Capítulo 8

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A veces un pequeño detalle puede arreglarte la mañana, e incluso el día. Había sido una mañana estresante, de las peores que recordaba en años el pecoso. Como de costumbre, se había saltado incluso la hora del almuerzo para acabar cuanto antes con los preparativos del nuevo plan de ventas que comenzarían en septiembre, pero esa fue una reunión que tuvo tras otras cuatro. Por otro lado, Kid no paraba de llamar a su teléfono personal y sabía que aquello sería para echarle la bronca por dejar toda la furgoneta llena de pelos de perro, pero no pudo negarse cuando vio a _____ sonreír junto a ese grandullón. Sonrisa que observaba desde la pantalla de su móvil. La cuenta oficial de Instagram de la protectora a la que fueron el día anterior había subido el final feliz de Winter con su nueva familia. En el pie de foto habían explicado la historia del perro y cómo de la nada le nació una familia. Y ahí estaba ella, agachada abrazando a un Winter que casi parecía sonreír junto a ella. Aquel detalle hizo que la tensión que sentía se disipase poco a poco, que relajase los hombros y se quedase embobado observando el rostro feliz de la joven.

Otra llamada del desquiciado pelirrojo interrumpió su momento de relajación. Esta vez no se limitó a esperar que cortase la llamada fingiendo no darse cuenta, la rechazó.

Unos golpes en la puerta llamaron su atención, pero antes de responder Nami ya había entrado.

— Aquí tienes el informe de la reunión que me pediste, Kid va a entrar en unos diez segundos enfadado y yo me voy dos horas antes que he quedado con Vivi. ¡Mañana Shirohige quiere verte a las 10:00 en su despacho! —gritó ya huyendo lo más veloz que podía correr aquella pelinaranja.

— ¡¡Nami no puedes irte dos...!!

— ¡Sigo teniendo las fotos! —le recordó a lo lejos la recurrente amenaza que usaba para hacer lo que le daba la gana con los horarios del trabajo.

Portgas suspiró y se inclinó en su silla dándose por vencido. La amenaza de las fotos era un constante desde que las tuvo en su posesión, tenía que librarse de ello.

— Al menos sigue haciendo su trabajo perfectamente. —se consoló a sí mismo observando el informe perfectamente estructurado y sencillo para comprenderlo fácilmente que la pelinaranja había elaborado en tan solo 15 minutos.

Un portazo lo volvió a sacar de sus pensamientos. Vio a un pelirrojo completamente furioso acercándose a él.

— ¡¿Se puede saber qué hiciste ayer con mi furgoneta?! ¿¡Meter un caballo!? ¡Está llena de pelo por todas partes!

— No es tuya, — le recordó en un intento de disipar su enfado— es de la empresa.

No funcionó.

— ¡Es mía mientras tenga que ser yo quien la limpia! ¡Escúchame bien, Portgas, no me vuelvas a pedir un favor! ¡Es que si pudiese te despediría! ¡Cómo no puedo te golpearé en cuanto salgamos de este maldito edificio! ¡Eso haré!

Ace se frotó la cara con ambas manos y suspiró cansado echándose sobre su mesa.

— Metí un perro. —resumió cortando los gritos que parecían incesantes—¿Quieres verlo?

La respuesta dejó sin habla a Eustass, porque a pesar de su temible apariencia, el pelirrojo adoraba a los perros y más si eran enormes. Ace lo sabía y no dudó en usarlo para aplacar su enfado.

— ¿Es grande? ¿De pelo largo? —cuestionó emocionado y ansioso sentándose frente a él.

Ace le ofreció su teléfono móvil con la fotografía aún en la pantalla, sonrió al ver la emoción de Kid aumentar.

— ¡Un mastín español! Qué porte, qué cara, qué...—se detuvo unos segundos entrecerrando sus ojos levemente—¿Esta es De Luca? Qué mujer tan guapa. —añadió finalmente observándola también.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora