Capítulo 20

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El timbre de su casa sonó insistentemente tantas veces que había logrado despertarla, pero con un humor de perros. Era lunes y ese día era el último de sus vacaciones hasta las navidades, sin contar las fiestas nacionales que había en medio. El día anterior se acostó tarde porque las chicas se marcharon de vuelta al pueblo casi a las once después de cenar.

— ¿Quién mierda se digna a molestar a las siete y media de la mañana? —se quejó frotándose los ojos.

Sin molestarse en disimular que estaba recién levantada, se dirigió con su enorme pijama de vaquitas y su pelo recogido en un torpe moño despeinado hacia la puerta principal seguida de Winter. Josefino había decidido que quien estaba llamando a la puerta no era digno de su presencia, por lo que no se había movido de debajo de las mantas de la cama.

La semana con sus amigas había transcurrido horriblemente rápido a pesar de que estuvieron prácticamente encerradas todos los días excepto Boa, quien solo iba y venía de la empresa para las sesiones de fotos. Por lo demás, habían decidido mantenerse en casa tranquilas para tranquilizar a la prensa, tal y como les aconsejaron los chicos. Boa se lo tomó al pie de la letra porque no quería más noticias sobre ella.

No obstante, estar encerradas en casa no fue sinónimo de no tener contacto con nadie del exterior, pues Ace y Marco las llamaban diariamente para ver cómo estaban e incluso una noche hicieron una vídeollamada con Ace, Sabo y Marco mientras cenaban todos juntos.

Por otro lado, Ace y _____ se comunicaron constantemente por WhatsApp, se contaban las tonterías que iban haciendo diariamente, se pasaban los enlaces de noticias sobre ellos mismos e incluso los tweets en los que se bromeaba sobre ambos o se contaban atrocidades falsas.

Había sido una semana muy entretenida y no le apetecía volver a su aburrida realidad ella solitaria en su piso. Lo único que la consolaba eran Winter, Josefino y... ¿A quién iba a engañar? Tener a Ace cerca la consolaba y mucho.

Abrió la puerta con mala cara sin esperarse que al otro lado estuviese el motivo de su encierro.

— Buenos días. —  la saludó regalándole una de sus mejores sonrisas, pero ella no pudo verlo porque volvió a frotarse los ojos ante la luz blanca que iluminaba todo el rellano.

— Ace, no son ni las ocho de la mañana. ¿Qué haces aquí?

— ¿Has desayunado? —preguntó contento mirándola de arriba abajo, le parecía una imagen tierna. Sus ojos entrecerrados, su cara reflejando todo el sueño que tenía... La joven se sonrojó al percatarse de su apariencia, pero ya no podía hacer nada para remediarlo.

— ¿Te parece que estuviese desayunando? Es mi último día de vacaciones, quiero descansar un poco y...

— Por eso mismo. Vístete que te invito a desayunar.

— Ace, —le dedicó un pucherito infantil que le resultó adorable— quiero dormir.

— Te llevo a lo de Sanji.

Aquello indudablemente consiguió despejar todo el sueño que tenía.

— Es una oferta prometedora. ¿Me dejas dormir media hora más?

— Tengo que llamar después a Boa para darle la noticia de que será la imagen de la empresa para la siguiente temporada y aparecerá estas navidades por todo el centro de la ciudad como mínimo. Queremos incluso llevarla a desfilar a Milán. —  ella se quedó boquiabierta de la emoción— Venga. ¡Vístete! Me apetece desayunar con mi amiga y celebrar que a su otra amiga le van a ofrecer un pastón.

Aquello le hizo mucha ilusión. Ace era su primer amigo desde que se había mudado, y aunque habló de más días atrás, en esos momentos no se arrepentía de haberse sincerado. Además, realmente le apetecía celebrar la noticia de su amiga. ¡Desfilar en Milán! Boa se moriría de ilusión al saberlo.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora