29: Propuesta de matrimonio

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Propuesta de matrimonio
Lillie Torres

Y si, había llegado a tiempo a la cena de negocios y si, había salido bien, estaba saliendo mejor de lo planeado, al menos lo estaba hasta que el traidor de Félix estaba arrodillándose a mi lado mientras sacaba una cajita roja de su bolsillo

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Y si, había llegado a tiempo a la cena de negocios y si, había salido bien, estaba saliendo mejor de lo planeado, al menos lo estaba hasta que el traidor de Félix estaba arrodillándose a mi lado mientras sacaba una cajita roja de su bolsillo. Y no debía ser bruja para saber que estaba haciendo.

¡Mierda!

—Lillie, ¿quieres casarte conmigo?

Quiero arrancarte la lengua, quise responder, pero todos dentro del maldito restaurante parecía interesado en la estupida escena que montaba Félix. Ante los ojos de los demás éramos unos enamorados empedernidos y no esperaban un "No". La presión me estaba matando.
Miré a Johnson, estaba tan pálido como un papel blanco, al contrario del señor Hamilton quien parecía sorprendido, pero feliz, incluso lo vi sonriendo.

—¿Lillie? —volvió a hablar Félix— ¿Aceptas a ser mi esposa?

Sabía lo que el maldito estaba haciendo, estaba exponiéndome al mundo y así poder obtener lo que quería. Él quería una respuesta positiva y no estaba en posición de negarle nada.

—¡Si, claro, quiero casarme contigo! —respondí obligándome a reír de felicidad.

Félix me puso el anillo y luego me abrazó, porque sabía perfectamente que un beso sería lo suficiente para romper con su perfecto rostro.

¡Iba a asesinarlo en cuanto pudiera!

—Felicidades, chicos —felicitó Hamilton—. Lillie, te veo tan feliz, tan contenta y dichosa.

En realidad me estaba riendo porque quería agarrar ese florero y tirárselo a la cabeza, pero entonces no podía porque recordaba que por esta misma situación estaba en donde estaba, por andar de salvaje.

—Lo estoy, estoy muy contenta con esto —aseguré.

—Si, se nota mucho —respondió Johnson.

Intuía que él no se creía tanto mi felicidad a diferencia de Hamilton. No se como es que continúe tan alegre y parlanchina el resto de la cena. Fingir me resultó difícil porque ahora todos esperaban ver a la prometida del príncipe sonriente y dichosa. No lo estaba, claro que no, así que después de darle un poco de mi actuación, me levanté de la mesa con la idea de huir.

—Lillie, ¿ya te vas? —preguntó Hamilton.

Yo asentí, recién reaccionando a los hechos.

—Mi gata se enfermó —solté.

—¿Tu gata? —preguntó Johnson— no sabía que tuvieras una gata.

—No, es que no es mía —corregí— es de la vecina, pero se fue al extranjero de vacaciones y entonces la dejó a mi cargo. Debo irme, pero disfruten el resto de la noche.

Mi exilio con la abuela 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora