30. Vía de escape.

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Rhaenyra y Daenys se despedían de Jacaerys y Joffrey antes de montar sus dragones dirección Desembarco del rey.

Rhaenyra abrazaba y besuqueaba al más pequeño.

“Cuando tengamos todo en orden os avisaremos por cuervo. ¿De acuerdo?” —dijo la reina.—

“Aun puedo ir en tu lugar.” —Jacaerys le siguió insistiendo hasta el final, agarrándole ambas manos,  y ella negaba con la cabeza.— “al menos acompañaros.”

“No, tú debes preparar todo para trasladaros a los niños y a los dragones a Desembarco una vez la reina lo dicte.”

Le apretó las manos y él terminó deciendo.

“Bien, pongámonos en marcha.”

Daenys siguió a su hermana y se subió a su dragón. No sin antes dirigirle una última mirada de despedida a su esposo.

El vuelo se les hizo rápido, en cuanto llegaron siguieron la estrategia que había formulado hacía unos días atrás. Una se anunciaría desde la puerta principal del castillo con su dragón, mientras la otra aparecería por la de atrás, en forma de sorpresa o por si a Aegon se le ocurría escapar.

Rhaenyra voló hacia la entrada de delante, mientras que Skypie la dirigía hacia la de atrás.

Una vez allí, Daenys se bajó de su dragón pero este se quedó quieto en la puerta, esperando por una orden de su ginete.

La princesa espero nerviosamente, cuando escucha el ruido de la puerta que empezaba a abrirse lentamente.

Daenys pudo identificar perfectamente al huyente.

Aegon.

Ella se había hecho la promesa de que no sería débil cuando llegara el momento pero entonces la persona que se presentaba ante ella era de todo menos el Aegon que ella había conocido una vez.

“¿Daenys?”

Escuchó la voz intranquila del peliblanco.

“¿Eres tú? Mi amor...”

“Aegon, no puedes irte.”

“Esa acaba de entrar dispuesta a matarme y a matar a mi hijos.”

Daenys entonces dirigió su vista hacia los niños pequeño. Una niña mayor de unos cinco años, y otro más pequeño, un bebé agarrado por su septa.

“No sé cuándo te has unido a ella. Pero...”

“Cuando matasteis a Lucerys, a mano fría y sin dejar rastro para que su madre se pudiera despedir.”

Aegon soltó una carcajada.

“Entonces debo agradecer que esa hija de puta me dejara la cabeza y el cuerpo de mi heredero para que pudiéramos despedirlo por pedazitos.”

Daenys se sorprendió ante sus palabras. Nadie le había contado que habían matado al hijo de Aegon.

“Y-yo no lo sabía. Te lo prometo.”

“Lo sé, tú no tienes un corazón tan oscuro. Pero por lo que un día pudimos tener, déjame marchar. Por favor.”

La voz débil de Aegon la hizo retroceder.

Lo vio todo machacado. Mitad de su rostro era tapado por una máscara, recordándole mucho a los últimos días de su padre, y su brazo y pierna izquierda estaban tapadas por vendas mientras él debía ir apoyándose para andar en uno de los sirvientes.

“Aegon, no voy a echarte nada en cara y si fueras solo tú, te delataria.” —Daenys le hizo un gesto a su dragón, Skypie para que se acercara a ellos.— “pero no a ellos.” —dijo mirando en dirección a los niños.— “tú podrás volar con lo que queda de tu dragón hacia donde quieras. Dejo que te marches. Pero no te lleves a los niños, no sigas con está guerra inútil. Te ha costado mitad de tu cuerpo, ya se ha cobrado a uno de tus hijos.”

“Daenys, por mucho que te quiera, no pienso dejar a mi único hijo y a mi hija con esa bastarda”

“No los dejas con ella, los dejas conmigo.”

“¡No puedo hacer eso!”

“Entonces no te marcharas tú tampoco. Aegon.”

Vio la duda en su rostro y con la ayuda de su maester comenzó a andar.

“Ella los matará, Daenys. No me puedes pedir eso.”

“Yo te prometo que no les tocará un pelo.”

Aegon se dio por vencido y lo vio marcharse, cada vez más lejos. No supo si lo volvería a ver pero de nuevo confiaba en ella, en plena guerra, y le confiaba sus seres más queridos.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO de permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora