7. Promesas.

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Daenys observaba como Aemond y Criston Cole entrenaban juntos. Había adelantado un poco su quedada porque quería verlo antes, en un ambiente más normal y no en aquel matrimonial en el que se forzaba a ver algo en ellos o en querer mostrarse de otra forma para gustarles.

Pero él ya había dicho que le gustaba. Eso era algo. Ella no podía decir lo mismo, quería gustarle y que él le gustará a ella porque podrían ser marido y mujer un día pero ella nunca se lo había planteado así. Aemond no era el primogénito del segundo matrimonio de su padre, y era un niño aún. Así que debía admitir que si había pensado de esa manera sobre Aegon.

Los dos eran tan distintos pero lo único en los que los había juzgado era en su edad. Ambos eran hijos del rey también, entrenaban para ser dignos, habían sido criados en la misma casa que ella. Entonces, ¿qué los diferenciaba?

Aemond terminó de entrenar siendo tumbado por Criston Cole y este lo dejó allí tirado. Daenys se dirigió hacia él para ayudarlo a levantarse pero él se quedó mirándole la mano.

“¿Vas a cogerla a no?”

Él se levantó sin cogerla y no se atrevió a mirarla a la cara. Daenys no comprendió su comportamiento tan serio.

“¿Qué te p-”

Aemond le agarró el rostro mirándola seriamente. Él era unos centímetros menor que ella pero en ese instante impuso su actitud.

“Yo no soy él. No te tocaré, ni te mancillare hasta que no estemos casados. Sé que soy menor que él y no me ves como un hombre pero me gustas como un hombre a una mujer y esperaré por ti.”

Era una necia, por supuesto que no se parecían en nada.

“¿Por qué hablas así? No me he decidido aún por ninguno. Ambos podéis ser-”

Él la volvió a interrumpir.

“Yo lo sé. Que él está primero en la lista. Todo es ventajas para ti sí te casas con él pero yo te puedo dar algo que él no y eso es-...”

Aemond perdió toda la valentía que había conseguido y no pudo terminar su frase.

“¿Cariño?”

Terminó por él.

“Y amor.”

Él miró hacia el cielo y volvió a hablar.

“Sé lo que te gusta el cielo, viajar, conocer otros lugares. Con él te encarcelaras entre las cuatro paredes del castillo. Conmigo podrás volar hasta el lugar más recóndito.”

“Aemond, Aemond.”

Le agarró el rostro para que la mirara pero él se alejó para que no lo tocará.

“¿Qué te ha dicho? Esto solo puede ser obra de él.”

“Él solo me dijo la verdad, pero yo también puedo hacerlo y te la acabo de contar.”

Ambos se quedaron en silencio mirando hacia el cielo.

“¿Me enseñarás tu espada?”

Sonrió y empezó a andar esperando que él la siguiera, sin tocarle sabiendo que la promesa que le había hecho sería inquebrantable.

Ambos perdieron la tarde riendo, bromeando y mirando hacia el cielo. En todo el rato sin pensar sobre sus obligaciones.

Y él no llegó a tocarla ni una vez. ¿Cómo puede ser que ella echara de menos algo que nunca había tenido?

En un momento se sintió como una pervertida, queriendo sentir el más mínimo roce entre ambos pero eso no llegaría.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO de permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora