Capítulo 12

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Lo miré.

-¿qué? Claro que no, sólo me mareé un poco- me removí en mi asiento. Y regresé mi mirada a mi comida.

Samuel me miró. Suspiró y con una lentitud espeluznante tomó mi mano. Lo miré, pidiendo a gritos que me explicara el por qué de su gesto. Estaba sin palabras atónica. Mis ojos comenzaron a llenarse de lagrimas. ¿qué demonios había pasado aquí?

Acarició lentamente cada uno de mis dedos de mi mano derecha. Desvié un poco mi mirada hacia la ventana, y ya no había nadie. Solté el aire, que sin darme cuenta estaba retenido en mis pulmones.

-No me engañas, Anna. Sólo no te presionaré- soltó mi mano repentinamente y volvió a su platillo, sin inmutar ni una sola palabra.

-Lo lamento- Samuel no levantó la mirada sin embargo subió y bajó los hombros dandome a entender que estaba bien, que no había problemas.

Suspiré. Soy un asco.

Ibamos camino a mi departamento. Creo que ya -de alguna forma- la tensión entre Samuel y yo había disminuído, lo cual agradezco.

-¿Irás a la universidad mañana?- preguntó.

-Claro. ¿Y tu, Samuel?- me miró.

-También. Sólo me preguntaba, si quieres que pase por ti. Es decir, ¿quieres que pase por ti?- reí. Casi, casi pude sentir mis mejillas arder.

-Me encantaría- justo el móvil de Samuel comenzó a sonar. Insistentemente.

-Lo siento- dijo. Asentí y contestó. Se alejó un poco. No pude escuchar nada de lo que decía.

Segundos después se acercó a mi.

-Era mi hermano. Se a quedadó fuera de casa y no lleva llaves, el muy idiota- reí

-Ve, no hay problema- negó. Y por un momento me imaginé a un niño negado a prestar sus juguetes.

-¿En serio? Claro que no

-Oye, está bien. Sólo falta una cuadra- suspiró y dejó caer sus hombros.

-Anna, gracias por una velada maravillosa. Eres fantastica. Mañana paso por ti no lo olvides- me abrazó y se fue a un paso apresurado. Ya qué era muy noche.

Llegué a mi edificio. Entré y al fin pude divisar a José. Sonreí y me encaminé hacia él.

-Eh, José- su vista se dirijió a mi. No supo que hacer, dió media vuelta y se encaminó a la bodega. ¿qué? Fruncí el cejo.

Tal vez era un mal momento. Así que no lo molesté más. Subí las escaleras hasta mi departamento, encontrandome en el camino a la señora Rafaela.

-Buenas noches, señora Rafaela. Linda noche, ¿no?- le sonreí. Me miró.

-Claro- dicho eso, se adentró a su deprtamento.

¿Qué demonios le pasaba hoy al maldito edificio?

¿La puerta de mi edificio estaba abierta? Olvidé por completo cerrarla con llave. ¡Pero que idiota era! Entré. Todo, absolutamente todo estaba destrozado, en el suelo o con marcas de labial rojo. qué demonios había pasado aquí?

Quería llorar, quería gritar. Había palabras que no podía reconocer en todas las paredes. Remarcadas con el labial. En la mesilla de centro se encontraba una carta. Una rosa, con un intenso rojo. Y el liguero. Un nuevo liguero.
Y lo único que pude hacer en ese momento fue desvanecerme.

Hola!! Siento mucho mi impuntualidad. Lamento ser un asco.

Psicópata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora