37. La nada.

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AVISO: violación, abuso sexual.

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Daenys se encontraba sentada sobre la cama esperando a Aegon. Se tocó el vientre asustada. Si estaba embarazada, fue la primera vez que temió que algo de verdad le ocurriera, algo que lo hiciera perderlo.

Lo vio aparecer. Caminaba lento, apoyado en aquel bastón. Cuando llegó a su lado, Aegon le apartó el cabello del rostro con su mano libre y ella levantó la cabeza para mirarlo.

“Eres asqueroso, me das asco.”

Aegon se sentó a su lado tirando el bastón hacia un lado, y él terminó tumbandose en la cama.

“Ven aquí, Daenys.”

Ella se tumbó junto a él, ambos mirando hacia el techo.

“Me juzgas muy duramente.”

“No te juzgo muy duramente. Tú me has mostrado como eres con los años.”

“Tú siempre me has mirado con malos ojos. Porque siempre lo has preferido a él. Por mucho que yo te alabará o que cuidara de ti, siempre lo mirabas a él.”

“Porque lo escogí a él. Aegon, ¿aún no te entra en esa cabeza tuya? ¡Lo escogí a él!”

“Sin embargo él no dudaba en hacerte daño cuando tenía la oportunidad. Yo nunca te hice nada.”

“La guerra es tu culpa. Has matado a mi familia.”

Aegon se tumbó encima de ella agarrándole las manos por encima de la cabeza y ella forcejeo en vano.

“Porque ese era mi derecho, desde siempre esa era mi obligación. Tomar lo que era para mi porque Rhaenyra no podía al ser mujer. Siempre se me había enseñado eso. Y eso se esperaba de mi. Más de una vez estuve apunto de abandonarlo todo y marcharme pero la corona pesa más que mi propia persona.”

“Tendrías que haberte marchado. No, mejor, te tendrías que haber muerto tú. Por tu culpa han muerto.”

“En la guerra siempre hay dos bandos, Daenys. Recuerda que la misma culpa cae en Rhaenyra.”

Cuando iba a contestarle, Aegon pegó su boca a la de ella besándola bruscamente.

Daenys cerró la boca fuertemente, no queriendo responderle. Intentó apartar la cara pero él la agarró fuertemente haciéndole daño y terminó abriendo la boca sintiendo su boca.

Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.

Cuando él le soltó las manos para desnudarse, ella empezó a golpearlo.

“¡No, no, no! No te quiero, ni te deseo, Aegon.”

“¡Pero yo sí! No lo entiendes, siempre te he querido y siempre te he deseado. Desde antes de que lo hiciera él. Pero ya me da igual lo que digas, vas a estar conmigo.”

Por primera vez sintió sus manos como alfileres, no sintió placer, ni mucho menos excitación, sus tocamientos le quemaban la piel cruelmente. Casi hubiera preferido ser comida de su dragón antes de sentir su falo entrar en ella. Sin ningún tipo de aviso, ni de preámbulos.

En un momento, no pudo sentir más dolor, físico ni mental, que comprendió la belleza de mirar hacia la pared, hacia la nada, pensar en nada, no pensar en sus manos, ni en sus palabras sexuales, ni en su verga, ni en su lengua recorriéndole todo el cuerpo. En lugar miraba a la pared, más negra que el carbón, pero en su mente veía un color azul, el azul del cielo, el azul de las olas. Y quiso volar por él, nadar entre ellas. Con su dragón, con Jacaerys.

Sus pensamientos eran tan hermosos que no lo sintió terminar, ni cuando se tumbó dormido a su lado.

Solo se quedó observando el cielo en el techo toda la noche. Sintiendo placer en la nada.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO se permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora