capítulo 2

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El despertador sonó a las 8 de la mañana, Alicia no había dormido en toda la noche, le dolía muchísimo la cabeza y sentía miedo de aquel hombre que vió desde su ventana.
Levantándose para preparar las cosas para llevar a Victoria al colegio, se dispuso a mirar por la ventana. Allí no había nadie, abrió las ventanas y mirando a lo largo de la calle no vio nada extraño.

-Victoria levanta ya sino llegaremos tarde- le dijo Alicia quitándole la sábana a su hija.

La pequeña se levantó y  frotándose los ojos se fue a desayunar.

Mientras tomaban el desayuno el móvil de Alicia sonó, pero no el móvil que tenía encima de la mesa, para su sorpresa era su antiguo móvil el cual tenía guardado en un cajón.

-mierda! Gritó Alicia para rápidamente correr a coger el teléfono ¿Que cojones hacia encendido? Ella recordaba perfectamente haberlo apagado para evitar que la rastrearan.

Leyó el identificador de llamadas y soltó una lágrima al ver que era su madre quien la llamaba, nunca habían tenido una buena relación. Alicia sintió rabia al ver que la llamaba justo ahora cuando ni siquiera quiso ayudarla con el embarazo, al enterarse de que estaba torturando a Aníbal Cortés, su madre la dejó de lado sin preocuparse por ella o por Victoria creyendo todo lo que Tamayo inventó de ella.

Alicia tragó saliva y furiosa colocó el teléfono en el suelo y lo machacó fuertemente con la pata de la silla varias veces, estaba fuera de sí y muy aturdida. Violentamente golpeaba el móvil una y otra vez con ímpetu hasta dejar el teléfono hecho trizas.

Colocándose el pelo e intentando controlar su agitada respiración, volteó su mirada hacia victoria y al ver la cara de susto de su hija rápidamente se arrepintió de haber reaccionado así delante de ella

-Victoria cariño...- dijo Alicia mientras le tocó el brazo pero la niña se echó hacia atrás.

Alicia soltó aire, le dolió el rechazo de su hija y sabía que había una cosa que estaba perdiendo, la paciencia.

-vete a vestirte- le ordenó de forma tajante

La pequeña obedeció rápidamente y se dispuso a vestirse.

Después de dejar a su hija en el colegio, no podía volver a casa, odiaba cuando estaba sola en su casa sin nadie con quién pasar el rato. Paró en un bar a tomarse una taza caliente de un té turco exquisito aunque echaba de menos tomarse una buena taza de café en pleno centro de Madrid.

Se sentó en la barra y mirando hacia los lados sentía algo extraño. Echando la mano al bolso comprobó que llevaba su arma. Sus ojos estaban llorosos, notaba un nudo en la garganta que le ahogaba y sentía como poco a poco un dolor se extendía por todo su pecho, la vida de fugitiva le estaba causando muchos estragos.

Un hombre se sentó a su lado en la barra con el pelo largo y unas pintas algo raras.

-¿me pasa ese periódico porfavor? Le preguntó aquel hombre sin dejar de mirar al frente.

Alicia tomó el periódico que había encima de la barra y se lo acercó,sin prestarle mucha atención.

Volvió a sus pensamientos y dos lágrimas rodaron por sus mejillas  agachando la cabeza para evitar que alguien la viese llorar.

-no te voy a dejar caer- Le dijo él mientras leía el periódico.

Alicia levantó su cabeza rápidamente y volteó la mirada hacia aquel hombre. Lo tomó por el brazo y Sergio la miró. A ella le costó reconocerlo.

-¿Eres tú?- preguntó ella
-bueno algo más cambiado y con otro estilo pero si, soy yo- le contestó Sergio.

Alicia se quedó mirandolo de arriba abajo sin poder creer que aquel hombre que tenía enfrente fuese el profesor

-¿Porque llevas esas pintas? ¿Ya estamos con los disfraces? ¿Y estás bebiendo alcohol a las 10 de la mañana?- le preguntó ella

Sergio siguió bebiendo sin contestarle apartando la mirada de Alicia y ella incrédula de lo que veía soltó un bufido de risa.

Sergio se bebió el tequila de un trago y dejándolo pagado se puso enfrente de Alicia con cara seria, ambos estuvieron unos segundos mirándose fijamente aunque Alicia sabía perfectamente que Sergio le iba a echar una bronca.

Ven aqui- le ordenó mientras la obligaba a salir del bar cogida fuertemente del brazo

-Pero que te pasa imbécil, suéltame-se quejó Alicia.

-¿Se puede saber que haces aquí Lucía? Le preguntó enfadado Sergio, llamándola por el que ahora era su nombre en el DNI.

- pues lo mismo que tú, esconderme-le contestó ella para darse la vuelta y seguir caminando.

- te di unas coordenadas para que tú y tu hija estuvieseis a salvo, te tendrías que haber quedado en la ciudad que te dije-le dijo él en un tono fuerte mientras caminaba detrás de ella.

- basta!- le interrumpió ella dándose la vuelta.
- Si vine aquí es porque estoy  mil veces mejor en una cuidad como ésta que en Ámsterdam vale? Allí no estábamos bien Sergio- le dijo ella poniéndose enfrente mirándolo fijamente.

- pero allí tenías tú transportador Alicia maldita sea me debiste haber avisado- le dijo con rabia.
Alicia se volteó sin contestar y siguió caminando, haciendo caso omiso al profesor no paraba de pensar en lo cansada que estaba de llevar una vida de esa manera y Sergio cansado de que ella no le escuchará la volteó colocándola muy cerca de él, tanto que sus alientos se mezclaban.
-¿Por qué estabas llorando en el bar? Le preguntó Sergio

Alicia resopló

-¿Desde cuándo te tengo que dar explicaciones? Contestó ella de mala gana.

-olvidame que me has visto Sergio, no soy tu amiga- le dijo ella para después deshacerse de su agarre.

-toma- le dijo el profesor sacando una tarjeta del bolsillo de su pantalón.

-¿Que es eso?-

-es la dirección donde me estoy alojando, si necesitáis algo no dudes en acudir a mí- le dijo Sergio.

Alicia no dijo nada y mirándolo agachó su cabeza y acercándose a él le agradeció.

-gracias- le dijo ella

El profesor hizo un gesto con la cabeza y se quedaron mirando el uno al otro.

-¿sabes qué? Afeitate, no te pega el rollo barba- le dijo Alicia y ambos rieron.

Ella se giró y siguió su camino mientras que Sergio se quedó observándola según se alejaba.

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Caminando hacia la salida del colegio para buscar a su hija pensaba en lo cambiado que estaba Sergio, algo le decía que no le había ido demasiado bien en su vida después del atraco.
Mientras esperaba a que su hija saliese, hechó un vistazo alrededor y notó como un hombre corpulento se le quedaba mirando fijamente. Sentía miedo, ya era normal sentir miedo en todos los lados, sentía que deliraba y ya llegaba a ser algo desquiciante.

Victoria y ella fueron hacia casa, por el camino la niña le iba contando todo lo que hizo durante la mañana con una sonrisa y su madre estaba feliz de escucharla.

Un atraco al deseo (Sergio Marquina Y Alicia Sierra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora