El hombre limpiaba el cristal con esmero, debía estar todo listo para cuando consiguiera un nuevo cambiaformas con el cual continuar con la exposición. Un gruñido tras de él hizo voltearse asustado.
—¿Hola?— preguntó con voz temblorosa.
Lentamente desde un oscuro rincón apareció un gran león que gruñía feroz. El hombre intentó resguardarse encerrándose en la jaula de cristal. Rió victorioso creyendo que allí estaría a salvo, pero el animal comenzó a lanzarse contra el vidrio hasta que logró trizarlo. Continuó golpeando y golpeando hasta que el cristal cedió por completo.
—¡Por favor, no me comas!— gritó el hombre temblando en posición fetal al final de la prisión de cristales.
El león siguió avanzando y gruñendo. El hombrecillo podía sentir el aliento de la fiera resoplando cerca de él.
Emma regañó a su hermano Manjiro por haber desaparecido casi una semana. El chico literalmente había dicho que iría por cigarrillos para Shinichiro y no regresó hasta varios días después.
—¡Takemichi ni siquiera comía pensando en que lo habías abandonado, grandísimo idiota!— regañaba dándole golpes con una toalla de manos.
—Iré por él ahora. Sólo quería darle una lección a un hombrecillo malportado— dijo aguantando los golpes en su antebrazo pasando por un lado de su hermana.
Abrió la puerta de su habitación y rió viendo al zorrito asomar su cabeza por debajo de la cama. El animalito corrió chillando de la emoción corriendo y saltando a su alrededor. También de su escondite salió arrastrándose un pequeño cachorro de león. Manjiro cargó al zorrito y al leoncito que daba adorables rugiditos llamando a su madre. Takemichi lamía el rostro del rubio.
—Perdón por haberlos dejado tanto tiempo solos— dijo colocándolos sobre la mullida cama.
El zorrito se recostó panza arriba para que Manjiro la acariciara, mientras dejaba caer su lengua a un lado. El alfa veía al leoncito arrastrarse por la cama desorientado. Alcanzó a atraparlo antes de que cayera, sintiendo que el pulso pasaba a 200 latidos por minutos. Takemichi tomó al cachorro en su hocico y lo llevó debajo de la cama. Genial, ahora me odiará varios días, pensó.
Estuvo unas cuantas horas tratando de convencer al zorrito salir de su madriguera y que dejara de morder sus manos cuando intentaba sacarlo a la fuerza. Takemichi había desarrollado un fuerte carácter en cuanto salió de su antiguo pueblo, demostrando que podía defenderse incluso si Manjiro no estaba a su alrededor, cómo en la oportunidad en que atacó a Wakasa cuando éste se pasó de listo creyendo que podría tocar su cola. Quien terminó más lastimado fue Shinichiro, que se interpuso entre ambos para evitar que siguiera la pelea.
Y cuando se trataba de su cachorro, Takemichi era aún más feroz. Manjiro tocó sin querer a su hijo cuando intentaba agarrar al escurridizo zorrito, entonces desató la furia del animal. El omega le clavó los colmillos en el antebrazo con toda la intención de lastimarlo. Manjiro logró sacarlo de su escondite aún aferrado a su miembro superior. Tuvo que sujetarlo desde el cuello, pidiéndole disculpas por lo que haría, y apretó lo suficiente para hacerlo perder el conocimiento.
—Mierda— susurró viendo la piel desgarrada de su antebrazo y al zorrito inconsciente a su lado.
Shinichiro entró a la habitación corriendo, luego de haber escuchado los fuertes gruñidos de Takemichi y los quejidos de dolor de su hermano. La escena que vio fue realmente espeluznante.
—¿Lo mataste? —preguntó aterrorizado viendo al zorro tirado en el suelo y a Manjiro con las manos bañadas en sangre.
—¿Qué? ¡No! —aclaró mostrándole la herida que el zorro le había provocado.
—¿Por qué se descontroló esta vez? —preguntó tomando al animal con cuidado y recostándolo sobre la cama.
Esperaron a que el cachorro saliera solo de su escondite para cargarlo y dejarlo junto a su madre para ellos poder retirarse de la habitación e ir a hacerle las curaciones al menor.
Shinichiro quedó sorprendido del daño que el zorro había provocado en esa oportunidad. Las heridas era profundas y requerirían de puntadas.
—Fue mi culpa— dijo Manjiro con una pequeña sonrisa—. Takemichi sigue temeroso aún por lo ocurrido antes. Debe creer que puede perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Pero atacarte a ti? Eres su compañero— dijo Shinichiro encendiendo un cigarrillo mientras esperaba a que Emma apareciera y le ayudara a suturar las heridas de Manjiro.
—Él sólo vio una mano tratando de llevarse lo que más ama en este mundo— respondió.
Emma entró a la cocina tarareando una canción que se terminó abruptamente cuando se percató de la presencia de sus hermanos mayores, pero su mirada se detuvo específicamente en el antebrazo lastimado de Manjiro. Éste tuvo que aguantar no solamente las curaciones de una nerviosa Emma, sino que también tuvo que escuchar sus regaños hasta que terminó de coser sus heridas. Manjiro le agradeció por su trabajo dándole palmaditas en la cabeza. Antes de salir de la cocina le quitó el cigarrillo a Shinichiro y lo apagó contra una pared.
—Wakasa se enfadará si regresas con olor a cigarrillo a la habitación— dijo con una pequeña sonrisa.
Manjiro se encontró con Takemichi en su forma humana sentado en el borde de la cama que ambos compartían. El chico se veía realmente triste.
—Mi-Mikey— susurró conteniendo las lágrimas—. Perdón.
El rubio se sentó a su lado, manteniendo la distancia del recién nacido profundamente dormido en medio de la cama. Manjiro abrazó a Takemichi quien seguía negándose a llorar. No podía solucionar todos sus problemas llorando, o eso le decía constantemente Wakasa.
—Estabas protegiendo a nuestro cachorro— dijo dándole palmaditas en la espalda—. Me alegra saber que puedes defenderlo de cualquier peligro.
—Tú no eres un peligro— se apresuró en decir, para luego continuar—. Es sólo que...por un momento ví la mano de ese hombre, tratando de llevarse a mi bebé. Tengo recuerdos borrosos de lo siguiente que pasó, y supuse que te lastimé por la sangre que hay en la alfombra.
Manjiro no se había percatado de aquello. Miró a sus pies y rió incómodo. Tendría que limpiar esa alfombra, porque así como estaba parecía una tétrica decoración.
El bebé tras de ellos comenzó a quejarse antes de largarse a llorar. Manjiro le preguntó a Takemichi si podía cargarlo, y esto desató el llanto desenfrenado del omega. El rubio no entendía el motivo de aquello.
—Sólo cargalo y ya... No tienes porqué preguntarme— decía entre sollozos desconsolados.
"Sus hormonas tardan en regularse" recordó las palabras del médico que había ayudado con el parto del omega.
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Huellas [Tokyo Revengers] [omegaverse]
FanfictionMira por dónde pisas. Podrías dejar tu rastro y ser una presa fácil. ACLARACIÓN *Los personajes de Tokyo Revengers no son de mi propiedad. Créditos a su autor* *Juro que no habrá traumas* *Podría haber contenido +18* *La historia si es de mi autorid...