Armiño

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Un anciano se interpuso en su camino mientras avanzaba por una larga calle repleta de comerciantes.

—Hijo, ese animalito que traes es muy curioso— comentó apuntando al armiño de blanco pelaje que dormía estirado sobre su hombro— ¿Cuánto quieres por él?

—Disculpe, señor. Pero mi amiguito no está a la venta— dijo nervioso tomando al pequeño animal para meterlo dentro del bolsillo de su abrigo.

El hombre siguió insistiendo, pero no recibía la respuesta que buscaba. De pronto metió la mano dentro del bolsillo del chico con la intención de sacar al animalito y llevárselo consigo, pero a cambio recibió una fuerte mordida. El armiño asomó su cabeza con curiosidad y volvió al interior para continuar con su siesta.
El muchacho se apresuró en salir del lugar asegurándose que nadie intentara quitarle al animal. Cuando estuvo seguro de que nadie le seguía o que le miraba, metió su mano dentro de su bolsillo y se quejó al recibir una mordida en uno de sus dedos.

—No seas así conmigo, Izana— dijo sacando al armiño colocándolo en el suelo.

—¿Por qué no me vendiste? Estoy seguro que te mueres por deshacerte de mí— dijo cruzándose de brazos desviando la mirada.

—No quiero deshacerme de ti— dijo sujetando el puente de su nariz con sus dedos—. Sólo estaba buscando un bolso más grande donde poder llevarte conmigo.

El chico peliblanco le miró desconfiado, pero luego de transformarse escaló por la pierna del menor y se las ingenió para volver a su bolsillo. Kakucho suspiró frustrado. A veces le era muy difícil comprender las actitudes o acciones del cambia formas.

 A veces le era muy difícil comprender las actitudes o acciones del cambia formas

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—Oye, tú... Eres realmente aburrido— dijo Izana sentado en una rama alta del árbol donde el menor descansaba recostado bajo su sombra.

—Si lo deseas puedes marcharte y encontrar una aventura— respondió con los ojos cerrados con su chaqueta cubriéndose el rostro.

El chico moreno se transformó sólo para saltar de la rama directo al abdomen del otro, chillando a modo de risa al escucharlo quejarse de dolor.

Kakucho no entendía porque ese tipo lo había escogido para torturarlo. Recordó el día en que Izana literalmente le saltó al hombro cuando paseaba por una pequeña aldea y de ahí no se separó de su lado. Al principio creyó que sólo se trataba de un simple animal, pero cuando despertó un día y se encontró con un chico de piel morena y blanco cabello a su lado, y para que la situación fuera más rara aún, se encontraba completamente desnudo. A través de sus viajes descubrió que para los cambia formas era muy normal la desnudez pues así era más fácil poder transformarse.

Salió de sus pensamientos cuando el armiño mordió el dedo pulgar de su pie descalzo.

—¡Déjame descansar, maldición!— gruñó arrojándole la chaqueta encima al animal y de esta manera poder capturarlo más fácil y sin que le mordiera.

Huellas [Tokyo Revengers] [omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora