Capítulo 19.

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Si algún día me preguntaran a que sabe el amor, yo respondería a chocolate. ¿Puede existir algo más bueno que eso?

Desde pequeño que lo que más amaba hacer, era visitar las tiendas de convivencia para pedirle a la abuela que me comprara un chocolate. Y es que no importa la edad que tenga, el dulce es algo que jamás podría dejar de gustarte.

La abuela decía que me saldrían caries y se me caerían los dientes, pero en realidad eso era lo de menos. El sabor del chocolate derritiéndose en tu boca era tan placentero. Podría comer una docena y salir rodando, pero no importaba.

Incluso era eso lo que ayudaba a calmar mi ansiedad más que un vaso con agua, se lo había contado al doctor Kim, aunque parecía ser inmune a cualquiera de mis súplicas. Me senté frente a él, con las piernas estiradas y las manos apoyadas en el reposa brazos. Era inevitable no sentirme encerrado cada vez que venía, y también era imposible no mirar la hora en el reloj cada que podía.

— ¿Has estado ocupado con tus estudios?

Mentiría si dijera que si, pero en realidad mi mayor "ocupación " llevaba el nombre de Jeno.

— He estado un poco alejado de eso últimamente. — admití.

Sé que dije que no veía la hora de ver a mi psicólogo porque me encontraba demasiado estresado, y no puedo negarme en estos momentos, aunque lo único que quisiera era salir corriendo.

— ¿En qué piensas? — me preguntó. Sus gafas se mantenían en el tabique de su nariz y cada tanto se las tiraba hacia arriba. Me tenía embobado ese movimiento.

— Sólo estoy esperando que pasen los trece días para realizar el examen. — esa era mi mayor preocupación. Fallar. — Estoy asustado, en realidad.

— ¿Miedo al fracaso? — asentí. — ¿Cómo crees que podrás superar eso?

— Creyendo más en mi. — el amor propio no era algo que me hiciera demasiada falta, aunque a veces confundo el ego con quererme a mi mismo.

El doctor Kim dejó su libreta de lado para poder tomar toda la atención en mi. Se inclinó sobre sus rodillas, posando sus ojos en los míos y analizando cada pestañeo que realizaba.

— ¿Qué has estado haciendo estos días?

Jugar al detective.

He pasado tiempo con alguien...

— ¿Un amigo?

— Si. — contesté de inmediato. — Es un amigo.

Repiqueteó el dedo índice contra sus labios, acariciando la textura y sin despegar los ojos de mi, me dijo:

— No has estado tomando los medicamentos. — casi lo afirmó, sin darme el permiso de contestar o negar. — ¿Por qué presiento que has estado teniendo más episodios de lo normal?

Tragué saliva. Este no era el tipo de conversación que quería tener.

Y es que me causaba incomodidad la manera en la que sus ojos se paseaban por mi cuerpo entero, como si esperara mi reacción porque lo único que deseaba era salir corriendo.

¿Qué debería contar primero?

— Han sucedido... muchas cosas — comencé. — el clima no ha estado ayudando y la asfixia ha incrementado.

— ¿Las crisis de ansiedad? — asentí.

— En realidad de las dos. No puedo dejar de pensar que... tal vez la sangre es mi peor enemigo. — recordé a Jeno rodeando mi dedo con sus labios y me sonrojé. Incluso más de lo habitual. Pero, he sabido controlarlo.

Black - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora