Blair Dyer es una chica que fue abandonada desde muy pequeña por sus padres en un orfanato y adoptada por su nueva familia, quienes intentaban darle una vida mejor. Sin embargo, Blair se metió en vicios para poder evadirse de la realidad y no será u...
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Narra Sadie
Después de recoger el encargo de comida que habíamos hecho, abrí la puerta del coche de Blair y me senté en el lado del copiloto. Ella arrancó el motor y empezó el viaje a ese sitio misterioso al que me quería llevar. Durante el recorrido se podría decir que había algo de silencio en nuestra burbuja, como antes, y no sabía qué decir para que esta se rompiera. Giré mi cabeza para mirarla y se la veía bastante concentrada a la carretera. Se paró en un semáforo en rojo, quedando con una mano en la palanca y con el codo del otro brazo apoyado en la ventana, apoyandose ahí su cabeza.
El sol ya se había escondido por el horizonte hace un buen rato y la oscuridad de la noche con la brillante luz de las estrellas reinaba en el ambiente, además de las farolas y los focos de los automóviles. La luna llena podía verse desde la ventana de la parte de Blair, creando una especie de claroscuros en su rostro.
—¿Todo en orden? —pregunté, captando su atención.
—¿Um? —me miró. Parece que estaba tan metida en sus pensamientos que ni siquiera pudo escucharme bien.
—¿Va todo bien? —repetí con una sonrisa sincera.
—¡Ah! Sí, claro, ¿por qué no? —se colocó recta en el coche y me sonrió también, aunque su sonrisa fue fugaz, como las tipicas del principio de conocernos.
—¿Y aún no se puede saber a dónde me llevas? —quise cambiar de tema ya que no quería agobiarla con mi insistencia y también para que no nos rodeara un nuevo ambiente silencioso que le permitiera seguir sumergida en sus pensamientos negativos.
—Sorpresa —siguió con su secretismo y arrancó el coche de nuevo cuando el semáforo se puso en rojo.
—¿Acaso me vas a secuestrar? —inquirí de broma.
—Pues no, la verdad —rio—. Mi principal objetivo es hacerte feliz, por lo que secuestrarte no estaba en mis planes, pelirroja.
—¿Quieres hacerme feliz? —pregunté, sorprendida, y me giré un poco en el asiento, quedando de lado para poder verla con mejores perspectivas.
—Después de explotarte para hacer ese mísero trabajo, sí —contestó y giró el volante para dirigirse a otra calle—. Por cierto, ¿cómo vas con la cabeza? Es decir, ¿te duele? —me miró un poco de reojo y luego volvió a centrar la vista en la carretera.
—Ahora estoy como nueva —respondí con una sonrisa—. A ti no te ha dado más fiebre, ¿no? ¿Y las heridas?
—Por suerte ya está todo bien —suspiró—. Aún falta por curarse las heridas más grandes y los moratones de la cara poco a poco se van camuflando —explicó y empezó a estacionar el coche—. Por lo que se podría decir que ya mismo tendré todas las vidas recargadas del juego y podré subir de nivel —bromeó tras haber parado el motor del coche y me miró con una sonrisa burlona.
