Acto 5, primera parte: La segunda impresión

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Third Reich sacudía unos adornos para jardín con aparente calma

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Third Reich sacudía unos adornos para jardín con aparente calma. Se sentía... culpable. El pobre chico no merecía un trato como el de ayer. Le costaba admitirlo, pero ese lagarto tenía razón: había sido su primer día y lo había abandonado a su suerte, era obvio que el pobre no sabría que hacer o como funcionaba el negocio si ni se había molestado en explicárselo.

Aunque también estaba el hecho de que se le estaba generando un gusto culposo al ver a su empleadito temblando de miedo ante su presencia. Le recordaba a sus caóticos días de preparatoria y la nostalgia la hizo sonreír.

La realidad era que ese chico de cabello negro, demasiado largo para su gusto, con cola de reptil y escamas rodeando sus ojos castaños era el cuarto trabajador que contrataba en esa semana. Era triste, pero todos los empleados anteriores terminaban yéndose sin siquiera durar un día, quizás por eso no sintió la molestia de capacitarlo, suponiendo que el chico se iría rápido. Una profecía autocumplida.

Las colegiaturas de Alemania se volvían cada vez más caras, su padre recibía una pensión mínima que gastaba en artículos de infomerciales y todavía tenía que saldar la deuda de la casa. Por fortuna, el negocio estaba creciendo, pero ya no podía darse el lujo de buscar antigüedades, quedarse en la tienda, atender a su padre y estar pendiente de su hijo, simplemente no tenia tiempo. Ser mamá luchona si era un trabajo completo.

Se prometió que sería más paciente con la siguiente persona que contratarán, que sería una mejor mujer, líder y empresaria, una mejor versión de si misma, una más benevolente, tranquila y comprensiva.

-Bu-buenosssss díasss- lo llamo una vocecilla a sus espaldas. El chico serpiente se quedó quieto en medio de la tienda, como un soldadito de plomo. Su jefe lo miro sorprendida. Había vuelto.

-Llegas tarde- y así de rápido cayó por la borda la nueva idea de ser una jefe comprensiva y paciente.

-L-l-l-lo ssssiento- tartamudeo el chileno- esssquí mi papai weón manejai pari il orto y pusssss habi trafico.

Si, cuando Chile estaba nervioso, no podía pronunciar adecuadamente las palabras y siseaba, así que dejo de hablar, con la esperanza de no hacer enojar aún más a su aterradora jefe.

-Pff jajajajaja- la mujer soltó una fuerte carcajada, que sonó más a una ladrido, pero se controló y añadió en tono amenazante: - que no vuelva a pasar o te despido.

-Si señor, digo, señora- Chile respondió como si se tratará de un soldado. Un poco más relajado al verla sonreír.

Esta vez, Third se quedó con el joven para explicarle un poco mejor el funcionamiento de la caja y de la página de internet, le explico que hacer con los pedidos, le mostro donde guardaba las tarjetas con información de los productos, para que las consultara en caso de que viniera un cliente, e instrucciones básicas para mantener limpio el lugar.

Estaba encantada por que el chico regresara, aunque jamás lo admitiría, pues era muy orgullosa, tanto, que preferiría le arrancaran cada diente antes de siquiera agradecer a Chile.

Nuestro veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora