Sensaciones extrañas

1.7K 257 32
                                    

Keisuke gruñó golpeando la puerta molesto al ver que en su habitación ya no había nadie. El serval se había escapado por la ventana cuando fue en busca de algo para comer.

—¡Ese estúpido animal!— gruñó desvistiéndose.

Kazutora y la anciana se asomaron a mirar qué había ocurrido para sacarlo de quicio en esa oportunidad.

—Lo traeré de regreso...otra vez— dijo tomando su forma animal para saltar por la ventana.

Aún no lograba entender porqué Chifuyu, cómo se había presentado el chico con la anciana, iba una y otra vez hacia la aldea donde lo lastimaban y rechazaban, siempre llevando consigo algún animalillo que robaba de la bodega de la aldea donde vivían Kazutora, la anciana y él.

Encontró al serval sentado sobre una roca, con la mirada fija hacia la aldea cercana. Entre sus patas estaba una gallina que Keisuke reconoció como una de las que había cazado el día anterior.

—¿No te cansa que te golpeen tanto?— preguntó esquivando un zarpazo del felino—. Todavía no te recuperas de la herida que te hicieron con una flecha.

El serval tomó la gallina y continuó su camino. Baji sólo debía aguardar hasta que tuviera salir al rescate del otro felino.

Keisuke regresó con el chico en sus brazos, quien se mantenía en silencio con esa expresión de tristeza casi permanente en su rostro.

—Mis niños— dijo la mujer al verlos entrar a la casita.

Kazutora apareció tras la mujer con una expresión de curiosidad. Necesitaba saber dónde habían lastimado en aquella oportunidad a Chifuyu.

El chico ya llevaba casi cuatro meses desde que comenzaron a acogerlo en su hogar cada vez que lo herían. Pero esa vez era diferente. Chifuyu después de ser colocado sobre la cama de Keisuke se aferró a su cuerpo y comenzó a llorar, quebrándose su máscara de seriedad y fortaleza.

—¿Por qué no me quieren?— preguntó entre desgarradores sollozos.

Baji miró al resto de los integrantes de su familia quienes eran testigos de una triste escena. La anciana fue en busca de una manta más, específicamente la que utilizaba con el par de revoltosos cambia formas cuando eran pequeños y tenían pesadillas, para poder cubrir al Chifuyu con ella pues se veía que Keisuke no sabía cómo reaccionar ya que no movía ni un músculo.

—Mañana le dolerá el cuerpo de tan tenso que está— bromeó Kazutora conteniendo la risa a duras penas. La mujer lo regañó y lo obligó a ayudar a Keisuke con Chifuyu.

El chico de malas ganas accedió entrando a la cama para poder contener en un abrazo al otro muchacho que aún lloraba desconsolado. Keisuke reaccionó cuando fue liberado y vio que Chifuyu comenzaba a calmarse en los brazos de Kazutora. Y algo en su interior no se sintió bien por presenciar aquello. Se apresuro en colocarse las prendas que había dejado atrás cuando decidió ir en buscar del serval negro, y salió apresurado de su habitación.

Caminaba por la pequeña sala tratando de comprender qué era exactamente lo que sentía. La anciana apareció en la misma habitación después de asegurarse que Chifuyu se hubiese calmado del todo y que durmiese plácidamente aferrado a un muy fastidiado Kazutora.

—Creo que desahogó todo su sufrimiento— dijo la mujer sentándose en uno de los dos sofás de la sala, quejándose ligeramente del cansancio y el dolor en sus articulaciones— ¿Qué sucede, cariñito?

La anciana notó la inquietud en Keisuke desde que estaba en su propia habitación, pero debía abordarlo con mucho cuidado ya que el chico era como una ostra, si se hacía algo que no le gustase (como hablar de sus sentimientos) se cerraba al diálogo y prefería olvidar el tema para no sentirse peor.

—No lo sé— dijo después de pensárselo mucho—. Y eso me inquieta.

—¿No te agrada que te quiten la atención de Kazutora?— preguntó la mujer estirando sus manos hacia el chico que las tomó de inmediato—. Ya verás que pronto aparecerá por aquí, y se quejara por lo que tuvo que hacer.

Keisuke suspiró sentándose en el suelo entre las piernas de la mujer, permitiéndole acariciar su largo cabello. Eso siempre lo reconfortaba desde que era un niño.

—No estoy seguro si es por Kazutora— susurró en voz baja sabiendo que la mujer no le escucharía a ese volumen.

—No estoy seguro si es por Kazutora— susurró en voz baja sabiendo que la mujer no le escucharía a ese volumen

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Chifuyu esperó a que todos durmieran en la noche para intentar escapar nuevamente. Abrió la ventana con lentitud para no hacer ruido y transformándose saltó fuera. Keisuke suspiró molesto al escuchar el golpecito que se dió el animal al caer. Estiró su largo cuerpo, rasguñando el suelo bajo sus grandes patas y se puso en marcha para ir tras Chifuyu, que seguramente ya debía estar en la bodega intentando robarse algo. Pero no estaba allí. Dió vueltas por la aldea viendo si daba con él, pero no había rastro ni siquiera de su aroma. Su atención se centró de golpe en los chillidos que provenían desde el bosque aledaño. Corrió hasta allí sigilosamente y se encontró con el serval negro tratando de cazar unas gallinas que seguramente a algún granjero había olvidado.

A Keisuke le parecía realmente curioso que el serval no pudiese atrapar a ninguna ave. Sus movimientos eran torpes, inclusive parecía hasta asustado.

—Ahora entiendo porqué comenzaste a robarnos— dijo Baji después de revelar su escondite en la rama de un árbol—. Eres malo cazando.

El serval bufó mostrándole los colmillos después del gran susto que le había dado. El felino se echó en el suelo luego de que las gallinas hubieran escapado.

—No sé cómo hacerlo ¿Bien?— dijo molesto regresando a su forma humana—. Hasta hace unos cuantos meses atrás era un chico normal. Y todo se fue al demonio cuando descubrí que podía transformarme.

El pelinegro bajó del árbol de un salto, cayendo cerca del chico rubio, y se sentó a su lado.

—Mi...familia no toleró la idea que fuera un cambiaformas, por lo que me echaron de casa y de mi aldea— susurró con tristeza abrazando sus rodillas—. Pensé que si les llevaba lo que yo comería me dejarían regresar a casa... Pero estuve pensando que el problema es que quizás saben que lo que les llevo es robado. Tal vez será diferente si es algo cazado por mí mismo.

Keisuke guardaba silencio tratando de procesar toda la información que no esperaba para nada recibir. Era la primera vez que Chifuyu decía más de cinco palabras en su presencia. Dudoso, pasó su brazo por encima de los hombros del otro muchacho y lo atrajo a su cuerpo. Ni siquiera sabía si lo estaba haciendo bien de esa forma.

—¿Puedes enseñarme a cazar?— preguntó Chifuyu levantando su mirada levemente hacia donde había visto las gallinas escapar—. Te prometo que me iré de aquí y dejaré de darles problemas si me enseñas. Podré cazar y de seguro mi fami-

Sus palabras fueron calladas cuando Keisuke perdió la paciencia y levantó su rostro para poder besarlo. Chifuyu quedó inmóvil de la impresión.

—Eres desesperante— dijo Keisuke sintiéndose avergonzado y ocultando su rostro entre sus brazos.

Chifuyu abrió su boca a medida que su rostro iba colocándose más y más rojo mientras asimilaba lo ocurrido.

—Quiero otro— susurró tocando sus labios—. Eso que hiciste...quiero otro.

Keisuke descubrió su rostro encontrándose con un sonrojado Chifuyu que le miraba expectante a su respuesta.

—Bien— dijo sujetando su rostro e iniciando otro torpe beso.

Huellas [Tokyo Revengers] [omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora