Fiebre

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Hakkai se mantenía siempre vigilando los alrededores de la casa. Ni siquiera pasaba tiempo con Mitsuya por estar de "perro guardián" cómo solía llamarle el mayor.

Las cenas se habían vuelto monótonas sin el hiperactivo chico tratando de darle de comer o enseñarle un nuevo truco que había aprendido durante el día mientras él trabajaba.

Las noches eran aún peor, pues la angustia de saber de que el hermano de Hakkai pudiese regresar a hacerle daño a éste le quitaba el sueño.

Apagó la lámpara de su mesita de trabajo cuando escuchó el aullido único de Hakkai. Con eso, el alfa le daba a entender que se encontraba bien y que fuera a dormir. Suspiró caminando hacia su habitación, en la cual encendió y apagó un par de veces la luz, para decirle que ya iba a acostarse.

Hakkai entraba a la casa cuando el sol daba sus primeros rayos de luz, pero se recostaba siempre cerca de la ventana de Mitsuya para evitar que su hermano volviese a entrar por ese lugar.

—Te dejé algo de comer en la mesa— comentó agachándose para poder acariciar su lomo y cabeza.

El lobo sacudió la cola levemente y luego cerró sus ojos para continuar con su pequeña siesta. Mitsuya ya no podía soportarlo más. El pobre chico había quedado realmente traumatizado con la visita de Taiju, y sabía que todo se debía a que le había hecho daño.

—¿Quieres acompañarme hoy a mi trabajo?— preguntó con una sonrisa amable.

El lobo se estiró hacia atrás y luego hacia delante haciendo unas caras y ruidos graciosos para Mitsuya.

—Pero sabes que no puedes ir así —.

El cánido resopló por la nariz para regresar a su manta y se recostó dándole la espalda. Bueno, por lo menos lo había intentado. Mitsuya salió de su hogar luego de darle algunas instrucciones de lo que debía hacer durante el día o sino, lo echaría a la calle una semana. Hakkai de mala gana se puso manos a la obra.

Mitsuya quitó el sudor de su frente luego de cargar unos pesados rollos de tela para comenzar a confeccionar un nuevo conjunto solicitado por una de las mujeres más ricas de un pueblo cercano

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Mitsuya quitó el sudor de su frente luego de cargar unos pesados rollos de tela para comenzar a confeccionar un nuevo conjunto solicitado por una de las mujeres más ricas de un pueblo cercano. El chico había empezado a ganar fama de ser un excelente diseñador de ropa, haciendo que una tienda especializada en el tema se acercara a él para ofrecerle un puesto allí. Mitsuya estaba tan feliz por aquella oferta de trabajo, que renunció a su antiguo empleador e inició rápidamente a confeccionar las más bellas "obras de artes", cómo solían decirle sus distinguidas clientas.

—Hoy es un día muy caluroso ¿eh?— dijo uno de sus colegas abanicándose con una paleta de telas luego de permanecer en la habitación donde Mitsuya solía trabajar, para ver si reciente proyecto.

—Ni que lo digas— respondió apresurándose en abrir las ventanas para que el aire circulara—. Me sorprende que sea un día así de cálido en pleno invierno.

Huellas [Tokyo Revengers] [omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora