Capítulo 27 🖇

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Soobin se planteó por primera vez la idea de tener una clínica cuando en una clase su profesora habló acerca de la teoría de la fijación de metas de Locke. Se basa en la autoeficacia, que es la creencia de que lo puedes lograr y a raíz de ese pensamiento ir realizando acciones en base a esa meta planteada lleno de motivación. Como ejercicio tuvo que plantearse una meta que estaba seguro que podía cumplir y diseñar acciones que lo llevarían a ese éxito.

A sus veintiocho años aun conservaba, pegado a la nevera con un imán, el esquema que realizó. En letras grandes y con resultador se leía "Mi propia clínica de atención psicológica". No importaba lo que pasara con su vida, los altos y bajos no paraban sus esfuerzos. Trabajó cada día de su vida para ver su meta cumplida, y al poco tiempo de poder comenzar a verla materializada ocurrió su milagro.

Los milagros no son cosas que le pasen a todo el mundo y no en todas las ocasiones. Los milagros son especiales y regalos divinos. Porque Soobin podía ser un hombre de ciencia, pero creía firmemente que había cosas que la ciencia no podía explicar.

Caminar por los pasillos de lo que pronto sería su clínica lo hacía feliz. Aún sin muebles, sin empleados, sin pacientes, era extremadamente feliz ahí.

— El camino está muy difícil por la lluvia, mayo no es el mejor mes para hacer esto— oyó quejarse a Felix del otro lado de la llamada.

— Lo sé, la estoy viendo desde aquí— colocó su mano en el cristal y sonrió viendo las gotas golpear contra este.

— Ni siquiera sé por qué estoy yendo, soy chef no decorador de interiores.

— Vienes porque eres mi mejor amigo.

— No me moveré hasta que calme un poco la lluvia, ¿está bien? Evitaré un accidente.

— No te preocupes Lix, no me iré de aquí, cuídate — le alentó antes de colgar.

Siguió recorriendo el lugar que pronto sería su consultorio y trató de imaginar como se vería una vez amoblado. Suspiró alegre y decidió volver al ventanal para admirar la vista de Seúl gris.

De repente un ruido lo sobresaltó. Estaba solo allí y al único que esperaba estaba varado por la lluvia. Giró temeroso, pero no vio a nadie en la puerta así que sacudió la cabeza intentando espabilarse.

Decidió salir de allí y explorar más allá aunque se supone que lo haría junto a su mejor amigo.

Gritó asustado cuando, de repente, chocó con algo que parecía haber salido de una de las habitaciones. Cerró los ojos con fuerza esperando lo que fuese a acontecer en ese lugar blanco es inhabilitado. ¿Su último día en la tierra sería en el lugar de sus sueños a un paso de convertirse en realidad? Al menos esperaba que no lo abandonaran y que alguien se hiciera cargo.

De momento una risa se escuchó y sintió una mano despeinar su pelo. Entonces abrió los ojos y frente a él estaba Yeonjun, con una sonrisa.

— No pensé que fuera tan feo— habló por primera vez.— No es que me considere el hombre más guapo del mundo, pero nunca había asustado a alguien— y volvió a reír y Soobin quedó mudo, quizás embelesado en en aquel sonido.

Intentó regular su respiración que se había descontrolado por el susto, y por algo más que odiaba admitir.

Miró a Yeonjun a los ojos mientras hacía respiración profunda acompañado de caricias en sus hombros que no pidió, pero el mayor estaba ahí proporcionándolas.

— ¿Qué hace aquí, hyung?— logró decir por primera vez pasado unos minutos.

— Supongo que lo mismo que tú, ver la obra.

Ese Alguien | YeonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora