Capítulo 31 🖇

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La falta de ejercicio estaba cobrando efecto en el cuerpo de Yeonjun. A sus treinta y un años pasaba todo el día en una oficina o en reuniones, no tenía tiempo ni motivación para pasar por un gimnasio o siquiera correr una hora. El cuerpo de Soobin era delgado, pero aún así le estaba costando sostenerlo. Sin embargo, se obligó a sacar fuerzas con tal de no despertarlo.

Si Soobin abría los ojos se acabaría el momento. No quería eso. Anhelaba darse el lujo de llevarlo a casa en sus brazos como tantas veces antes.

Maniobrando insertó la clave, sostuvo la puerta con el pie para entrar y cerró con él. Cuando escuchó el sonido de bloqueado comenzó a caminar por el lugar.

El familiar olor a café se coló en sus sentidos.

Llevó a Soobin hasta su cama y lo colocó cuidadosamente. Tomó asiento en el borde y lo observó. Las luces que se colaban por las ventanas eran suficientes para poder admirar el rostro tranquilo del menor.

Una mano rebelde se posó en la mejilla del dormido y la acarició. Tuvo que hacer mucho esfuerzo para quitarla de allí y pararse.

Una vez fuera hizo el mismo procedimiento que en la casa de su amigo: buscar un vaso con agua, una pastilla en el botiquín, ponerla al alcance del que dormía e irse.

Hubiese sido un éxito si se hubiera ido. Se distrajo con las fotos que se encontraban colgadas en la pared o las que descansaban en repisas donde lucía siempre un sonriente Soobin solo o acompañado de sus amigos, compañeros de trabajo e incluso de Beomgyu.

Sonrió ante la foto que había tomado en su mano, su hermano recostado del hombro de Soobin y ambos con sonrisas tan grandes que ocultaban sus ojos. Parecían una familia. No podía negar que aún le martirizaba esa idea de que pudieron serlo.

Suspirando dejó la foto en la repisa antes de salir.

— Junie, ¿eres tú?— oyó la voz desde la habitación. Entró en ella y lo vio sentado abultando su labio inferior y con el entrecejo arrugado.— ¿Por qué estabas afuera, Junie?

Esto debía ser un castigo divino, o algo así pensaba Yeonjun. El menor sí estaba pasado de copas, no estaba en sus cabales. Necesitaba convencerse de que no decía eso estando en sus cinco sentidos.

— Te traje de casa de Lix, debes dormir.— susurró empujándolo suavemente para que volviera a acostarse.

Soobin siempre había sido un borracho fácil de cuidar. Lo supo desde la primera vez que estuvo en ese estado porque él había sido su acompañante. Parecía un niño muy pequeño, de esos solo reclaman compañía y un par de canciones de cuna. Nunca lo admitiría en voz alta, pero siempre amó esa faceta de Soobin borracho.

— ¿También fuiste donde Lix?— balbuceó el menor con los ojos cerrados.

— Sí, y te traje para que descansaras. Ahora hazlo— ordenó suavemente Yeonjun.

— Descansa tú también Junie— al parecer quedó dormido nuevamente.

Y Yeonjun pudo haberse ido si su mano no hubiese sido retenida por un Soobin inconsciente. Era obvio que podía deshacerse del agarre, pero no tenía tanta fuerza de voluntad. Resignado se acostó de lado, frente a Soobin, con su mano izquierda aprisionada entre las del menor.

Se permitió descansar, y también a su corazón, porque lo necesitaba.

Al menos intentó obligar a su conciencia a creer que sus deseos eran una necesidad inminente.

Cuando llegó la mañana la alarma biológica de Soobin lo hizo abrir los ojos. Sentía su cabeza martillar con un fuerte dolor.

Sintió la cama moverse y fue entonces que se percató de su situación: Choi Yeonjun estaba en su cama y se estaban tomando de las manos. Extrañamente no se sobresaltó, solo se quedó observando a su mayor dormir. Su respiración calmada, la mueca de sus gruesos labios, sus ojos... ¿abiertos?

Ese Alguien | YeonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora