2. Día del nombre.

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Poniente tenía una nueva princesa. La niña, tal y como la reina había predicho, nació sana y salva con un tono de llanto inigualable. Por desgracia la reina había fallecido en el nacimiento de su hija, ni siquiera había podido verle el rostro ni abrazarla una primera y última vez.

El rey presionado por la corte y recordando su sueño y las palabras de su difunta esposa, volvió a desposarse a pesar de las quejas de su hija mayor. Se casó con la hija de su mano, Alicent Hightower y no solo le había dado un hijo varón sano sino hasta cuatro y eso ponía en entredicho a su primera esposa.

Rhaenyra lo sabía, lo veía en los ojos de esos buitres. Todos creían que la segunda familia de su padre estaba por encima de ella y de su madre pero todo era gris. Ella seguía siendo la heredera y mientras su padre viviera seguiría siendo así, estaba segura.

Mientras, la segunda hermana del matrimonio con Aemma, Daenys Targaryen cumplía cuatro años y celebraban el día de su nombre.

“Por qué son tan pequeños?”

A Rhaenyra le sorprendía que su hermana fuera tan inocente. No podía culparla, no conocía a otras niñas de su edad ni a otros bebés porque su padre así lo orquestaba. Pero debido a su edad, Daenys estaba siendo criada muy cerca de los Hightower y de aquella septa que tanto la odiaba.
Por eso intentaba pasar todo el rato que pudiera con ella. Su madre no era una Hightower, sino una Arryn.

“Son bebés todavía, Daenys.” —le agarró la mano mientras la guiaba a un rincón del salón, el más lejano a sus hermanastros. Alejándose de la reina, más que de los bebés.— “Un día tú fuiste igual o más pequeña que ellos.”

“¿Si? Entonces, ¿yo creceré más?”

“Exactamente.”

“¿Y podré tocar el cielo?”

“No creo que nadie crezca lo suficiente para hacer eso.” —se agachó junto a su hermana.— “Pero tienes un dragón que durmió junto a tu cuna y que algún día será tu compañero. Él te llevará a los cielos.”

“¿De verdad?” Ya quiero conocerlo.”

“Si tanto lo deseas, yo misma te llevaré a verlo.” —le habló en un tono más bajito.— “pero padre no se puede enterar.”

La niña soltó una risa cómplice y asintió con la cabeza.

Sin duda, así se ganaría el corazón de su hermana por encima del resto.

La fiesta por el día del nombre de su hermana llevaba ya unas horas iniciada así que nadie notaría su ausencia debido a que la mayoría estaban ya ebrios.

Así llegaron a poza dragón, donde sus dragones descansaban y sombragris se resguardaba esperando a su jinete.

“Ves Daenys. Es ese de ahí.” —señalo al dragón.

“Hmm, es muy grande. Creí que era como yo.”

“¿No te gusta? No es cuestión de físico, Daenys. Debes conectar con él y él te responderá.”

“Y, ¿cómo hago eso?”

“Acercándote a él.”

Daenys le hizo caso, algo asustada se acercó al dragón. Temblando levantó su brazo e intentó estirarlo para tocar al dragón.

“Debes acercarte.”

Daenys no quería. Ese dragón era el doble que ella. Y tenía miedo.

Cerro los ojos por un instante, y escuchó el grito de su hermana.

“¡Daenys!”

Rhaenyra se puso entre ella y el dragón y la empujó hacia atrás. Haciendo que Rhaenyra cayera encima de ella.

Daenys empezó a llorar.

“Sh, está bien. No ha pasado nada.”

Rhaenyra la abrazó apoyándola en su pecho.

“Él se lo pierde.”

Le susurró. Pero Daenys no lloraba por eso. No lloraba por el dragón. Lloraba por el trozo de tela que colgaba en la espalda de su hermana y el charco de sangre que dejaba.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO de permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora