48: Verdades

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Verdades
Lillie Torres

Mi error más grande fue descuidarme, creer que todo estaba bajo control

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Mi error más grande fue descuidarme, creer que todo estaba bajo control. No era así, no fue así.
Mientras nosotros nos divertíamos, bailábamos y cantabamos a todo pulmón y con toda la emoción en nuestros corazones, alguien estaba entrando a la habitación del señor Patrick para asesinarlo.

—¿Que sucede, Lillie? —exigió saber Santiago.

Me cubrí la boca. No era algo fácil de creer, parecía una broma.

—Zac, es... es imposible —fue lo único que salió de mi boca.

Todos estábamos ebrios, pero al recibir la noticia cualquier rastro de alcohol desapareció de nuestros sistema. Volvimos a la realidad, realidad en donde se había cometido un asesinato.

—Mierda —solté.

Todo sucedió tan rápido, todo fue muy deprisa. En un momento estábamos en la pista de la discoteca, y en el otro todos estábamos escuchando las palabras del funeral del señor Patrick. Tenía una esposa, una hija... una familia. Seres queridos que lloraban su pérdida sin importar qué lo había llevado hasta la tumba.
Me negué a decir algo como tanto me lo había pedido la abuela. El hombre quería asesinar a Zac tanto como a mi antes de morir y no se me hacia del todo correcto decir algo.
La policía recababa información tanto como podía, que a decir verdad, era muy poco. Nadie podía entender como demonios alguien armado entraba al hospital, cometía un crimen y huía como si nada. No tenían un sospechoso, a parte de Zac y... probablemente yo. Éramos los únicos que habíamos tenido disturbios con el difunto, no lo habían hecho oficial, pero eramos hasta ahora los únicos sospechosos.

—Sentimos mucho su pérdida —finalizó la abuela.

Era la única que podía mantener la calma, mientras Zac y yo nos encontrábamos incrédulos y preocupados.
Habían tantas preguntas sin respuestas, respuestas que creíamos que nos daría Patrick, al menos era lo que se tenía planeado antes de que todo esto sucediera.

Todos se dispersaron cuando la brisa empezó a caer y tomar más fuerza. Todos menos la esposa del difunto y por un momento recordé a Beth, recordé el momento de su partida, de mi despedida... todo era muy duro. Creer que la herida había cicatrizado era la mentira más grande en esta vida porque sinceramente nunca se puede superar la muerte de un ser querido. Mi hermana era lo más bonito que tenía y ya ni eso, ella ya no estaba y de alguna manera, oír todos los pésames hacia la viuda era... duro, cruel e insoportable.

Suspiré sin saber que estaba haciendo.

—Siento mucho como terminó esto para el señor Patrick —solté parándome a su lado.

La mujer sabía los antecedentes que tenía con su esposo. Todos lo sabian, pero nadie se atrevia de hablar de eso. Hasta ahora.

—Él trató de asesinarte —soltó chillando.

Mi exilio con la abuela 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora