El adolescente de piel serpentina se despertó incluso antes de que sonara su despertador.
Se puso en pie y estiró su espalda, tensado también su cola, para luego expulsar los restos de sueño con un suspiro largo.
-Agh- se quejó, pues no era nada cómodo dormir en el suelo. Envidiaba a su hermano mexicano, quien estaba hecho una bolita, usando sus alas como manta, sobre el único buen sofá de la casa.
No era la primera vez que Chile dormía en la sala, pero si la primera en una superficie dura y fría. Todo por el tema de los celos.
Pese a ser gemelos, con minutos de diferencia, sus celos con los de Argentina eran en fechas distintas. La desventaja principal es que ambos se volvían muy territoriales, al punto en que, un día, Chile casi aventó a su hermano mayor por la ventana de la casa y el otro casi lo apuñala con sus astas.
Desde entonces su padre había instaurado la política de no compartir cuartos durante los celos.
Eso significa que le quedaban otras dos noches en el suelo. Gimió molesto de solo pensarlo.
Si que su familia tenía la peor suerte. Su padre despedido, sus hermanos en celo, no había un aweonado beta y anoche las niñas se habían acabado el cereal.
La cereza sobre el pastel era que él, posiblemente, también formaba parte de las filas de desempleo.
Se rascó la cabeza, forzándose a no pensar en eso.
Chile se dirigió a la cocina, extrañamente vacía, pues a esta hora su padre ya debería estar preparando el desayuno. Un rápido vistazo en el refrigerador, detrás de unas cajas de jugo, le confirmo la falta de algunas latas de cerveza.
Su padre solía esconder su "bebida de adulto" ahí, creyendo que ninguno se daba cuenta de su existencia y lo mejor es que no se percataba cuando una faltaba.
El chileno sonrió al recordar su "primera borrachera" con sus hermanos. Bebieron entre todos una lata del amargo brebaje y se creyeron muy adultos por sentirse mareados.
Tal vez, España no había tomado del todo bien su despido y no quería verse tan angustiado frente a ellos. Quizás, la bebida lo ayudó a dormirse y por eso seguía en la cama.
Aun si el clima era templado, por ser verano, la cocina se sentía extrañamente fría. No era normal que los sartenes y ollas estuviesen tan silenciosas, tampoco que la mesa se viera desolada. Si, su padre gritaba mucho y se quejaba, pero siempre era el primero en levantarse y cocinar.
Sus tripas gruñeron, suspiro y se puso manos a la obra. Encontró algunos huevos y los lavó, para luego buscar un tazón y estrellarlos. Luego encendió una hornilla y vació el aceite en un sartén algo grande. Lo dejo cocinar hasta que el huevo paso de liquido a solido y lo repartió en ocho platos. También cortó algunas manzanas y hasta preparó ocho vasos de leche. No era un desayuno tan abundante como su padre suele preparar, pero por algo se iniciaba.
Miro sus manos, sus dedos tenían algunos cortes, pero superficiales. Miró el reloj y decidió comer antes de irse.
Bueno, siendo mitad serpiente, más bien engullo todo, no había necesidad de masticar, y se fue corriendo a la parada del autobús.
Chile llegó muy temprano al centro comercial. Su plan era sencillo, explicaría que sus hermanos estaban en celo y que tuvo que ayudarlos, por eso se había retirado. Llevaba los certificados del doctor, pues España llamó a uno, y los ocuparía para validar su historia.
La señora Third Reich no podría decirla nada si tenía evidencias, ¿no? Es más, si la weona lo despedía de verdad, aprovecharía el día para buscar otro empleo, uno con más paga, y, de paso, le diría todas sus verdades a la vieja gruñona.
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Nuestro verano
Hayran KurguLos cuatro hijos mayores de papi luchon España: Argentina, Chile, México y Perú, se las verán negras cuando empiecen a trabajar, todo para ganar unos centavos y ahorrar para cuando sean libres e independientes, claro, si papi luchon no les mina sus...