Capítulo 21.

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Una de las cosas que siempre había querido hacer pero jamás tuve la oportunidad, era conocer el mar. La playa estaba tan cerca de nosotros pero nunca había podido visitarla. Le pedía a la abuela un viaje corto de un día, al menos por una vez. Pero ella ya no estaba en condiciones de salir, y yo no tenía con quien. Era hijo único, siendo cuidado por una persona de tercera edad.

Así que se me vino una idea increíble a la cabeza. Ahora si tenia a alguien con quien ir. ¿Pero esa persona me diría que si?

Comenzó a llover y me pedí internamente no tener alguno de mis ataques. Jeno me miraba expectante, tratándose las palabras que seguramente quería hacerme saber, pero yo no lo escuchaba. La lluvia comenzó a golpear las ventanas, causando pequeños estruendos en el interior de la vivienda. Corrí al baño, intentando evitar el llanto que amenazaba con salir, las lágrimas se me retenían inconscientemente, como si mi cuerpo ya conociera la reacción.

Escuché la voz de Jeno a la lejanía, preguntándome que ocurría y la razón del por qué había salido corriendo. Empapé mi rostro con agua fría, bebiendo de ella también, esperando que la tormenta se pudiera ir para por fin poder ver el sol.

Jeno dejó de insistir después de un rato, y lo agradecí. Odiaría tener que darle respuestas que ni yo mismo tenía idea de dónde sacar. Él parecía entenderlo. Jeno era una persona que te apoyaba o consolaba en silencio, no preguntaba algo que no le correspondía.

La razón del por qué una parte de mi subconsciente reaccionaba de esa manera por la lluvia, era una de las tantas preguntas que rondaban por mi cabeza desde los quince. Eran tantas cosas que quisiera saber pero puede que aún no esté preparado para ello. Y una parte de mi lo sabía, pero la otra necesitaba saberlo todo. Tal vez era egoísta, pero a veces ser egoísta es necesario.

Me miré en el espejo, mi rostro lleno de
pesadumbre como si alguien acabara de haber muerto. Pero se sentía parecido, era extraño e incontrolable. Mojé también el flequillo de mi cabello como si acabara de darme un baño, Jeno se preguntaría si había sacado la cabeza hacia afuera de la ventana. Noté también el sonrojo de mis mejillas, había olvidado completamente las palabras que habían salido de mi boca hace a penas unos minutos atrás. Me acuné las mejillas con las manos, ocultando la tonalidad opaca de ellas.

Dejé salir un largo suspiro, lamentándome por ser tan desvergonzado, ¿Qué le diría ahora? ¿Cómo se me pudo ocurrir algo así? Jeno debe pensar que soy un pervertido sin vergüenza. Negué con mi cabeza un par de veces, para sacar esas ideas dolorosas de mi mente. El hecho de que Jeno pensara de mi atrocidades, me revolvía el estómago.

Me quedé contemplando algunos minutos las gotas cristalinas descendiendo por la ventana del baño, escuchando el golpeteo de estas y las pisadas de Jeno en el exterior. Un nudo se había acumulado en mi garganta, sin poder creer que cosas así solo me ocurrieran a mi. La mala suerte era mi mejor amiga. No podía pasar toda la maldita tarde encerrado al lado de un inodoro, debía salir en algún momento pero no quería afrontar la situación.

La primera opción era: Quedarme encerrado y beber por los próximos días del retrete del baño, o la segunda, en donde simplemente salía e ignoraba la mirada de Jeno como siempre hacía. Claramente me fui por la tercera opción, una que a penas inventé.

Salí de baño con la cabeza gacha, asegurando de llegar sano y salvo al sofá de la sala de estar, divisé las piernas de Jeno frente a mi, pero intenté pasar por el lado sin querer estorbarlo. Me tomó de los hombros, dándome la vuelta y quedando plasmado frente a él. Cerré los ojos instantáneamente, evitando su mirada como si se tratara de la mismísima reencarnación de medusa. Apreté los labios con fuerza y levanté los hombros, quedando casi sin cuello a lo que me avergoncé al pasar unos segundos, los bajé.

Black - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora