Capitulo 3 • Sólo mía.

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Desperté con un gran dolor en el cuello. Había dormido en una mala posición. Abrí los ojos, estaba en el sofá, debajo de Daniel. Traté de levantarme pero la pierna de Daniel estaba arriba de mi pierna. Maldito. Traté de moverme, pero no pude ya que pesaba mucho su pierna. Resoplé cansada.

Anoche habíamos hecho todo un maratón de películas, dormimos demasiado tarde. Podría decirse que a eso de las cuatro de la mañana. Tendría mi sueño retrasado, literalmente y batallaría más para levantarme por la mañana. ¡Idiota!

Decidí no contarle nada a Daniel sobre el tema de la carta y de las llamadas. Quería asegurarme primero que en realidad estuviera en peligro. ¿Y si todo es un juego de José, o de algún vecino? No creo, pero está mal hacer suposiciones.

Domingo, y no tenía nada previsto. No tenía nada de la facultad de derecho. Soy de esas personas que cuando le dejan alguna tarea lo hace, literalmente al instante. Me gusta ser cumplida. Es por eso que casi no se me complica la universidad, y mis calificaciones van más que bien.
Mi celular comenzó a sonar. Dirigí mi mirada a cada rincón del living hasta que lo divisé encima del televisor. Saqué todas mis fuerzas (puedo asegurar que más de la que he usado en mis veinte años de vida) y aventé a un lado la pierna de Daniel. Él sólo gimió en forma de propuesta y volvió a roncar. Reí. Caminé hasta donde sonaba mi móvil y lo tomé. Era un nuevo mensaje. Lo desbloqueé y leí.

<<Número desconocido.
Espero no repetirte mucho esto princesa, pero en serio no me gusta que estés cerca de Daniel. Y mucho menos que se abracen como si fueran algo más que amigos. Recuerda que sólo eres mía, ¿Ok? Si él no lo entiende, me veré en la necesidad de tomar medidas más drásticas. Otra cosa antes de que se me olvide, mientras te duchas no olvides cerrar las ventas. Cualquier otro demente puede ver tu cuerpo. Me haz puesto, más que nunca. También te agradezco por dejarme ver esas lindas piernas tuyas. No he podido sacar tus bronceadas, torneadas y hermosas piernas de mi cabeza en toda la noche. H>>

Pensé que por un momento mi corazón se me iba a parar y desbocar de mi pecho. Me latía con una fuerza increíble. Respira Anna, respira. Sentía como el suelo se movía, me sostuve de la cabeza del televisor para evitar caerme. Dejé el móvil en la mesilla de centro. Dios santo. Inhalé, exhalé. Y así lo hice alrededor de dos minutos hasta que logré que mi corazón latiera a un ritmo plenamente normal. Lágrimas amenazaban con salir de mis ojos. Dios, dios. No me puede estar pasando a mi. Tal vez sería mejor llamar a la policía. Iba a tomar el teléfono fijo pero un ruido me detuvo. Daniel se había despertado. Me giré para mirarlo. Ahora él también estaba involucrado, tanto él como José. Realmente no quería que nada les pasara.

Me miró entrecerrando los ojos, ya se había levantado del sofá y se estiraba mientras bostezaba. Los dos teníamos la misma ropa de ayer, bueno, en mi casó la pijama. Se acercó a mi y me besó la frente.

-Buenos días, Anna. ¿Algo pensado para el desayuno?- dijo mientras colocaba sus enormes manos sobre mis hombros. No sabía que contestar y sinceramente de mis labios no salía ni una sola palabra. Arrugó la frente- ¿Está todo bien, Anna?

Asentí alejándome de él. Le sonreí. No, él no se podía enterar de esto. No quería tenerlo preocupado. Negué con la cabeza y levanté los hombros.

-No tengo algo pensado. ¿Qué se te antoja a ti?- pregunté. Me miró, me miró y no muy convencido relajó los músculos de su rostro para dejar paso a una amplia sonrisa- Aparte, creo que ya no sería necesario el desayuno. Creo que pasa de las doce del medio día- río.

-Tienes razón. ¿Calentamos las sobras de ayer? Estoy muy cansado como para preparar algo y por lo que veo tu también- dijo. Asentí y tomé la caja de pizza que se encontraba al lado de mi móvil en la mesilla de centro.

Caminé hasta la cocina, Daniel me siguió y sacó dos cervezas. Metí los trozos de pizza al microondas y lo programé a dos minutos con treinta segundos. Con eso bastaría.

Mi vejiga ya no aguantaba nada. Así que corrí rápido al baño. Hice mis necesidades y cuando terminé, lavé mis manos. Regresé a la cocina. Daniel, estaba con su celular no se que haciendo.
Me senté enfrente de él y lo miré.

-Para la otra ya no voy a dormir contigo Daniel. Me haz causado un terrible dolor de cuello. Insoportable- susurré. Me miró y río.

-Anna, siempre dices lo mismo- hice una mueca y él volvió a reír. El microondas comenzó a sonar avisando que ya estaban los trozo de pizza. Me levanté y la saqué. Los puse en medio de la isla. Y comenzamos a comer.

-¿Cuándo sales de tu escuelita de derecho, Anna, de vacaciones?- lo miré mal. No me gustaba que dijera "escuelita". Sólo lo hacía para molestarme.

-Se llama Grossmont College, Daniel- rodó los ojos. Ya habíamos terminado de desayunar y nos encontrábamos tomando una cerveza en la cocina.

-No seas marica, da lo mismo. Escuelita, college- tomé de mi cerveza.

-Sólo esta semana y ya salgo de vacaciones de verano. ¿Y tú, cuándo sales de tu taller de pintura?- me burlé. Apretó los puños. Y se tragó su enojo por que sabía que se lo merecía.

-No es taller de pintura, Anna. Es California College of the Arts, y también salgo en esta semana- asentí riendo. Me iba a burlar más pero mi celular comenzó a sonar. Me levanté y caminé al living para tomarlo de la mesilla.

<<¿Por qué sigue él ahí? Bueno, pero esta vez lo dejaré pasar, ¿está bien, princesa? Recuerda algo, sólo mía. H>>

Psicópata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora