Capitulo 5

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Su sonrisa se ensanchó. Una sonrisa malévola, al menos yo la captaba así. Mi respiración se tranquilizó y le devolví la sonrisa. Realmente guapo, a decir verdad me seguía dando escalofríos su mirada. Pero no lo tomaría en serio.

-Lo siento mucho, realmente no te vi- me dijo, mientras que me quita los audífonos de mis orejas. Los enredé, y levanté mi mirada hacia él.

-No te preocupes. La que debería fijarme soy yo- contesté. Me tomó del brazo levemente. Fruncí el cejo. Y me movió había la derecha. Me había movido para que pudiera pasar la gente. Reí.

-Basta de disculpas. ¿Por qué no me dejas invitarte una cerveza en forma de disculpa?- susurró. Como si se tratara de un secreto. Negué con la cabeza riendo.

-No, no. ¿Ahora, con esta ropa?- echó su cabeza hacia atrás soltando una carcajada. Dejándome una hermosa vista de su manzana de Adán subiendo y bajando al compás de sus carcajadas.

-No necesariamente. Me puedes dar tu número, o ahora mismo te puedo acompañar a casa. Elige- dijo como una orden. Carraspeé.

-Bueno, en realidad no creo que pueda, ¿sabes? Que te parece si se lo dejamos al destino. Si no volvemos a encontrar te lo doy- le sonreí. Pero noté como su mandíbula se tensaba y apretaba un poco los puños. Heché un pequeño paso hacia atrás. Al parecer se dio cuenta por que trató de sonreír.

-Tenlo por seguro- susurró. Se dio media vuelta y siguió con su camino. Que extraño.

Levanté los hombros tratando de no darle importancia. Pero realmente me había dejado intrigada con sus palabras. ¿Acaso el seria el tal H? Aun que, en realidad seria algo extraño. Es decir, siendo tan guapo, no creo que se haya fijado en una chica como yo. Teniendo haya afuera a millones de chicas con senos de silicon y rubias, además, ¿qué chica no se fijaría en él? Sería una posibilidad en un millón que posara sus ojos en mi. Pero, por lo acabo de presenciar le llamé un poco la atención. Pero, puedo ser algo fácil de olvidar.

Abrí la puerta de recepción, no estaba José, lo cual me pareció extraño. Toqué la campanilla que tenía en el mostrador pero nada. Así que subí la escaleras hasta llegar a mi departamento. Eran las cuatro de la tarde con treinta minutos. No tenía nada hambre, así que me daba tiempo de relajarme en el agua y adelantarle un poco a la tesis. Nuestro tema iba a ser el Acoso. Qué ironía, ¿no?
Caminé hasta mi cuarto, me deshice de mi ropa, me quité mis tenis y me deshice de la coleta que me había hecho. Caminé al baño donde me quité mi ropa interior, no sin antes cerrar la puerta y cerrar la cortina de la ventana que daba al exterior. Abrí la llave y esperé a que se templara. Cuando ya estuvo me metí. Cerré mis ojos disfrutando del agua que descendía por todo mi cuerpo.

Aun que pareciera que no me interesara el tema del acosador, era todo lo contrario. Es decir, claramente daba miedo. Más que miedo. Terror. Saber que alguien te vigila. Y es decir, ¿cómo demonios consiguió mi dirección, mi número móvil, y fijo? No quiero armar un tremendo escándalo cuando posiblemente sólo sea un simple juego de alguno de los niños del edificio. No me quería arriesgar. O tal vez sólo sea un simple capricho de algún adolescente con las hormonas a tope. Si la cosa se comienza a ponerse seria, tomaría mis medidas. Estaba estudiando derecho. El acoso es un delito.

Terminé de bañarme, cerré la llave y tomé una toalla. El vapor se pegaba a las paredes formando pequeñas gotitas, provocando que oliera a un poco de humedad. Odiaba cuando pasaba eso. Algo totalmente irritante. Reprochaba mil una vez al acosador. Enredé mi cabello en otra toalla. Salí del cuarto de baño. Sequé mi cuerpo, me embarré humectante y me puse mi ropa interior. Busqué una cómoda lista color negra y un camisón que me llegaba un poco más abajo de mi cintura de los Lakers.
Dejé la toalla en mi cabello. Tomé mi Toshiba y me dirigí al living para comenzar con la tesis.

Comencé a escribir.

"El acoso moral o mobbing es un fenómeno bastante antiguo. Consiste en un conjunto de actuaciones que se realizan de forma sutil, sistemática y prolongada en el tiempo y que como consecuencia pueden provocar la destrucción psicológica de una persona.
Este fenómeno a veces se manifiesta con el rechazo a toda comunicación, la falta de consignas o consignas contradictorias, declaraciones calumniosas, insultos, amenazas, etc.
Es una actitud deliberada y sistemática de agresión psicológica, ya sea por afán de destruir (acoso perverso), o simplemente afán de poseer.
Es una violencia indirecta sin marcas ni heridas, con daños psicológicos que pueden ser de por vida. El acoso es una repetición frecuente, intencionada, destructiva, invisible. Un fenómeno de destrucción de otra persona indirectamente, a lo largo del tiempo y frecuentemente. La perversión fascina, seduce y da miedo. Efectivamente, los acosadores saben manipular de un modo natural lo que parece para muchos una clave de éxito en el mundo o generalmente en sus vidas, generan temor. La perversidad no proviene de un trastorno psíquico, sino de una fría racionalidad que se combina perfectamente con la incapacidad de considerar a los demás como seres humanos.
Es indignante pensar que hay individuos que pueden tratar a otros como animales y degradarlos a su gusto sin ningún tipo de restricción legal que prohíba puntualmente lo expuesto.
El presente trabajo consistirá fundamentalmente en establecer las condiciones a una normativa legal que tutele a las personas victimas del Acoso."

Me había levantado sólo unas cuantas veces para tomar algo del frigorífico, tomar agua o sino,mete hacer mis necesidades. Pero mis glúteos me dolían como los mil demonios, aparte de que las tenía contenidamente acalambradas.
Justo cuando iba a guardar el trabajo que había adelantado, tocaron el timbre. A de ser Samuel, pensé. Me levanté y caminé hasta la puerta. La abrí y un sonriente Samuel esperaba con su maletín colgando de su hombro derecho. Le sonreí y me hice a un lado para que pudiera pasar.

-¿Gustas algo de tomar, Samuel?- pregunté mientras dejaba sus cosas sobre la mesilla de centro. Negó con la cabeza, sin disimular su mirada que se dirigía a mis piernas. Carraspeé, luego, luego levantando su mirada hacia mis ojos. Noté como se ruborizaba- Bueno, ya le he adelantado al trabajo.

-Perfecto. Yo también lo he hecho, agregamos un poco más, y después lo acomodamos, ¿te parece?- asentí.

Terminamos el trabajo un poco tarde. A eso de las diez de la noche. Lo bueno es que no teníamos más trabajo. Lo imprimimos, y al final lo pusimos en una carpeta. Muy bien. Estaba satisfecha. Samuel, me invitó a cenar, pero estaba realmente cansada así que desistí. Se había mostrado muy amable conmigo, lo cual me sorprendió. Pensaba que iba a ser el tipo chico alzado. Con el ego por los cielos. Cuando se fue, recibí un mensaje de Daniel, diciéndome que no había podido pasar por mi departamento en todo el día. Ya quedo habían llenado de proyectos y trabajos ya que era la última semana. Me despedí de Samuel, y cerré la puerta en cuanto se cerró el ascensor. Cerré la puerta y me moví al living, cerré mi Toshiba y tomé el trabajo. Lo metí en mi bolso para que mañana no se me olvidara.
Caminé hasta la cocina, ya que, mi estómago rogaba por que lo alimentara. Sólo un cereal. Saqué los "Cheerios" y la leche. Tomé un plato hondo del estante. Vacíe el cereal, vertí la leche, cogí una cuchara y me senté en un banco frente ala isla. Iba por mi tercera cucharada cuando el timbre sonó. Resoplé. Dios santo.
Abrí la puerta, nadie, no había nadie. Fruncí el entrecejo. Que desesperación. Justo iba a cerrar la puerta, cuando bajé mi mirada encontrándome con una caja blanco con negro. Un listón negro de seda, perfectamente acomodado en una de sus orillas. Volví a mirar el corredor, pero nada. Suspiré y me agaché para tomarlo entre mis manos. Era liviano, no pesaba nada. Cerré la puerta y caminé hasta el living. Me senté y lo dejé sobre mis rodillas. Le quité el listón lentamente, como si tratara de recordar su suave roce entre mis dedos, lo dejé a un lado y quité la parte de arriba. Sólo había papeles blancos, pero debajo se veía algo negro. Quité con cuidado las hojas como si de una joya preciosa se tratara. Había una nota. De él. De mi acosador.

"Apuesto todo lo que tengo en mis manos que te verías preciosa en el regalo que te acabo de comprar. Lo he visto, y no he evitado pensar en ti. En como se vería tu blanquecina piel entre cortes delicados color negro. Lo he comprado a tu medida, y estoy seguro que te gustará. Falta menos para que me lo presumas a toda costa. Otra cosa, te dejaré pasar lo de hoy en la tarde, con tu compañero, ¿vale? Pero, no quiero que se vuelva a repetir, princesa. Te ves hermosa, como siempre. H"

Un nudo se formó en mi estomago, quería vomitar. Dejé a un lado la carta. Y revisé lo que tenía su más al fondo. Un liguero. Dios santo.

Psicópata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora