Gruñón

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Seishu no alcanzó a advertirle a sus jefes no acercar sus manos al gato que los miraba sentando en el marco de la ventana. El felino les bufó después de arañarles la mano de un solo zarpazo.

—¡Fuera de aquí, gato gruñón!— gritó uno de los hombres persiguiendo al animal con una escoba.

El gato saltó a los brazos de Inui y desde allí le bufó al par de hombres.

—Que mal carácter tiene— comentó el hombre más joven mirándose la lastimada mano.

—Es un gato silvestre— dijo Seishu acariciando la cabeza del felino—. Le agrado, supongo.

Kokonoi le bufó también haciendo reír a los hombres.

En la tienda en dónde Seishu trabajaba como barrendero se habían acostumbrado ya a las visitas ocasionales del gato, a quien incluso le tenían un lugar para beber agua y comer. Pero el felino seguía siendo arisco con ellos, incluso con Inui en muchas ocasiones.

—Koko me siguió desde mi anterior pueblo— explicó un día el chico rubio luego de que le preguntaran sobre el origen del gato silvestre—. Quiere que regrese.

—¿Hablas idioma gato?— preguntó uno de los hombres usando de apoyo el palo de la escoba con la que mantenía alejado a Hajime de él.

Inui sonrió levemente viendo al animal dormir sobre una estructura alta para evitar que lo sacaran del lugar. A sus jefes ya no les molestaba su presencia puesto que había dejado de lastimarlos a ellos y a la clientela que llegaba.

—Bueno, cómo sea. Una señora le trajo un buen trozo de salmón— dijo el hombre entregándole el paquete a Inui—. Al parecer el bribón ese se ganó el corazón de aquella mujer.

Hajime levantó su cabeza y se asomó a mirar hacia abajo en cuanto escuchó que le habían dejado comida. Si había algo bueno que hacían los humanos eran las ricas preparaciones que tanto le gustaba degustar. Bajó con rapidez y de un saltó le quitó el paquete a Inui para llevárselo a su refugio en las alturas. Seishu rió al ver cómo Hajime comía con desesperación el trozo de pescado.

El pelinegro miró con asco el trozo de carne que Seishu le había entregado en un plato

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El pelinegro miró con asco el trozo de carne que Seishu le había entregado en un plato.

—¿Qué piensas que haré con esto?— preguntó sin ocultar su desagrado.

—¿Comerlo?— Seishu pasó a la cocina siendo seguido muy de cerca por Hajime.

En cuanto puso un sartén a calentar para preparar su comida, Koko echó allí el trozo de carne que le habían regalado. Seishu quedó sorprendido de su actuar. El menor le dijo que quería su carne bien cocida, mientras se dirigía de regreso a la sala. El rubio rodó los ojos.

Hajime probó su comida y sonrió feliz de que su carne hubiera quedado bien sazonada y cocida. Ni siquiera le dió las gracias a Inui, quien le miraba aún desconcertado por su reciente actitud.

—Creo que te está agradando la vida de los humanos— dijo cortando más trozos de la carne de vacuno que había preparado para Hajime—. O por lo menos parte de ella.

El pelinegro lo ignoró concentrado en su plato asegurándose que Inui no robara nada de él mientras cortaba su bistec, sujetando en su puño un tenedor. Aquello le recordaba al mayor a los niños pequeños cuando le enseñaban a comer utilizando cubiertos.

Seishu le entregó su plato con la carne ya trozada, riendo cuando Hajime se frustró tratando de utilizar torpemente su tenedor, que terminó lanzando a un lado para así comenzar a comer utilizando sus manos.

—Para ser un gato, eres bastante sucio para comer— comentó con una sonrisa burlesca.

—Y tú eres todo lo que se puede esperar de un perro— respondió con la boca llena para posteriormente echarse en ésta un puñado de arroz que sacó del plato de Seishu.

El rubio terminó entregándole su plato después de ver que el chico aún seguía hambriento luego acabar con el propio.

Mientras se prepara un nuevo platillo, vio al gato limpiarse sobre el sofá de la pequeña sala. Apagó la sartén cuando su trozo de carne estuvo listo y antes de que se diera cuenta, Hajime se había acercado sigilosamente para poder robarle la comida una vez más. Seishu golpeó la mesa con ambas manos mientras se ponía de pie, y Koko sin esperarlo tuvo al Husky corriendo tras de él. Logró atraparlo y le gruñó enfadado cuando lo tuvo entre sus patas delanteras, mostrándole los dientes. El pelinegro regresó a su forma humana sonriendo y estirando su mano para acariciar el suave pelaje del canino.

—Pensé que nunca más te vería así— dijo sin borrar la sonrisa de su rostro jugando con la cara del perro.

Seishu volvió a su forma humana con una expresión de tristeza en su rostro. Hajime abrazó su cuello y levantó su cabeza lo suficiente para poder unir sus labios a los del rubio en un beso tímido y torpe. Inui se separó y con una sonrisa limpió la comisura del menor con su pulgar diciéndole que tenía un poco de comida. Hajime rió suave.

—Hay algo que quiero preguntarte— dijo el pelinegro sin liberar al mayor.

—Si vas a pedir que regrese contigo, sabes cuál es mi respuesta— dijo Seishu apoyando su frente en la del otro.

Hajime negó con su cabeza. El chico tenía claro que no podría hacer cambiar de parecer al rubio sobre su decisión de quedarse a vivir con los humanos.

—¿Puedo...vivir aquí contigo?— preguntó sonrojándose y desviando la mirada al ver cómo los ojos de Seishu se abrían a la par.

Inui se dejó caer a su lado riendo fuerte. Hajime no sabía qué era lo gracioso en su pregunta, y antes de que se levantara y se marchara, el mayor lo sujetó de la mano atrayéndolo de nuevo hacia él. Los labios de Koko fueron capturados por los del rubio otra vez en un beso lento. El menor quedó recostado a su lado una vez que se separaron por algo de aire.

—Las puertas de mi casa siempre han estado abiertas para ti— dijo mirando el techo.

—Las ventanas querrás decir— corrigió también mirando el techo.

Seishu sonrió ya que el comentario le causó gracia.

Huellas [Tokyo Revengers] [omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora