Acto 16, parte 1: Uno debe hacer lo que uno debe de hacer

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-Y tres

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-Y tres... cuatro- España coloco el último billete sobre la mesa. Argentina, México y Perú eran testigos de cómo el dinero era correctamente contabilizado y medido- Bien, esto cubre la guardería de las niñas y la despensa de la quincena. Bien hecho muchachos- los felicitó.

-A huevo- sonrió México, aunque, en el fondo, quería chillar. Aún no le había confesado a su padre lo sucedido con los soportes, mucho menos que le redujeron la paga por eso. De todo su dinero, apenas le sobraba para un par de chicles.

Por su lado, Argentina suspiró frustrado, mirando su dinero en la mesa y no en su cartera. Si hubiese ganado el maldito bono, otra canción sería.

-¿Lo hice bien? Papá ¿lo hice bien?- en cambio Perú casi brincaba de contento en su silla, pues había sido quién más aportó. De no ser porque sus hermanos mayores lo detuvieron, incluso hubiese dado todo su dinero.

-Muy bien, mi cachorro- España estaba aliviado, pero el sentimiento de culpa no hacía más que crecer, ¿qué clase de padre cobra del dinero de sus hijos? ¿qué clase de alfa es incapaz de proveer por su familia? Se sentía apenado, humillado y asqueado de si mismo.

Entonces se escucho como abrían la puerta del zaguán y en menos de un minuto, Chile hacía su aparición.

-Hola- los saludó con flojera.

-¿Dónde estabas?- preguntó España mirando extrañado el reloj de la cocina, su hijo debió de estar la casa desde hace algún tiempo.

-En el laburo- contestó simple el adolescente y se sentó en la mesa- Esta es mi parte.

-Esto es más de lo que acordamos- la bestia quimera negó con la cabeza y devolvió el exceso.

-¿De donde sacaste tanta plata?- cuestionó Argentina.

-Mi patrona me da un extra por ayudar en las tareas a su hijo- respondió Chile como si no fuera la gran cosa.

-¡Oh! Es cierto- Perú saltó de su asiento y se inclinó en su mochila- La señorita Italia me dio esto, ella dijo que era por ser bueno en mi trabajo- el pequeño sacó un tóper de plástico que contenía una generosa porción de espagueti.

-Ah perro, pues a mí también me invitan la comida- presumió México, no queriendo quedarse atrás-, mi jefecito luego me lleva a las tortas porque sabe que soy el mejor de todos.

Los tres empezaron a vanagloriarse diciendo lo excelentes que eran en sus trabajos, aludiendo que eran parte importante de su "familia" laboral y que era seguro que, sin ellos, los negocios estarían destinados a la quiebra.

-Esperen, esperen, esperen- Argentina, en cambio, estaba incrédulo- ¿Me están diciendo que ganan más solo por trabajar bien?

-Shi- afirmó Perú.

-A huevo- sonrió México.

-Claro, po- aseveró el chileno.

-¡Ja! Por supuesto que no -su padre intervino-. Es porque le caen bien a los jefes, ¿creen que solo por hacer las cosas bien son apreciados? ¡Patrañas! Podéis pasar cumpliendo las malditas normas, entregando los reportes a tiempo y manteniendo la fabrica a flote, para que al siguiente día se deshagan de ti como el mugre peón que sois. ¡Los lamebotas son los únicos que permanecen!- y azotó su puño en la mesa. El impulso fue tan fuerte que sus hijos creyeron que la destruiría.

Nuestro veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora