40. Por mi familia.

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Daenys se asustó, al igual que Aemond. Había sido durante unos minutos pero la princesa se había desmayado y no solo eso, había vomitado la primera comida del día.

Ella había dirigido la mano hacia su vientre. Asustada de llevar un hijo en él.

“No puede ser, ¡no, no, no!” —Daenys gritó sobre la almohada.—

Aemond se sentó justo al lado de ella y le tocó suavemente la cabeza.

“Daenys, no te exaltes. No tiene porqué ser de él.”

“¿Y cómo lo sabes?” —se sentó mirándolo con lágrimas aún en los ojos.—

“Porque es muy pronto. Si hubiera sido de él, los síntomas no serían tan tempranos. Pero puede ser...”

Daenys lo miró durante unos segundos.

“Lo más seguro es que sea de tu esposo.”

“También puede ser tuyo.”

“Pero eso no importa ahora. Necesitamos un plan para que él no lo sepa. Ni nadie se enteré de que no llegaste intacta al matrimonio. Si llega a poder publico, podría hacerle daño a tu nombre...”

“Eso me da igual.”

“Y al de tu hijo.”

Daenys bajo la mirada mirándose el estómago plano y lo acarició con ambas manos.

“De acuerdo. ¿Qué planeas?”

“Te casaras con él.”

Ella negó con la cabeza.

“Por favor, Aemond.”

“Escuchame, Daenys. No te tocará. Lo prometo. Te casaras con él e irás al encamamiento.”

“Entonces él me tocará.”

“Será por unos instantes.” —admitió.— “pero entonces se morira.”

“¿Qué?”

“Así podremos decir que el hijo es de él, de tu matrimonio con él y cuando encuentren su cuerpo en la cama, culparemos a los coperos de la boda.”

“Pero, no entiendo. ¿Cómo vas a envenenarlo en la cama?”

“Déjalo en mis manos, Daenys. Confía en mí.”

Aemond salió de su habitación, dejándola pensar a solar, mirando hacia el techo, con las manos en su vientre.

Estaba embarazada. Tendría un hijo, o hija. Casi agradecia a los dioses por haberse mostrado tan pronto, si hubiera cualquier duda no sabría si ella pudiera querer un hijo de él.

Con aquel pensamiento, aliviada por tener un hijo de su esposo, Jacaerys, o de su ex-prometido, Aemond, cerró los ojos descansando.

La boda entre Aegon y ella se llevo unos tres días más tarde, fue cuando Aemond volvió a su habitación. Justo cuando ya estaba vestida para su boda.

“¡Aemond!” —se acercó a él.—

“Vuelvete a desnudar, Daenys.”

“¿Qué?” —se tapó con las manos.—

“Te vamos a rociar esto por todo el cuerpo. No será maligno para ti, ni para tu bebe. Solo para que el que lo ingiera.”

Daenys comprendió su plan y se desnudó sin ningún deparo ante él.

“Traje esto.” —le ofreció una brocha.— “así podrás esparcirlo mejor.”

La agarró embarrandola entera con aquel líquido mortal y llego a su boda con otro rostro más feliz. Hizo la promesa ante los siete confiada en que aquel matrimonio no duraría, comió junto a su nuevo esposo con la hambruna de una leona y cuando llegó el momento del encantamiento realzó los celos del rey.

“¿No querrás que ellos me vean desnuda?”

Con una cosa tan simple el rey la llevó a solas a la habitación. Y aunque Daenys sintió repulsión cuando él comenzó a tocarla, fue la primera vez que sintió placer cuando la desnudó y sintió su patética lengua sobre sus pechos. Lugar que más había embarrado sabiendo el tiempo que él había ocupado la última vez en ellos.

“¿Daeny?”

Miró hacia abajo viendo al rey agarrándose el cuello y el color de su rostro cambiar.

“Esto es por mi hermana, por mi familia, por mí y por mí hijo.”

Él intentó levantarse para pedir ayuda pero era demasiado tarde. Cayó delante de la puerta, intentando abrirla, sin vida.

Daenys se levantó, epatica, sin dirigirle la mirada, para meterse en la bañera para lavarse con él agua fría que ya había dejado antes.

Cuando escuchó los toques en la puerta, y aquel ritmo que habían decidido los dos. Un toque, dos, tres, y esperar un segundo para el cuarto.

Estaba segura de que era Aemond.

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🚦 Historia de mi invención basada en la Danza de dragones que se encuentra en la obra de Fuego y Sangre de George R.R Martín. ¡NO se permite su copia!

Daenys, la azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora