!— Asegura mientras se peina. —¿Qué tal te fue el examen?

—Muy bien. ¿A ti?

—Excelente. Oye... Creo que Gabriel es amigo tuyo ¿no?— Pregunta Laurens.

—¿Tú también lo sabes? Pobrecito— murmura Hamilton. —Sí, es amigo.

—Ou... Bien. ¿Qué piensas tú?— Pregunta el rubio sosteniendo la liga del pelo con los dientes.

—Qué su "novio" se aprovechó de él. Él está muy enamorado.

—¿Quién es su novio?

—Francis.

—Eso es terrible— murmura Laurens. —Pensé que ese hombre nunca tendría una relación.

—Pero Francis nos contó que solo se está aprovechando de él. Le está arruinando la vida. ¿Tú me harías eso?— Pregunta Hamilton algo triste por su amigo y la situación.

—Nunca te traicionaría así. Aunque ya sabes mi opinión si no hay matrimonio por enmedio. — Explica Laurens. —Así que... Sería imposible tener un vídeo hasta dentro de muchos años.

—Me gusta saber que no me traicionarías. Encima Francis le dijo que piensa en otro mientras hacen... ya sabes.

—Dios Santo... Qué terrible.

—Siento que Gabriel debe buscar a alguien mejor que le ayude a salir de ahí. Un chico o una chica, le gusta todo. Él merece algo como lo de Hale y Tallmadage— murmura Hamilton y justo Laurens tiene una idea relámpago.

—Necesito que me des el número de Gabriel para La Marthita Diosa Misericordiosa— asegura Laurens y Hamilton le mira extrañado. —Martha está enamorada de él desde que le vio en el fútbol americano. Jugaron juntos y está loca.

—Claro, seguro ella le pueda ayudar.

El número tres | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora