Alexander ya ha avisado a sus padres dónde estará, y ahora tiene una emoción. Nunca he entrado a un teatro vacío o a las partes de atrás. Le da ilusión que John le haya invitado, para él es un honor ver su actuación. —¿Y qué bailarás hoy?— Pregunta el pelirrojo al rubio.
—Bueno, haremos un par de piezas de El Lago De Los Cisnes. Ese lo llevamos bailando ya mucho tiempo, y, haremos una pieza de Giselle, es que es para una audición. Viene a vernos una mujer importante que está buscando a gente para coger y bueno, eso— explica John abriendo un camerino. —Pasa. Este es mi camerino. Paso aquí más fines de semana que en mi casa.
Le abre al puerta a Alexander para que entre y, ciertamente, se siente honrado. El lugar es enorme. Mucho más grande de lo que esperaba. —Eso se ve importante.
—Lo es. Es muy importante. Tiene que salir bien. Eso espero— asegura mirándose al espejo, aunque, en realidad no importa cómo se vea, tan solo va a ensayar y pasará el día aquí. Luego les traerán comida.
—Tus padres deben estar muy orgullosos de ti— asegura Alexander sentándose en un pequeño sillón que hay ahí, aún se siente agotado después del partido de polo.
—Eso creo...— Murmura. —Ellos están más pendientes de mis hermanos pequeños.— Asegura dejando un par de cosas por la mesa que, se nota que tantas veces está allí que lo tiene bien organizado. Tiene varias fotos colgadas alrededor del espejo y dos cajas sobre la mesa. Ahora tan solo deja un par de cosas más que, seguramente después se llevará. —Están muy ocupados con los entrenamientos de mis hermanos para venir a verme en un día importante— murmura con un poco de rábia.
—Pero seguro ellos se preocupan por ti, seguro— menciona Alex intentando animar.
—Sí... Preocuparse se preocupan, no te lo niego— afirma viendo las fotos pegadas por el espejo y recordando momentos, casi todos estúpidos. —Me gustaría que viniesen algún día. Sobretodo mi padre. Él apenas se ha fijado en mí alguna vez.
Realmente Hamilton no puede entender que es tener diez hermanos, pero intenta ponerse en la piel del chico. Se ve muy bien de espaldas, eso sí.
—Al menos no te abandonó todo el mundo— ríe el pelirrojo recordando su pasado. —Siempre que te sientas como una desgracia piensa que mi padre me abandonó, mis hermanos también, mi madre murió, mi primo... Bueno, sí, que me han adoptado porque tengo una vida muy desgraciada y tengo problemas y no como.
—¿Y ahora eres feliz?— Pregunta Laurens.
—Como no te imaginas.— Asegura levantándose y se empiezan a escuchar golpes en el camerino de al lado a lo que, Hamilton se asusta, pero parece que John lo tiene normalizado. —¿Qué es eso?
—Nah, Martha acomodando sus puntas. Les da contra la pared, las golpea, las pisa las rompe...
—¿Por qué las rompe?— Pregunta Alexander horrorizado.
—Cuando son nuevas están muy duras o algo así. Entonces cada una se las ajusta a su pie. Martha le gusta romper la plantilla de dentro y quitar la mitad, chafar la parte de delante y eso. — Explica Laurens y Alexander parece comprender algo. —Nosotros como no bailamos puntas pues... Nos limitamos a respirar mientras.
Es cierto que muchos chicos bailan puntas, pero, eso sale fuera del ballet clásico. Muchas variantes permiten acrobacias, nuevas poses... Pero, ellos bailan el clásico. Por ende, Marta y John estudian separados en el conservatorio. Mientras las mujeres practican el equilibrio en puntas mayoritariamente, los chicos se centran más en algo como: elasticidad y fuerza.
—¿En serio?— Cuestiona Hamilton.
—Es broma, mientras ellas hacen todo esos nosotros hacemos más cosas a parte de respirar. Nos morimos de calor porque siempre nos tocan aparatosas chaquetas, bueno, y las medias gruesas— bromea Laurens intentando olvidar tontadas que estaba pensando hace unos minutos.

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El número tres | Lams
Fiksi PenggemarUn joven se enamora de un polista católico apasionado por la danza, finamente ambos deciden seguir el destino hasta ver que sucede. Esta es la segunda edición de mi libro (la única que se puede leer actualmente). Cuenta con unas 78.000 palabras.