Capítulo 3.

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Esa mañana me había levantado con un leve dolor en los brazos. Tener levantado ese cartel por más de una hora, era la clara consecuencia de no tener actividad física jamás en la vida. Le había pedido a la abuela salir a dar un pequeño paseo por el parque, el clima estaba lo suficientemente relajante como para desperdiciarlo. Habíamos desayunado y salido después de diez minutos de reposo, la abuela me tenía afirmado del brazo y sonreí por inercia.

— Abuela. — ella me miró de reojo. — Creo que hice algo bueno — en realidad estaba bastante orgulloso. — ayer. Tomé tu consejo, creo que salió bien.

— ¿Esa persona lo valoró?

— No estoy seguro...

Le tenía demasiada confianza como para no contarle algo así a ella.

— Incluso llegué tarde a casa, pero no me agradeció. — mentiría si dijese que no estaba molesto, porque si lo estaba.

— Todos reaccionamos de forma distinta. — asentí. — Hacer un buen acto, tiene que enorgullecernos a nosotros mismos, no a los demás.

La abuela era como mi segunda psicóloga. Ya que yo ya tenía uno.

Recordando, tenía la siguiente cita en una semana más. Faltaba bastante tiempo, pero mi cuerpo entero temblaba solo de recordarlo.

Esa mañana, el parque estaba bastante tranquilo, siempre era lo mismo. Niños jugando, personas paseando perros o incluso amigos conversando sentados en el pasto. Quise convertirme en un ave en ese momento.

Siempre quise volar. Y de forma no retórica.

— Abuela, ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Por supuesto. — le sonreí por ello.

— ¿Ha sido difícil cuidar de mi?

— Si.

No me esperaba esa respuesta.

— Pero nada de lo que me arrepienta. — sonreí satisfecho y apoyé mi cabeza en su hombro mientras seguíamos nuestro camino.

Si algo le llegase a suceder a la abuela, dudo poder vivir con eso.

Dependo emocionalmente de ella, y si algo así llegara a pasar, deberé encontrar a otra persona en quien refugiarme y de quien depender, no puedo por mi cuenta. Soy débil en realidad. Dependo de los demás porque solo, no me siento lo suficientemente listo y preparado. Esos son uno de los temas de los que hablo con mi psicólogo. Aunque no siento que me haya ayudado demasiado, creo que son inútiles. Pero lo hago por la abuela.

Cuando pasamos por la estación de policías, sonreí internamente al notar que ya no se encontraba ahí. Deseé no verlo, soy sincero.

Le pedí a la abuela pasar por la tienda de convivencia y comprar algunas golosinas. Me miró con una mueca en el rostro pero la ignoré.

— Abuela, ¿Quieres helado? — pregunté mientras sacaba uno de crema de la heladera.

— ¿Helado? Jaemin, son las once de la mañana. — levanté los hombros con indiferencia. — Pero si, uno de frambuesa. — me reí un poco, haciendo que la abuela me golpeara levemente en la espalda. Solté un quejido.

Caminé hacia la zona de higiene para poder comprar unos cepillos dentales que ya se estaban gastando. Observé algunos cajitas de curitas que se encontraban a los costados, no pude evitar recordarlo.

Cuando salimos de la tienda, la abuela se encontraba bastante feliz comiendo de su helado. Me gustaría tener días como estos todo el año. Aunque pronto entraría a la universidad, me partía el alma saber en debería dejarla en cualquier momento. Intentaba no hablar de eso con ella, pero siempre sacaba el tema y yo omitía algunos comentarios para no hacerle preocupar, a pesar de que ella lo único que quería era que me fuera.

Black - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora