Capítulo 4.

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— ¿Cómo te has sentido últimamente? — desearía no estar aquí en estos momentos. — ¿Han regresado los episodios?

Tomé una gran bocanada de aire antes de responder. Me miré las manos que descansaban en la calidez de mi regazo, apreté la tela de los pantalones, evitando su potente e inquisidora mirada.

— A veces simplemente me siento... poseído. — el hombre frente a mi levantó una ceja. — No, quiero decir... no realmente poseído por un demonio, si no por un otro yo. Siento que no me pertenezco.

Escribió algunas cosas en su cuadernillo antes de mirarme.

— ¿No te has podido expresar con tu abuela sobre esto?

— Siento miedo. — miraba continuamente la hora en el reloj de la pared, escuchando el tic tac y esperando que la flechita se diríjase al número 13. — De que ella también me tema a mi.

— ¿Te das miedo? — asentí.

Habían pasado más de dos meses sin ningún episodio paranoico, pero la verdad es que he estado omitiendo algo de información. Me dolía la cabeza cada vez que intentaba hablar con mi abuela del tema.

El psicólogo me miraba sin ninguna expresión en su rostro, que por un instante me hizo pensar que tal vez crea que estoy loco.

— Tú problema, ¿Lo ves como un obstáculo en tu vida?

— Creo que... aunque quisiera, siempre habrá algo que me hará recordar el pasado. Y me duele. — contesté sin pensármelo dos veces.

— ¿Dónde te duele? ¿Te duele que te juzguen o podrían juzgarte?

— No, — negué con la cabeza, sintiendo mi mundo dar vueltas. — me duele la cabeza.

Me desesperaba el hecho de que cada vez que le respondía, escribiese en su libreta como si estuviera escribiendo una maldición. Solo quería que la hora se acabase y llegara a su fin, seguir preparándome para el examen y obtener la mejor calificación.

Las paredes cada vez me aprisionaban más. Me sentía asfixiado.

— ¿Qué tipo de dolor es? — me preguntó con interés.

— Cada vez que intento recordar algo, me duele — señalé mi sien. — aquí.

El me asintió, estando de acuerdo o quizás entendiendo lo que trataba de explicar. Sólo quería que ni se burlara, pero los psicólogos no hacen eso, ¿Verdad?

— Tu abuela intenta protegerte, ¿Lo sabes? — asentí con lentitud. — Debes darte tiempo. ¿Estás tomándote los medicamentos que te recetaron?

Mentiría si dijera que si. Las pastillas me volvían aún peor.

— Algunas... — comenté en un susurro.

— ¿Por qué? Te deberían ayudar a sentirte mejor. Es para controlar el trastor-

Eran las 13 por fin. El momento que tanto había esperado de piernas temblorosas, había llegado.

Me levanté de golpe del asiento, recibiendo una mirada de parte de él. Le miré por última vez y le dediqué una reverencia. Nos veríamos de nuevo en un mes.

— Jaemin. — me llamó, logrando que me detuviera en el marco de la puerta. — Recuerda tomar los medicamentos. No podemos ayudarte si no lo haces.

Lo miré por encima de mi hombro, mordiendo mi labio inferior, manteniéndolo preso en mis dientes.

Salí de la oficina sin mirar atrás ni una sola vez. La última vez que había estado aquí, había tenido un ataque de pánico horrible. No quería que volviese a suceder, agradecía que no me hiciera muchas preguntas o se volvería a repetir.

Black - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora