38. Acuerdo.

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Daenys se levantó una vez la cama estuvo vacía, había cerrado los ojos huyendo de él y cuando había salido de la habitación se había levantado lentamente. Pensando solo en aquellos niños, que la esperaban para desayunar.

Se acercó a la habitación de los niños, viendo a la niña sentada ya en la mesa y al bebé tumbado en su cama.

“¿Él ya ha tomado su leche?”

Se acercó para asegurarse de que ellos no tuvieran ni un rasguño y suspiró viéndolos sanos.

La niña la observó durante unos segundos y la tomó de la mano.

Daenys puso una sonrisa en su rostro, que no transmitía desde su corazón pero se sentó a su lado aún con ella en el rostro.

“¿Qué ocurre? ¿No tienes hambre? Porque yo me muero de hambre.”

Comenzó a comer llevándose la comida exageradamente a la boca ya niña rió.

“¡No, no! Así no. La abuela dice que una señorita debe comer con los codos fuera de la mesa y con un bocado pequeño a la vez.”

“Bueno...” —Daenys hizo como si viera por toda la habitación.— “¿Dónde está la abuela?”

La niña negó con la cabeza y le devolvió la sonrisa.

“¿Sabes por qué de tu nombre?” —la niña volvió a negar.— “por el tatarabuelo, Jaehaerys, considerado el mejor rey entre nuestra familia. Pero no hablan que para que él ganará ese título tenía a la mejor reina de su lado.”

No habían terminado de comer cuando Daenys sintió mucho ruido fuera.

“Ahora, Jaehaera. Te quedarás aquí con tu hermano cuidando de él. Porque eso hacen las mejores hermanas.”

La niña asintió sentandose en la cama junto a su hermano.

Daenys se acercó a la sala y vio a Aegon, a sus hombres, a su dragón muribundo y a su hermana, Rhaenyra junto a Aegon, el pequeño.

“¡Rhaenyra!” —entro corriendo a la sala.—

Pero ya había sido demasiado tarde. Cuando su hermana empujó al niño lejos de ella y cayó al suelo. Mientras el dragón de Aegon lanza a una llamarada a su hermana, para terminar comiendosela.

Daenys corrió hacia Aegon abrazándolo por la cabeza para que no mirara.

Levantó la cabeza, mirando a Aegon con odio.

Nunca había sentido tanto rencor, odio y deseos de matar en ningún otro momento como ese. Pero el pequeño Aegon se abrazó a ella llorando.

Y aunque tuvo deseos de matarlo, supo que estaba en desventaja sin su dragón y se arrodilló delante del mayor.

“El rey de los andalos y los antiguos hombres, será tan benévolo de dejarlo con vida.”

“Daenys, él podría significar una futura guerra si lo dejo vivo.”

“Entonces prometelo a tu hija, y termina con esta guerra con la unión de ambos lados.”

“Nunca prometeria a ninguno de mis hijos con uno de esa golfa.”

“Si lo matas, deberás matarme primero a mi. Aegon.” —se puso delante de su sobrino y se llevo la mano al vientre.— “¿Y que si me has impregnado esta noche? ¿Matarás también a tu hijo conmigo? Lo que tanto querías.”

Las palabras salían como viveras de su boca. Sin importar cuando daño pudiera hacerle si eso llegaba a ser mentira.

“De acuerdo, él vivirá si tú te casas conmigo. Así nuestro hijo estará por encima de él en tu vida.”

Aegon no sabía de su matrimonio con Jacaerys, ¿pero si Aemond?

Daenys notó que ellos habían huido apenas un día más tarde.

“Trato hecho.”

Estaba haciendo un acuerdo con el mismísimo mal encarnado en persona pero si con ello mantendría a aquellos niños con vida, ella misma daría la suya.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO se permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora