08: Pesadillas

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Pesadillas
Nicolás

Lillie se iba a casar y con nada más y nada menos que con ese hombre

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Lillie se iba a casar y con nada más y nada menos que con ese hombre.

—¿Escuché bien? —preguntó Santiago— ¿estoy delirando? Esperen, ¿esto es un sueño? ¿Esto es un sueño? ¿Alguien que me pellizque?

Y lo pellizque, fuerte para que vuelva a la realidad. Se quejó, pero al menos reaccionó.

—Ni me mires así, tú lo pediste —advertí.

—Esto es una pesadilla —soltó Pamela— voy a perder el control.

Y si, esta debía ser la peor pesadilla que he tenido en toda mi vida, como es posible que nos descuídenos de Lillie y de pronto ella ya tiene una sortija en el dedo anular, aunque yo no veía algún anillo en los dedos de Lillie. Así que no todo estaba perdido o si? Y si este accidente los hizo razonar como pareja y por eso mismo apresuraron las cosas?

—No, esto no puede ser cierto, ¿desde hace cuánto lo conoce? ¿Quién es el? ¿De dónde apareció? ¿Cómo le robó el corazón? Y la pregunta más importante, ¿Lillie está embarazada? Porque vamos, siempre que jovenes como nosotros se casan es porque un bebé viene en camino.

Y al parecer la última parte la escuchó hasta el viejito que agonizaba en la habitación de la esquina.

—Aurora, que dijo Nicolás? —preguntó el papá de Lillie.

—Ese es un comentario machista, Nicolás —soltó Pamela—. Eres un bruto.

Y entonces ya la veía acercarse como un animal enfurecido.

—Cálmense todos, por favor —pidió Jenny al ver que ya estábamos a punto de irnos de puñete entre todos.

Parecía que era la única que podía mantener la calma en estas situaciones. La vida nos estaba golpeando fuertemente, literalmente sentí un puñete en mi ojo izquierdo.

—Pamela —la detuvo Daniel— escuchemos a Jenny y como dice esperemos a que mi prima vuelva y no los explique bien.

—Él lo acaba de decir —Pamela señaló la habitación del príncipe—. Se han comprometido y Lillie no lo negó, no hay mucho que esperar.

—Es que no puede ser verdad —comenté yo— seguro hay una explicación y Lillie nos la va a dar, ya verán, yo la conozco como si yo mismo la hubiera parido.

Santiago escuchaba todo en silencio, o al menos quería creer que estaba escuchando todo.

—Oye, niñita —llamé a una de las amigas de Lillie—ven aquí.

La chica, nos observó con interés.

—¿Que sabes de Lillie y ese chico? —fui directo.

Ella miró la puerta del príncipe y se negó.

Mi exilio con la abuela 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora