34. Tú no eres mi cojín.

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ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 34
ᴛᴜ ɴᴏ ᴇʀᴇꜱ ᴍɪ ᴄᴏᴊɪɴ

ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 34ᴛᴜ ɴᴏ ᴇʀᴇꜱ ᴍɪ ᴄᴏᴊɪɴ

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Narra Sadie

Le aconsejé a Blair que sería mejor que descansara. Su cuerpo ahora está en un límite muy alto en el que le está avisando que algo en su interior se ha alterado. Por ello, necesitaba tranquilizar y controlar ese caos para bajar la fiebre. Sin embargo, ella, a pesar del cansancio, se negó. Mi ceño fruncido demostraba la confusión, ya que se le notaba las ojeras de no haber dormido y seguramente el sueño estuviera a la vuelta de la esquina, pero ella aun así decía que no tenía ganas de dormir.

Se quedó tumbada boca arriba en la cama. Estaba mirando al techo con una mano en su abdomen y el brazo herido apoyado en el colchón. Nuestra burbuja se contaminó de un silencio y, aunque para mí no fuera incómodo, quizá a ella le estuviera jugando una mala pasada, como me dijo.

―¿Te encuentras mejor? ―quise averiguar y además también dar conversación.

―Obvio, ha sido una experiencia inolvidable ―ironizó.

―Blair, no quiero ser una carga ni nada, pero creo que deberías dormir un poco ―le repetí, ganando una mirada de sus ojos. Ella solo resopló―. Es solo descansar un poco, nada del otro mundo ―opiné y ella se mordió el labio―. Así te bajará la fiebre...

―Estoy bien ―contestó ella con seriedad.

―¿Ah, sí? ―cuestioné con una ceja alzada.

―Todo lo bien que se puede estar cuando tu cabeza quiere explotar, tienes ganas de potar por tantos escalofríos y parece que me han clavado algo en el brazo ―respondió con sarcasmo―. Ah, lo último resulta ser cierto ―murmuró con una mueca en sus labios―. Bueno, y todo ―suspiró.

La cara se me entristeció con nada más verla en ese estado. Inconscientemente y estando sentada en la cama, me tumbé en el colchón de lado. Blair se percató de mi acción y se giró, quedando también de lado, cara a cara conmigo. Por suerte, su brazo malo no era el que estaba apoyado en el colchón.

Me quedé observándola por un rato. Sus facciones se encontraban intranquilas e incluso casi enrojecidas por la fiebre. El brazo con el que estaba apoyada en el colchón se encontraba doblado y la mano no paraba de juguetear con su propio mechón de pelo, demostrando sus nervios. Sus ojos mostraban cansancio, tristeza e incluso dolor, el mismo que le proporcionaba el brazo herido y la fiebre.

Su respiración parecía forzada, como si no pudiera más con su cuerpo, el cual no paraba de tener escalofríos, haciéndola tiritar del frío. Ojalá taparla con una manta para calmar esa gelidez, o incluso abrazarla y proporcionarle calor corporal. No obstante, para la fiebre lo peor que se podía hacer es otorgar más leña a la gran temperatura de tu cuerpo.

Stranger Feelings (Sadie Sink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora