20. Necesidades.

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Daenys no pudo mentirle. No a él. Él no era su hermano.

“Voy a ver a Rhaenyra.”

“¡No puedes ir a ver al enemigo!”

“¡No es el enemigo! Es mi hermana.”

“Daenys, debes tomar tu posición ya. No puedes estar en ambos bandos. Si te vas con ella, me dañaras a mí y a Aegon.”

“Aemond.” —se soltó de su agarre y se dio la vuelta hablando aún.— “recuerdo la primera conversación sería que tuvimos como prometidos. En ese momento todavía no lo habíamos hecho oficial, pero ya lo sabíamos. Que yo te escogería a ti.”

Daenys dió media vuelta para ver el mar. Y verlo a él de refilón.

“Me dijiste que contigo sería libre. Por favor, déjame ser libre. Déjame hacer lo que tengo que hacer.”

“No puedo dejarte ir. No, no puedo vivir sin ti en mi vida.”

“No puedo prometerte que volveré a ti. Pero si la vida así lo quiere, que tú y yo nos volvamos a ver, que así sea. Pero debo irme.”

Daenys comenzó a montar a Skypie. Supo que él no la detendría.

“Sea la situación que sea, la próxima vez que nos veamos. Te haré el amor.”

Fue lo último que le dijo Aemond. Ahora lo único que escuchaba era el aire golpear su dragón.

Y el viento se llevaba las lágrimas que caían por su mejilla hacia atrás. Por mucho daño que sintiera, ella no era la protagonista en ese momento.

Llegó a Rocadragón y todo el mundo parecía loco. No sabía lo que había ocurrido pero necesitaba saber que su hermana se encontraba bien.

“¡Rhaenyra! ¡Rhaenyra!”

Gritó caminando por los pasillos pero solo se encontró con su tío Daemon.

“¿Daenys? ¿Qué haces aquí?”

“He venido por mi hermana. ¿Dónde está?”

La buscó con la mirada pero el príncipe negó con la cabeza.

“Hace días que no sale de su habitación.”

“¿Qué ha ocurrido?”

“¿No te has enterado? Rhaenyra perdió a nuestro bebé hace unos días y hoy perdimos a Lucerys.”

“¿Qué?”

Daenys buscó equilibro colocando la mano en la pared, para no derrumbarse.

“Más bien quién.”

Daenys lo observó expectante.

“Tu prometido.”

Aemond había matado a su sobrino. Y no le había contado nada.

No sabía cómo podría arreglar su corazón tras habersele roto en miles de pedazitos. Ya no podía hacerle nada más.

“¡Rhaenyra!”

Gritó corriendo escaleras arriba.

Allí la encontró, tumbada en su cama, mirando a la nada.

Daenys se tumbó a su lado abrazandola y llorando en su pecho.

“Rhaenyra, ¿qué han hecho?”

“Daenys, ¿estás bien?”

Su hermana le devolvió el abrazo y ambas llorando en los brazos de la otra.

“Por favor, hermana, te necesito.”

Ya había escuchado aquella frase de su hermana antes. Había pensado que estaba exagerando, pero ahora era distinto.

“No te abandonaré de nuevo.”

Se levantó levemente para mirarla.

“Yo tampoco. Unámonos hermana. Como algo más, sé de mi bando y únete a mi hijo.”

“¿Cómo?”

“Daemon y yo ya lo habíamos hablado. Su compromiso ha quedado en el pasado, como el tuyo con el príncipe. Así que Jacaerys y tú os podéis unir en poco tiempo.”

“Tú no necesitas eso, Rhaenyra. Necesitas a tu hermana.”

“Si, pero mi hermana necesita estabilidad y un marido. Esos verdes se creen que pueden tenerte porque siempre lo han hecho. Pero ya no tiene porqué ser así. Y Jacaerys está en la edad perfecta ya. ¿Quién mejor que su tía?”

Daenys la miró a los ojos y no fue capaz de rechazarla, así que asintió con la cabeza.

“De acuerdo.”

Rhaenyra la abrazó y no la soltó en un buen rato.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO de permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora