—¡Venga, Alex! Tío, llevas demasiado tiempo sin actividad. Ves a un sitio con nosotros— pide Reynolds insistiendo desde hace una hora.
—No sé, tío, pero me preocupa el Francis, eh— dice Madison viendo al chico solo sentado en un banco con las rodillas contra su pecho.
—Se ha metido más de lo que nos metemos normalmente— asegura Jefferson y Alexander solo le da una mirada de lástima. —Casi el doble.
—Eso no es realmente bueno... Parece que está bien— murmura Hamilton. —Deberíamos irnos al entrenamiento— explica el pelirrojo y Francis se pone de pies.
—Cierto, vamos— dice bastante tranquilo y tomando sus cosas.
Ambos se elejan poco a poco del grupo y Alexander mira al chico varias veces. —Me puedes contar lo que te preocupa— asegura el más bajo. —Yo no diré nada.
—No, Alexander. No es necesario. Problemas familiares, lo típico— asegura tomando su cabeza un momento para luego seguir caminando. El joven no está bien. Incluso dice que necesitaba ducharse antes de entrenar, y al final termina mareado arriba del caballo. Se dió un golpe en la frente e hizo un pequeño alboroto.
—William, no te preocupes— dice Kinloch levantándose y tomando un poco la oferta de ayuda a levantarse del pelinegro. —No me hice daño.
—Sonó el golpe terrible— asegura Hamilton bajando del caballo y se le cae su teléfono del bolsillo y Kinloch lo toma para dárselo.
—¿Qué le hiciste a la funda?— Pregunta al devolverle el teléfono.
—Es muy bonita ¿verdad?— Asegura el más bajo y William asiente riendo un poco. Conoce perfectamente que esos mandalas son obra de John. Los dibujaba por todas partes, y ahora en la funda de Alexander.
—Parece que te la hizo John— confiesa William con total inocencia. Él no está actualizado de a quien debe ocultar cierta información.
—¿Es eso cierto?— Pregunta Kinloch y Jackson mira una vez más la funda con un pequeño corazón en la esquina.
—Hombre, no avisar de que están juntos está feo. Qué ya me lo esperaba— bromea Jackson. —Si lo miras como si le fueses a comer vivo a besos. ¿Tú lo conoces Francis?— Pregunta William.
—Claro que lo conozco— susurra tomando su casco algo rencoroso.
***
—Me alegra saber que te fue tan bien con la danza— dice Gabriel sentándose en aquel sofá.
—Hoy fue un día gracioso, John se golpeó bien fuerte, pero fue gracioso. Claro, para mí— bromea Martha sentándose totalmente en el sofá con una comodidad increíble. John le dijo que fuese natural, si le gustaba que no se comporte raro, y que su humor negro era extrañamente divertido.
—Eres la única persona que se acerca a mí después de... Ya sabes. No quiero que lo hagas por pena— asegura Gabriel y Martha niega con la cabeza.
—No es por pena. Me caes bien desde fútbol.— Asegura quitándose los zapatos. —Quítatelos si quieres.
—Creo que ahora se me juntan por pena. Tú, John... No sé— explica el joven y Martha se pega un poco a él. —Dejé hasta de salir con mis amigos.
—Tan solo nos caes bien si no estás con esos. John dice que eres demasiado bueno para estar en ese grupo, como Alexander. Pero ya sabes, son unos melosos asquerosos. Me darán diabetes— bromea Martha un poco intentnado animar el ambiente.
—Por fin encontré quienes son los culpables de que lleve con diabetes toda mi vida— continúa Gabriel riendo un poco.
—¿Tienes diabetes? Lo siento si te ofendió— dice preocupada.
—Sí, pero no me ofende. Estoy acostumbrado a los chistes. Me dan gracia— asegura Gabriel riendo un poco y Martha sonríe al saber que no la ha liado.
***
—No, pero solo es una bromita— asegura Laurens dándole un besito de esquimal al pelirrojo.
—Igual, lleva cuidado— dice Hamilton. —Tal vez te como si haces esa bromita— habla mientras John deja de acorralarlo contra la cama.
—No, por favor— pide sin tono bromista y algo preocupado.
—Ey, ya sé lo que hablamos. No te presionaré, está bien— asegura dejándole un beso en las manos. —Nunca lo haré.
En el fondo, a Hamilton le resuena el pequeño pique matutino con sus amigos. Sabe lo que pensarían de él. Le gusta mucho John, pero él tiene también unas necesidades.
—Está bien. Mejor así. Prefiero tan solo respirar— bromea un poquito tumbandose en la cama. —Te voy a echar de menos.
—Nos vamos a ver mañana a las 7:52, como todos los días— asegura Hamilton y Laurens baja un poco su cara a la del pelirrojo.
—Es demasiado tiempo separados. Nueve horas se me hace eterno— murmura dándole un beso.
—Bueno, me tendré que ir, amor mio— asegura Hamilton intentnado quitar delicadamente a Laurens de encima, pero no puede. Sus fuertes piernas le acorralan y no puede liberarse. —Tengo que ir a dormir a mi casa ya.
—Lo sé.
—Mi madre me está esperando.
—Tú madre está hablando con la mía— asegura intentando convencer al pelirrojo.
Al final, ambos se despidieron y John empieza a alistarse para dormir, hasta qué, Grimké abre la puerta. —Tienes visita.
Antes de que John pueda preguntar, Grimké ya no está, pero Laurens supone que Alex olvida algo.
—¿Adrienne?— Pregunta Laurens viendo a la chica. —¿Qué haces aquí?
—Necesito hablar con alguien— dice la muchacha. —Martha no está disponible.
—Está con Gabriel hoy— dice Laurens dejándola pasar.
—¿Podemos hablar en privado?— Cuestiona sintiéndose algo intimidad ante aquel salón tan grande. En cualquier momento podría aparecer alguien.
Sin más, John la guía hasta su habitación, como es costumbre, y se sienta al revés en la silla del escritorio. —¿Algo grave?
—Sobre Gilbert— murmura la chica. —Sé que ya no te hablas con él, pero fui a verle hace un tiempo. Voy siempre que puedo— explica la joven nerviosamente. —Cambió mucho, ahora es más responsable.
—Eso está bien, supongo. Nunca fue muy responsable. Supongo algo de bien le está haciendo ese lugar— dice Laurens de forma fría. La verdad es que se siente traicionado de que su amigo le haya ocultado tantas cosas que han empezado a ser descubiertas con el tiempo. —¿A qué viene todo este discurso sobre Gilbert?
—Bueno... Yo sé lo que piensas de esto—, murmura la chica —pero no tengo a nadie más. —Estuve con él el mes pasado y bueno... Ya sabes. La cosa es que estoy muy preocupada. No me baja.
—Pues para que estés preocupada al parecer Gilbert no fue tan responsable— afirma John y la muchacha baja la cabeza.
—Estábamos en el centro de menores. No creas que allí te ofrecen tampoco protección.
—Pero ibas a visitar a tu novio también, ¿qué demonios crees que yo puedo hacer?— Pregunta algo incómodo.
—Eres muy grotesco— dice Adrienne empezando una pequeña discusión.
—No lo soy. Tan solo no puedo hacer nada. Además, yo no tengo ni idea. Si no se contienen y van a lo loco creo que sabeís lo que puede pasar— afirma intentando explicar su punto de vista. —Hasta a mí me caen las charlas del instituto cuando no me interesa.
—Bueno, pero en el momento no lo pensé. No pensamos que pasaría nada. Dicen que las probabilidades son muy bajas— explica la joven.
—¿Bajas? Tú has visto a mis padres?
—Pero no creo que nada suceda ¿y tú?
—No tengo ni idea. Creo que simplemente deberías llevar cuidado, porque algún día no quedará solo en un susto y yo no puedo solucionar nada. Háblalo con un adulto, Adrienne.
***
![](https://img.wattpad.com/cover/318030508-288-k356197.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El número tres | Lams
FanfictionUn joven se enamora de un polista católico apasionado por la danza, finamente ambos deciden seguir el destino hasta ver que sucede. Esta es la segunda edición de mi libro (la única que se puede leer actualmente). Cuenta con unas 78.000 palabras.