10. Amor.

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Daenys observaba el viento mercer las hojas de los árboles. Cada una se movía a su manera, una más bruscamente, otra con suavidad, otras más rápido y unas más lento. Pero todas se movían con el paso del viento. Ese es el destino de una hoja, salir, mercerse y caerse para ser pisadas por algún mayordomo que pasaba a toda prisa.

“¡Daenys!”

Aemond llegó agitado, parecía venir corriendo. Pero no sé detuvo, la agarró por la mano y la llevo con él.

Ella observó la unión de sus manos. Hacia mucho que Aemond no la tocaba. No era nada sexual, nunca había sido así. Pero desde pequeños se daban la mano, la chocaban o jugaban.

Esta vez, con solo un pensamiento, todo su cuerpo tembló. Tembló ante la idea de que él algún día la tocara con otras intenciones. Pero eso le recordaba la promesa que le había hecho.

Aegon le ofrecía todo ahora, incluida su relación física. Incluso sin casarse. Pero Aemond era respetuoso y estaba segura que ahora la tomaba de la mano porque había olvidado por un momento su promesa por algo que llamaba a su emoción mucho más.

“Debes ver esto.”

Aemond la llevó a poza dragón, pero no habían entrado, se habían quedado fuera.

“¿Qué es esto?”

Él levantó la mano hacia una dirección, ella vio aquella especie de contenedor negro.

“Ahí tiran los huevos de dragón a los que han perdido toda esperanza de que eclosionen alguna vez.”

“¿Cuando se pierde la esperanza de que un huevo eclosione?”

Daenys se acercó al contenedor y un huevo color azul llamó su atención. Lo agarró y lo abrazó contra su pecho.

“Está frío.”

“Por eso tiene ese color.” —Aemond bromeó dándose la vuelta.— “vamónos antes de que se den cuenta de que cogimos un huevo.”

Ella le siguió el paso aún observando el huevo.

“¿Qué más daría? Ellos lo tiraron ahí.”

Llegaron a una roca pérdida en el camino, donde se sentaron juntos.

“Pero ellos podrían convencerte de volver a dejarlo ahí.”

“¡Nunca!” —se abrazó más fuerte al huevo y Aemond sonrió.—

“Sabia que te iba a gustar la idea. Así verás que tu dragón es tu familia y tu compañero.”

“Gracias.”

Ambos se quedaron mirando al otro. Daenys no supo saber si ella tenía la misma sonrisa tonta que le dirigía Aemond ahora. Pero no le importaba, porque sentía estallar su corazón de emociones.

Su rostro se movió solo y se acercó al de él segura, cerrando los ojos. Cuando no llegó a tocar ningunos labios, volvió a abrirlos para ver a Aemond de pie mirando hacia el cielo.

“No lo hice por eso. No quiero nada a cambio y...”

Daenys se levantó para ponerse frente a él.

“No, no, no. No fue por eso. Solo sentí que quería hacerlo y... quise hacerlo.”

“No te voy a tocar. Si vas a ser la esposa de mi hermano, o si vas a ser la mía. Sería deshonrarte y deshonrar la promesa que te hice.”

Aemond se dio la vuelta y comenzó a andar rápido. Daenys se quedó estática en su sitio, avergonzada por haber sido rechazada. Apretó el huevo más contra su pecho.

No quería hacerle sentir mal. Había sido un movimiento de sus más bajos instintos. Sin pensar, de forma pasiva, su cuerpo por si solo había decidido que ese debía ser su siguiente movimiento. Como si de respirar se tratara.

Acaso, ¿eso era el amor?

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO de permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora