Extra inesperado (p.1)

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El chico pelinegro miraba a su alrededor sorprendido por la cantidad de personas que lo rodeaban. Los veía muy concentrados viendo hacia el frente, incluso algunos al parecer conversaban entre ellos.

Unos golpes algo bruscos en su hombro derecho lo hizo dar un pequeño saltito por el susto. Se giró lo suficiente para ver quién lo había tocado.

-¿Puedes quitarte de enfrente? No nos dejas ver -gruñó otro chico más pequeño, quien se sintió algo incómodo debido a que la mirada del pelinegro se puso en sus labios -¡Que sujeto más raro!

Levantó su puño a modo de amenaza para alejarlo. El chico abrió sus ojos producto de la sorpresa dando un par de pasos hacia atrás. De repente todas las miradas estaban puestas en ellos. Finalmente el asunto se resolvió cuando el pelinegro terminó parado al final, como siempre apartado de todos. De todas manera no era algo que le molestara pues ya estaba acostumbrado a ser aislado así.

Vio cómo todos comenzaban a abandonar el lugar lentamente, así que supuso que él también debía hacerlo.

"Sigue a los demás" recordó lo que sus padres le habían explicado antes de participar en aquella ceremonia.

Su rostro se sonrojó furiosamente al ver que la gran mayoría comenzaba a desvestirse. Nadie la había advertido de eso.

-¿Estás seguro que eres un omega? -preguntó alguien a su lado, pero no recibió respuesta -Tu ego es tan grande como tu estatura.

Hiro se volteó para ver hacia donde todos miraban y se percató que él era nuevamente el foco de atención. Una idea cruzó por su cabeza. Tal vez estaban esperando que él también se desnudara.

-¿Será un beta? -preguntó un chico al ver su cuerpo -Nunca había visto un omega así.

El pelinegro se sintió aún más avergonzado. Quizás no tenía que quitarse la ropa. Decidió transformarse rápidamente en lobo para que así por lo menos pudiera ocultar su desnudes. Suspiró aliviado al ver que los demás ya dejaban de ponerle atención.








El lobo color mostaza se movía por el bosque totalmente desorientado. No conocía ese lugar, y le aterraba la idea de que algún animal pudiese emboscarlo por la espalda, así que cada cierta distancia volteaba a mirar hacia atrás para asegurarse de que no lo estuviera acechando.
Vio a lo lejos lo que parecía ser un buen escondite. El sitio estaba cargado de feromonas y su sensible nariz estaba congestionada por ellas, y ya estando en ese lugar podría escapar un momento de los diferentes y cargados aromas.

Con mucho cuidado revisó el interior de la cueva, sacando de allí un par de víboras que intentaron morderle. Agredeció tanto a su abuelo Manjiro y su tío Jun por enseñarle a deshacerse de aquellas alimañas, y a ser más independiente en lugares como bosques.

Se ubicó hasta el final de la cueva, sobre una especie de colchón de hojas. Lamentaba mucho arruinar el trabajo de quién fuera que había hecho esa cama, pero estaba cansado. Si el dueño del lugar regresaba, se iría sin armar escándalo tan rápido como pudiera. Resopló fuete con su nariz y logró captar un pequeño aroma a algo que nunca antes había olido. Era muy agradable. Se movió por la cama tratando de captar donde pudiera sentirse mejor el olor.

Pudo ver cómo alguien se asomaba fuera de la cueva, por lo que debía ponerse en alerta. Pero el aroma lo había cautivado a tal punto que lo distraía.

-¿Quién está ahí? -preguntó el sujeto desde fuera al percatarse de la presencia de alguien en el interior de la cueva.

Hiro se encogió un poco en su lugar al verle entrar con paso seguro ¿Dónde estaba su tío Jun para protegerlo en momentos como éstos? Sabía que estaba participando de la ceremonia y que contaba con que se lo encontraría por allí, pero el alfa no había dado luces de existencia.

-Puedo oler tu miedo... -dijo acercándose poco a poco al lobo color mostaza, que cada vez se iba haciendo más pequeño en su lugar -No te asustes. No te haré daño.

El omega lloriqueó cuando el sujeto levantó sus manos. Seguramente iba a golpearlo. Ni siquiera pudo reaccionar a morderlo para evitar que una de sus manos lo tocara. Pero en cambio recibió unas cuantas caricias en su cabeza. Abrió sus ojos sorprendido. Siempre que estaba en contacto con otras personas, ya fueran alfas, betas y omegas, lo lastimaban de forma física y/o psicológica. El chico había aprendido a leer los labios y podía ver la manera cruel en la que se expresaban los demás de él. Hiro también había sido golpeado muchas veces por quienes no sabían de su condición y creían que los ignoraban a propósito.

-Te dije que no te haría daño -susurró acariciando aún su cabeza con delicadeza.

El lobo mostaza movía efusivo su esponjosa y blanca cola, herencia de su abuelo Chifuyu. Se sentía muy bien ser tratado de forma amable por alguien más que no fuera de su familia.

-¿Eres extranjero? -preguntó el chico acuclillándose frente a él para hablarle a su altura -Siento que te hablo y no comprendes.

El lobo movió su cola con mayor emoción, ahora podía leer sus labios y comprender sus palabras. Sacudió su cabeza para negar y así responder a su pregunta. Para dejarle en claro tocó insistentemente con su pata una de sus orejas, hasta que el chico finalmente lo entendió.

-¿No puedes escucharme? -preguntó con la cabeza ladeada.

Hiro asintió con su cabeza luego de leer sus labios. El chico sonrió con tristeza. Ahí estaba esa maldita sonrisa con la cual las personas expresaban sentir lástima por él. El omega bajó sus orejas y dió un par de pasos hacia atrás, rechazando seguir siendo acariciado por ese tipo.

-Los demás debieron haber sido muy duros contigo ¿Verdad? -preguntó respetando su espacio.

Hiro se recostó sobre la cama de hojas, gimoteando. El chico había dado justo en el clavo, y además no sentía lástima de su condición, sino de lo que había tenido que vivir gracias a ella. Vio cómo el sujeto comenzaba a encender una pequeña fogata cerca.

-La gente puede ser muy cruel con aquellos que no son como ellos -decía avivando la pequeña llama que había logrado encender, asegurándose de que Hiro pudiera leer sus labios -Les es difícil aceptar las diferencias.

El omega logró captar dos cosas en ese momento. El primero era que el dueño del aroma que tanto le había gustado, que estaba impregnado en las hojas, era aquel sujeto frente a él. Y lo segundo fue su mirada bicolor y una gran mancha blanca en uno de sus ojos.

Lo Salvaje en la Sangre [Tokyo Revengers] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora