XLII. Castillos de arena.

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El miércoles lo tomaron para simplemente estar en la ciudad de aquí para allá, conociendo más calles y locales, junto a pubs locales que eran más baratos y deliciosos que los turísticos.

Habían ido a varias partes de Edimburgo, empezando por Victoria Street y viendo las fachadas de diferentes colores y locales adornados, y llegaron a una cafetería donde aprovecharon para refugiarse de la lluvia matutina y tomar algo caliente.

Después siguieron paseando por la ciudad. Era grande y con escaleras y callejones largos y anchos. Llegaron incluso a New Town, la parte nueva y más moderna de Edimburgo, que estaba llena de jardines con mercaditos, cafeterías y lugares perfectos para tener un picnic en días soleados. La lluvia había parado cuando llegaron a un restaurante en Princes St. Gardens, era pequeño y concurrido pero pudieron ordenar a tiempo, con vistas hacia la vieja ciudadela. La mesera era una Omega dulce y joven que les aconsejó volver a la calle de su hotel e ir hacia el castillo de Edimburgo, dónde también habían otros mercaditos y más jardines para pasear.

Pero Jimin le dijo que tenían su cita para la tarde ir a visitarlo, habían seguido el mismo consejo de una botones que les llevó el desayuno a la habitación y le preguntaron los mejores lugares para visitar.

La Omega lo pensó un momento y con una gran sonrisa empezó a señalar los lugares que indicaba con dedos en el mapa que Taehyung había comprado en la primera tienda.

—Pues entonces les recomiendo después ir al cementerio de Greyfriars. Edimburgo es famoso por sus historias de fantasmas, hay recorridos guiados o pueden adentrarse por su cuenta y terminar en Dean Village, en el pub de Viejo Ronald, ahí está la mejor cerveza de la región y su esposa hace un puré de papa delicioso. Además que los miércoles hay pay de manzana gratis.

Todos los lugares estaban relativamente cerca, probablemente acabarían con los pies hinchados pero se veía divertido hacer ese recorrido en menos de 8 horas. Ambos le dieron las gracias a la Omega y comieron con tranquilidad pero lo más rápido que pudieron.

Para ahorrar energía, tomaron un taxi hacia el castillo de Edimburgo, decidiendo que fue una gran idea al ver todo lo que tenían que haber subido a pie. Aunque era temporada baja, había varios turistas en el castillo. Su grupo era pequeño, apenas diez personas, y dos de ellas se veían ser habitantes de la ciudad porque saludaban a los trabajadores del castillo con cariño.

La guía era una Alfa alta y guapa, con el cabello corto negro y bonitos ojos cafés. Los guió con cuidado entre los salones antiguos y elegantes, contándoles cómo había sido construido el castillo y cómo había acabado siendo parte de la ciudad como uno de los centro turísticos más mencionados, más grandes y más preciosos.

El castillo era una fortaleza gigante que se alzaba al final de Castlehill, una colina que empezaba en la avenida Royal Mile y era la más concurrida de Edimburgo. Aunque era grande, rústico y de apariencia ferozmente protegida, habían entrado a ella varias veces durante años. Desde el siglo pasado, el castillo había empezado a servir como centro turístico y solamente ciertos miembros del regimiento militar viven en él.

La leyenda dice que el castillo fue un regalo a Margarita, la reina de Escocia, y quien se volvió santa años después. La reina había huido de Londres por volverse loca por el duelo de haber perdido a su esposo, su lobo destinado, y no podía vivir más en la ciudad ni en Londres, así que ella prefirió abdicar y dejarle el reino a su hijo. Se cuenta que fueron los caballeros de la corte de su marido los que empezaron la construcción del castillo de su reina pero ella murió antes que pudieran acabar la segunda ala. El castillo pasó a ser parte de la familia real, hasta que María Estuardo lo convirtió en su hogar permanente y por ende, en el castillo más famoso de Escocia.

A (Un) Married StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora