19. Cenicienta.

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ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 19

ᴄᴇɴɪᴄɪᴇɴᴛᴀ.

Narra Sadie

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Narra Sadie

Sentí el aire chocar contra mi cara. Cerré mis ojos para sentir cómo la suave brisa me ponía los pelos de punta debido a un escalofrío. Me encogí y abracé mis brazos para tratar de espantar el frío gélido de la calle. Debí haber pensado que iban a bajar las temperaturas a medida que la noche se extendía.

De reojo, la vi quitándose su chaqueta vaquera negra y enseguida me tocó el hombro para llamar mi atención. La miré y ella me ofreció la vestimenta, quedándose solo con una simple camiseta fina. Negué con la cabeza y esbocé una pequeña sonrisa.

―Póntela, te vas a congelar ―le ordené y ella rodó los ojos.

Tomé la chaqueta y ella soltó un suspiro de alivio al saber que no tendría que insistir más. No obstante, le pedí que extendiera sus brazos y ella, con el ceño fruncido, me hizo caso. Entonces, le coloqué de nuevo la chaqueta.

―Así estás mejor ―murmuré y le di unas palmaditas en el hombro.

―La chaqueta era para ti, no para mí ―refunfuñó y se metió las manos en los bolsillos.

Seguimos caminando por las calles en un completo silencio. En lo poco que la conocía, es decir, nada, pude darme cuenta que era una chica de pocas palabras. Quizá le gustaba el silencio y, por ello, no quería molestarla

Esa chica, cuyo nombre aún no sabía, solo la primera letra, se ofreció a acompañarme hasta casa. Se negaba a dejarme sola en estas calles tan oscuras y mucho menos después de lo ocurrido. Su amigo, que creo recordar que se llamaba Louis, dijo que podría llevarme, pero, según ella, lo mejor sería que ellos acudieran ya a la quedada con su grupo y que se curaran las heridas de la cara. Ella también necesitaba que la curaran, pero se negó a ir y también a llevarme a ese lugar con ellos.

―Espera ―le pedí y me detuve, apoyando mi mano en una farola y moviendo las puntas de mis pies con dolor. Ella se paró junto a mí y me miró preocupada―. Solo me duelen los pies de tanto andar ―le hice saber con una pequeña sonrisa y ella asintió.

―Vamos a sentarnos en el banco entonces ―sugirió caminando hacia allá y yo la seguí, sentándonos en ese sitio.

―Gracias de nuevo ―murmuré para romper el silencio, llamando su atención―. Por ayudarme con esos chicos...

―No sé qué se les pasa por la cabeza como para perseguir a alguien de esa forma ―bufó, acariciando sus manos y evitando mi mirada―. Solo espero que hayan aprendido la lección.

―Y yo ahora solo espero que tu nariz ya haya dejado de sangrar ―bromeé un poco, pero ella seguía seria, borrando mi sonrisa―. A ver, déjame comprobar cómo la tienes.

Stranger Feelings (Sadie Sink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora