Capítulo 11

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Lo miré. Había algo en él que me llamaba la atención. Había un algo atractivo en él. Pero tenía mi cabeza más ocupada en otros asuntos. Como el maldito degenerado. Negué con la cabeza e hice mi mejor esfuerzo por sonreír.

-Lo siento, será otro día- y entonces sus ojos verdosos se oscurecieron. Lo cual me impresionó. ¿Acaso se había enfurecido? ¡Qué va! Ni nos conocemos. Ahora resulta que la loca soy yo.

Pasé de su lado derecho y me encaminé a mi departamento.

-Muñeca, ya me debes dos salidas. No te escaparás de mi tan fácilmente- sentí la verdad en cada una de sus palabras.

Me giré para mirarlo. Le lanzé una mirada fugaz y entré a mi departamento.

Había quedado con Samuel a las 7:30. Pasaría por mi. Tenía toda la tarde por delante. Pero primero hablaría con mis amigos. No los había visto. Casi podía presentir que algo andaba mal. Pero no le quería tomar mucha importancia. Es decir, Sofía la reina del drama deseguro se había enredado con alguien por ahí y mi amigo Daniel siendo un pintor no debería sentirse agobiado. Lo más probable es que fue en busca de su paz interna.

Sólo le mandé un pequeño mensaje a Daniel, dandole a saber lo preocupada que me encontraba por él y qué me diera razones por las cuales no me había marcado, como un buen mejor amigo -no gay- hubiera hecho.

Se habían dado las 7:25 estaba casi preparada. Me sentía practicamente completa. Es verano, razón por la cual elegí algo olgado y ligero. Un lindo vestido, apto, apenas para estos tiempos. No tomé mi celular. Daniel no me había contestado en toda la tarde por lo que dudaba que alguien me hubiera contactado o algo por el estilo.

Caminé al living y me alisé la faldilla. Suspiré. Al menos había olvidado un momento al tal HS .

Tocaron la puerta y pronto me levanté. No llevaba nada, rápido abrí la puerta.

-Hola- le sonreí -según yo- a Samuel.

-Te vez guapa, Anna- dijo, mirandome. Bajé mi mirada. ¿Qué podía decirle? A veces podía llegar a ser demasiado timída. Tanto que algunas veces irritaba.

-¿Vamos?- Samuel río y asintío. Cerré la puerta y nos encaminamos a las escaleras.

Pero en cada pasillo, yo podía sentir una mirada. Clavada en mi espalda. Cada pasillo me hacía sentir tan insegura.

Samuel es demasiado alto, lo cual agradezco, ya qué camina rápido y pronto pudimos salir de ahí.

No iba a contarle mi horrible -traumante- experiencia de la noche. No quería que tomara cartas en el asunto, o que posiblemente pensara que me estaba volviendo loca.

Ibamos sumergidos en un silencio. Pero no tan incómodo.

-No quize traer el auto. El lugar queda cerca. Aparte quería aprovechar el tiempo contigo, Anna- me aclaré la garganta.

-Me parece perfecto. No hay problema. Me gusta caminar- me miró y esbozó una sonrisa.

-Anna- me llamó y me sentí obligada a mirarlo.

-¿Si?- me tomó del hombro y nos detuvimos.

-Sabes que puedes confíar en mi, ¿cierto?- asentí- Y lamento si estoy encima de ti todo el tiempo. Pero, es que, estás distraída, pálida y a veces con la mirada perdida y triste.

Bajé la mirada. No, no le contaría.

-Gracias por preocuparte. Es la universidad. Tranquilo- le sonreí. Seguimos con nuestro camino.

Caminamos alrededor de cinco minutos más. Llegamos a un pequeño local con aires rusticos y de elegancia. El local no estaba tan lleno, así qué fácilmente conseguimos una mesa disponible, justo en el centro del restaurant.

Recorrió mi lugar para que me sentara. Le agradecí con una sonrisa y me senté. Él se sentó frente a mi. Tomamos la cartilla del Menú. Al instante comencé a leerla.

Todo iba bien. Estaba por terminar mi platillo. Sentí una mirada insistente y pesada en mi. Pasé mi mirada por todo el lugar. En la ventanilla que daba a la calle se podía ver un rostro. El cuerpo y el cabello no se podía distinguir ya que como suponía llevaba ropa negra. ¿Él me estaba mirando? Me fijé en su rostro. Era casi irreconocible por la luz que comenzaba a escasear. Pero sí, su mirada estaba sobre mi.

-¿Te encuentras bien?- preguntó Samuel. Lo miré- Dios, estás pálida. ¿quieres irte?

Psicópata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora