Acto 11, parte 2: Olores

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El chileno avanzaba con su cola entre las manos y el ceño fruncido

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El chileno avanzaba con su cola entre las manos y el ceño fruncido. ¿La causa de su malestar? Sus hermanos.

Argentina le robo sus supresores y cuando le reclamó, fue golpeado, a lo que su padre, al ver la pelea, les pegó más fuerte "para calmarlos"; Bolivia, Paraguay y Uruguay pensaron que sería divertidísimo despertarlo saltando sobre su cuerpo; y México, por alguna razón, estaba molesto con él, tanto así que no espero que todo su cuerpo estuviera afuera del vehículo para cerrar la puerta.

"Maldito, casi pierdo la cola".

Entonces, Chile tenía un gesto en la cara que gritaba "voy a matar al primero que se me cruce", cosa que en sí no era extrañar, después de todo, la mayoría de los alfas semi bestias tendían a ser más gruñones e irritables que los betas y omegas.

-Buenos días- saludo al llegar, tragándose su mal humor e intentado sonar calmado.

-Llegas tard... justo a tiempo- se corrigió su jefe al ver el reloj.

Chile sonrió a medias, al menos se ahorraría un regaño de Third Reich.

-Hoy recibo unos jarrones de barro irlandés, necesito que despejes el escaparate para poder exhibirlos- ordeno la mujer sin mirarlo-. Imperio Japonés te los traerá como a eso de medio día, si me apuro, regresaré para estar aquí contigo, sino, ayúdalo a ordenar las cosas en lo que llego. Voy atrás, para llevarme unos candelabros, te encargo los quites de la página ¿entendido?

-Si, señora- Su aterradora jefe lo miro con duda- Despejar el escaparate, esperar al señor Imperio Japonés por los jarrones y dar de baja los candelabros- repitió con calma.

-Eso es- la pastor alemán sonrió satisfecha, solo para darle la espalda e ir a la trastienda por los dichosos candelabros. Chile le ayudaría, pero ya se había dado cuenta de que la pequeña y esbelta mujer tenía más fuerza de la que aparentaba, además de ser muy orgullosa. Casi lo muerde cuando intento ayudarla a sostener unas cajas, así que, a no ser que ella lo ordenará, la dejaba ser.

Por otro lado, lo que Chile necesitaba era un poco de actividad física. Se conocía lo suficiente y cuando estaba alterado, solía salir a correr para despejarse. Esperaba que mover, sacudir y reorganizar los adornos lo ayudarían igual.

Empezó por quitar unos feos gnomos de jardín, colocándolos con cuidado en el suelo, cuando el sonido de pasos apresurados lo distrajo. La puerta del local se abrió de un golpe, alertándolo.

-¡N-no le digas nada a mamá!- era el cachorro de su jefa, jadeando y con las mejillas rojas por el ejercicio.

-¿Qué?- pregunto confundido el reptil.

-Por favor- suplico Alemania con las orejas agachadas y juntando sus manitas a modo de plegaría.

El perrito alemán no quería que su mamá, ni su abuelo, se enterarán de que se escapó de Italia y que fue grosero con Chile.

Nuestro veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora