Acto 11, parte 1: Olores

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-Ay Chile, es que si estas bien pendejo

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-Ay Chile, es que si estas bien pendejo.

México y su hermano ya habían regresado de sus compras. Grande fue su sorpresa descubrir a su padre tirado en el sofá, mirando un partido de futbol, pero solo les dijo que la fabrica le habían dado esa tarde libre.

El chico quimera no le pensó mucho y antes de que su entrometido padre se pusiera a husmear en sus compras, se encerró en su habitación

Sobre el colchón de Perú, que era la cama de debajo de la litera que compartían, había extendido las prendas. A la derecha, estaba una camisa simple de color verde, a la izquierda unos pantalones de mezclilla gruesa, de esos que esperas te duren por tres años y luego, si aún no están tan mal, puedas usarlos los domingos para estar en casa. En la orilla había puesto algunos calcetines y unas playeras de distintos colores.

Y en el centro de la cama, el maldito vestido.

Pese a ser de un tono crema, la prenda parecía un hoyo negro que se chupaba toda su atención, a la par de su seguridad y entereza mental, dejando de él solo duda y pánico.

No se iba a mentir, estaba aterrado de tener algo así.

¿Qué diría su padre? ¿Sus hermanos? Tal vez, podría decir la verdad a medias, que lo tomo en un acto de distracción y que lo iba a devolver, pero Chile termino comprándolo.

"Pendeja serpiente estúpida" pensó con rencor.

Pero... ¿y si no le creían?

Después de todo, estaría mintiendo si dijera que no se lo probo y que no le gusto. México se llevó las manos a la cara, estaba frustrado y se creía un raro por siquiera pensar que esa prenda era linda, cómoda y hecha para él.

Por la virgencita santa, el que fuera un omega no lo hacía una niña. Él era un varón, una quimera macho, un hombrecito... que de pasaba tenía un útero.

Estaba muy confundido ¿Quién era él?

-Oye México-

-¡ESTA CERRADO! ¡TOCA ANTES DE ENTRAR!- ¿qué no le había puesto seguro a la puta puerta? Empujo a Chile antes que este tuviera tiempo de ver lo que había dentro de la habitación y azotó la puerta.

-Uy, perdóname delicadito- el chileno frunció el ceño-. Mira weón, tu ropa si salió algo cara y no soy cuico, así que... ¿Cuándo me la pagarás?

-¿Qué esta pasando aquí?- España había escuchado el altercado y como buen padre decidió intervenir.

-Nada- Chile actuó con calma- Mira México, con papá como testigo, te pido me devuelvas el dinero de las ropas que yo te pague.

-¡NO!- chillo México desde el interior.

-¿Qué? ¿Cómo que no?- pregunto un pasmado chileno.

-¡NO!- volvió a chillar el chico águila serpiente. Después de todo, la culpa de tener una prenda prohibida y de su crisis emocional era del chileno. Sentía que no le debía nada.

Nuestro veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora