36. Arrepentimiento.

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Daenys no tuvo la oportunidad de defenderse de ninguna manera, ni de ordenarle a Skypie para que lanzará una llamarada pues estaba rodeada y temía hacerles daño a los niños.

“¡No! ¡No os acerquéis!” —les gritó a los hombre y en un segundo se lo ocurrió.— “son lo hijos de Aegon. Si los dañais, no queráis saber que mal os irá.”

Uno de ellos guardó la espada y se acercó para verla más de cerca.

“¿Princesa Daenys?”

Ella asintió.

“Acompañanos.”

No tuvo otra opción más que seguirlos. Giró la cabeza un momento para ver si Skypie estaba bien y al verlo tumbarse sobre la piedra se tranquilizó.

Llegaron a la sala principal donde se encontró con Aegon sentado en el trono de piedra que se encontraba en medio de la pared más lejana.

“¿Daenys? ¿Me has traído a mis hijos?”

Aegon se levantó con la ayuda de un bastón y se acercó a ellos.

Daenys apartó al bebé levemente, no porque su padre pudiera hacerle nada, sino porque temía que lo agarrara y por su estado pudiera caersele.

“No exactamente.”

“¿Entonces qué haces aquí?”

“¿Qué haces tú aquí?”

“Recuperandome de mis heridas.”

“¿Aquí? ¿Qué hubiera pasado si alguien más te hubiera encontrado?”

“Lo hubiera matado. ¿Y tú? ¿Qué hubieras hecho? Porque supongo que tuviste la misma idea de esconderte aquí.”

“Si te soy sincera si. Ese era el plan.”

“De mí no tienes que esconderte y mucho menos esconder a mis hijos así que podemos compartir guarida.” —Aegon le acarició la mejilla con su mano libre.—

“Ya me aburría aquí solo.”

“Yo no me aburriria tanto cuando estoy perdiendo la guerra.”

Escuchó una risa de parte de él.

“¿Quién está perdiendo? ¿Yo?”

“Ya me dirás. Eres tú el que se esconde aquí.”

“Que esté aquí recuperándome no quiere decir nada. ¿Sabes quién más se preocupó por mi?”

Él se volvió a sentar en su sitio.

Daenys sintió un tirón en la mano haciendo que mirara hacia abajo hacia la princesa. La vio algo asustada, diciéndole que Aegon no era como su madre, para esos niños él no significaba mucho.

“Mi hermano, Aemond. A partir de una carta que me mandó esta misma mañana.”

“¿Aemond, está vivo?”

“Muy vivo, y se encuentra de camino a recuperar lo que nos robaron.”

Daenys mantuvo la respiración, sabiendo que en parte era su culpa por haberle avisado.

“Y ya que tú estás aquí, me acompañaras hasta que él nos informe que podemos regresar.”

“¡No!” —Daenys intentó salir pero el guardia del rey le hizo una advertencia con su propia espada y ella regreso a mirarlo.—

“Daenys, no debes preocuparte. La guerra terminará y podremos regresar a Desembarco del rey y ahora que mi esposa falleció, podemos casarnos.”

“¡Tu esposa no falleció! ¡Se suicidó! ¡Se tiró por la ventana! La reacción de cualquier padre hubiera sido estar con su esposa si hubieran perdido a su hijo pero tú la dejaste tirada sin saber lo que le hubieran hecho.”

La niña se soltó de su mano y ella miró hacia abajo viéndola llorar. Y se maldijo así misma por su bocaza. Esa conversación no era para niños, y menos los hijos de su hermana.

Se arrodilló delante de ella y la abrazó de medio lado aún con el niño en brazos.

“Hablas de un hombre que hubiera estado enamorado de su mujer. Te recuerdo que no la quería y me impusieron ese matrimonio.”

“¡No! Hablo de cualquier padre que quisiera a sus hijos. Recuerdo la conversación que una vez tuvimos sobre padre, y hoy padre es el mejor padre del mundo comparado contigo.”

“Ni siquiera me lo menciones.”

“Lo mencionaré todo lo que quiera porque es mi padre y hasta el día que me muera lo recordaré.”

Aegon llamó a otro guardia para que tomara a los niños y ella se negó.

“¡No, no! Ellos estarán conmigo.”

“Daenys, esta noche dormirás en mi habitación. No querrás que mis hijos nos vean juntos, ¿verdad?”

“Aegon. Por favor, déjame irme, devuélveme el favor. Una vez te dejé ir, para que no te mataran.”

“Entonces yo te lo devolveré al revés. Los niños pueden irse, pero tú debes quedarte.”

“Sabes que eso no es posible.”

“No aceptas mi favor, no es mi culpa.”

Soltó a la niña y al niño en brazos del guardia y los miro una última vez.

“No os preocupéis, mañana desayunaremos juntos, ¿vale?”

Le acarició la cabeza a la niña y le dio un beso a la frente al niño.

“Veo que te gustan mucho mis hijos, quizás yo pueda hacerte uno.”

Ignoró a Aegon incapaz de apartar la mirada de la puerta por la que se los había llevado.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO se permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora