Acto 17, parte 2: ¡Las manos en alto!

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México estaba limpiando las bancas más alejadas del centro comercial, esas que dan a locales cerrados y donde nunca nadie pasa por ahí ni por error

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México estaba limpiando las bancas más alejadas del centro comercial, esas que dan a locales cerrados y donde nunca nadie pasa por ahí ni por error. El omega agitaba sus caderas como Shakira región 4 y mascaba un chicle mientras hacía su labor.

La verdad sea dicha, estaba evitando la zona de comida.

Sentía que no podría volver ahí en la vida, de solo pensar en el abundante olor a papas a la francesa, se le revolvía el estomago y le daban arcadas.

Se llevó la mano a la boca al sentir como la bilis quería salir, el recuerdo del gordo verde, sudado y vomitando le creaba tanto asco para hacerlo vomitar a él también.

-Ese Perú esta loco- murmuró, un poco más controlado. ¡Y él pensando que eran novios!

Para México fue un alivio descubrir que su hermanito no lo había adelantado. La cereza del pastel fue que, al contarle como quedo el americano después de probar su comida, Perú se puso a llorar, sumado además de la santa regañiza que le puso su padre por llevar roedores al restaurante, el niño pasó horas berreando.

Al principio, México se había regodeado con los llantos de su hermano, una macabra y oscura satisfacción de verlo sufrir y saber que no tenía novio, pero cuando se percató de que sus celos lo hacían parecer una hermanastra de Cenicienta, se sintió culpable.

Paso la tarde intentando consolar al pequeño, asegurándole que USA no lo odiaría por darle comida cruda, Argentina y Chile también intentaron consolarlo, incluso las trillizas llegaron a la habitación para acariciarlo y acostarse con él, pero nada funcionaba. Perú estaba inconsolable.

-Pobrecito- soltó México en un susurro compungido pues la imagen de su hermanito con los ojos hinchados y los labios secos de tanto llorar hizo que se le hiciera un nudo en el estómago. Su padre no debió obligarlo a ir a trabajar, si fuera por él, lo habría dejado en la cama, rodeado de sabanas y miles de chocolatitos.

-¿Pobrecito yo? Pero si me siento muy feliz de verte por aquí...

-¡AAAAAHH! ¡Ay Jesús, María y José!- México saltó, voló y se alejo tres metros de quien fuera que le hablo por la espalda.

-Jajaja, perdón por asustarte.

-Ay, eres tú, ho-hola- México aterrizó y se acomodó su cabello, colocando algunos mechones detrás de su oído.

-¿Cómo estas primor?- El pelirrojo 1 se recargó de manera casual en un pilar y le sonrió.

México parpadeo confundido y luego soltó una sonrisa boba que sonaba a un burro con embolia mental.

-Me dijo primor, jejejej, Ejem, di-digo, hola- pero se trató de corregir y actuar como un chico cool- Hace mucho que no te he visto...tú... este...

¿Cuál era su nombre?

-¿Si te acuerdas de quien soy?- preguntó el pelirrojo con una ceja arqueada y un falso gesto de indignación.

-Puff, claro- "Vamos Jimmy, digo, México, piensa, piensa, piensa"- eres el chico guapo, él de esa vez, ¡claro que lo recuerdo! Lo tengo en la punta de lengua.

Nuestro veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora