capítulo 1

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Era un día corriente y aburrido aún estando en la hermosa ciudad de Estambul, por lo menos para él, no toleraba la vida corriente y mediocre y mucho menos las rutinas de la gente media: ir a trabajar, comer con la familia los domingos, pasear al perro.... Sentía el corazón vacío desde que Raquel le dejó, su aspecto era muy distinto a tal y como lo conocían, tenia el pelo largo y se había dejado barba aparte de que ya no se ponía gafas,ropa holgada y zapatos de alpargata despistaban bastante. Debido al desamor de perder a Raquel decidió volver a la frialdad y la seriedad que siempre lo había caracterizado, personalidad típica de un bibliotecario aburrido como solía decirle su hermano Andrés.
Paseando por el mercadillo de Estumbul con un cigarro en la mano miraba todo con cada detalle. Con el cigarrillo a medio fumar se quedó mirando desde lejos un puesto de pendientes y collares artesanales, una esmeralda adornaba el cuello de aquella mujer la cual estaba probándose un collar. Llevaba su pelo tapado con un hermoso pañuelo de color rojo el cual se confundía con algunos mechones rojos que se quedaban a la vista.
Llevaba unas gafas de sol y un vestido ajustado negro, aún pasado algunos años Sergio la reconoció inmediatamente, le sorprendió que estuviese en Estambul y se quedó mirándo desde lejos a esa mujer pelirroja que una vez fue un tremendo dolor de cabeza en sus planes.

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Los pies le dolían con aquellos tacones negros, hacía demasiada calor y necesitaba llegar a casa ya mismo. Compró un bello abanico para quitarse un poco la calor que tenía. Había recorrido ya medio mercadillo y estaba bastante cansada, se paró y dejando las bolsas de fruta en el suelo vió en un puesto un bello collar con una esmeralda de color verde y le llamó la atención.
Colocándosela en el cuello no se resistió a comprarla.
Caminando hacia su casa pensaba en cómo se pondría de contenta Victoria con el vestido que le había comprado.
En paso firme sus tacones resonaban por aquella calle poco transitada. Se tensó por completo cuando sintió que le estaban siguiendo, aterrada, se desvió del camino y tomó otra calle aligerando el paso. Para hacer tiempo y disimular paró en un puesto de hojaldres dulces típicos de allí y compró dos. Miraba por los alrededores y no veía a nadie, pensó que el calor la estaba volviendo loca, no podía seguir así, cada rato se preocupaba por qué no la reconocieran después de ser la más buscada tras ayudar a la banda con el atraco al banco de España, ya que ella no contaba con la carta de haber fingido su muerte. En cada lugar que iba intentaba ser lo más cautelosa posible pero estaba cansada de eso, de no poder salir libremente con su pequeña sin preocuparse por si la policía ha dado con ella o no.

Llegó a su casa y su hija estaba jugando con la niñera que Alicia había contratado aunque solo venía dos veces a la semana ya que Alicia siempre pasaba gran parte del día con su hija.
La pequeña que ya tenía 5 años se echó a los brazos de su mamá al verla entrar en casa y dándole un beso en la frente, Alicia le enseñó el vestido que le había comprado.
La niña rápidamente se lo puso lo que le causó risa a ambas.

-Puedes irte Nazira, ya me quedó yo con la niña, si necesito que vengas te llamaré- le dijo Alicia a la otra mujer

La niñera se despidió de la niña y se fue quedándose Alicia con su hija comiendo los dulces que había comprado.

-¿Que hiciste en el colegio cariño?- le preguntó a la pequeña la cual estaba feliz comiendo.

-hicimos dibujos de animales y la profe me dió una piruleta- le contestó la niña sin dejar de comer el hojaldre.

-que bien cariño, vete a lavarte los dientes y hacer los deberes cuando termines- ordenó su madre

La niña asintió con la cabeza y obedeciendo a su madre fue al baño.

Su pequeña le hacia feliz aun así sentía el aburrimiento y añoraba el ser policía, la adrenalina de su trabajo y en tener una vida normal con su hija sin vivir bajo identidades falsas.
Había caído la noche, Victoria dormía plácidamente en su cama y Alicia en su frustración por lo que sentía, se bebió algunas copas de vino. Algo acalorada por el alcohol se lavó la cara con agua fría. Se dirigía a su habitación a dormir cuando desde la ventana, con la tenue luz de la luna, vió la silueta de un hombre que vigilaba desde abajo sin desviar la mirada de su ventana. Ella disimuló no haberlo visto y lentamente para no alarmar a aquel misterioso hombre, se dirigió hasta el armario para coger su arma y se la colocó en la goma del pantalón corto que llevaba, aseguró las puertas y ventanas y se metió al cuarto de su hija armada esperando a que a cualquier hora de la madrugada ese hombre irrumpiese en su casa.

Un atraco al deseo (Sergio Marquina Y Alicia Sierra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora