27: Viejos tiempos

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Viejos tiempos
Lillie Torres

—¿Cómo que no tienes? ¿Cómo es posible que no traigas contigo tu tarjeta y tu celular? —pregunté molesta— ¿Que tipo de irresponsable eres?

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—¿Cómo que no tienes? ¿Cómo es posible que no traigas contigo tu tarjeta y tu celular? —pregunté molesta— ¿Que tipo de irresponsable eres?

Estaba descargando mi molestia con Santiago.

—¿Y las tuyas? —preguntó defendiendo su honor—. ¿Donde están tus cosas, Lillie?

Y me mordí la lengua para no responder de mala gana. Él tenía su punto.

—Bueno, estaba tan ocupada que las deje porque creí que no las necesitaría —me excuse

Porque prefería montar una excusa que aceptar mi irresponsabilidad también. Claro que Santiago no se la creía. Es molesto.

—¿Tengo que salir de aquí, hay alguna otra puerta? —pregunté luego de que él no dijera nada.

—¿A parte de esa? —preguntó señalando la puerta cerrada— no. Es la única.

Y ahí estaba yo, parada esperando que él solucionara este problema, pero él parecía estar despreocupado por la vida y le valía tres pepinos mientras estuviera mirando el cielo. Quería agarrar esa maceta con la planta seca y estrellarse la en la cabeza. Bueno, ¿les había dicho que tenía una personalidad tipo A?
Si, esa personalidad dominante, competitiva y agresiva. ¿Debería preocuparme? No, ustedes tampoco fue un test de personalidad que hice en google un día que estaba muriendo de aburrimiento.

—¿Me vas a ayudar a buscar una manera para salir de aquí?

Y Santiago me dio la espalda.

—¿Podrías hacer silencio? Estas irrumpiendo en mi paz.

Y abrí mi boca.

—No te soporto. Un minuto más aquí contigo y me lanzo de aquí. Y créeme, serás culpable de mi muerte —amenace.

Entonces obtuve su atención.

—¿Por qué pareces tan molesta? No sabía que te molestara tanto estar aquí —habló— por cierto, ¿que haces aquí?

Lo mismo quiero saber, quería decirle, pero tampoco estaba dispuesta a darle razones para hablar mal de mi.

—Vine a regar las plantas —solté.

Y miró las plantas detrás de mi.

—Haces mal tu trabajo. Están tan secas como tú corazón.

Si... espera ¿qué?

—Disculpa, ¿que dijiste de mí? —pregunté incrédula.

—Discúlpame tú, no creí que te ofenderías al escuchar la verdad —preguntó con cara de inocente.

—No, si a mi me encanta que me digan la verdad en la cara, no que me anden mintiendo a diestra y siniestra, ah, pero recordando, tú eres un perfecto en eso, ¿no? Mentiroso eso eres.

Mi exilio con la abuela 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora