s e s e n t a y c u a t r o

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uno, dos, tres, cuatro suspiros, uno seguido del otro.

hubiera sido increíble que no fueran unos suspiros tan tristes.

willy carraspea y mira de reojo a su amigo, quien está sentado a su lado y una vez más vuelve a soltar un suspiro.

—¿entonces te dejaron? —pregunta el chico de ojos rasgados—. no, porque nunca anduvieron.

escucha un quejido y enseguida se arrepiente de haber abierto la boca.

—lo siento, amigo —le da unas palmaditas al chico que tiene al lado—. me puse a pensar y... ¿no se dejaron plantados mutuamente?

samuel mira a willy, como ya cansado de escucharlo decir tantas incoherencias, se supone que lo hace para consolarlo, pero tiene el efecto contrario.

al final no pasó lo que él esperaba que pasara.

¿su rubio bonito? su rubio bonito no estaba donde dijo que estaría. ¿le dio una explicación? ninguna. ¿ha podido contactarlo? ni siquiera le llegan los mensajes. ¿samuel? el más triste del condado.

a pesar de su decepción y tristeza, aun tiene una pequeña esperanza de que rubén no le haya bloqueado. además, ¿por qué lo haría?

no sabe absolutamente nada, no entiende absolutamente nada.

—piensalo, él te citó y se fue antes, pero te tomaste tu tiempo y él pensó que lo dejaste plantado, ¿entiendes? ¿quién será el culpable?

—¡no me tomé mi tiempo! —casi grita el pelinegro.

—eso díselo a rubén —le da otras palmaditas en la espalda.

¿será de verdad willy de ayuda?

samuel se pone a pensar acerca de su vida amorosa, donde le va malísimo, le va mejor en el uno y eso que siempre se queda como con 40 cartas.

quizás esté destinado a fallar una y otra vez en el amor, hasta que se dé cuenta que lo suyo es trabajar leyendo cartas del tarot en un callejón bastante sospechoso o vender cobertores en la feria.

o a lo mejor está pensando de más, a lo mejor esa llamada fue una ilusión suya por no comer suficientes frutas y verduras, quizá cambió de universo o a rubén le mordió un perro en lo que le esperaba.

no lo sabe y le frustra no saberlo.

ahora mismo no tiene la más mínima idea de qué hacer, y aunque la tuviera, no podría hacerlo porque siempre va a haber algo que lo impida; porque desgracia es su segundo nombre.

escucha timbrar su celular y lo enciende como un rayo, todo este tiempo lo ha tenido entre sus manos.

samuel mira la pantalla de su móvil con una cara seria y no despega su vista por unos largos segundos. mientras que su mejor amigo le mira con curiosidad.

—¿qué? ¿qué es? —pregunta cuando nota que el el rostro del otro se relaja un poquito.

el más alto se pone una mano en la frente y luego mira hacia arriba, reprimiendo un grito.

—saldo insuficiente dice.

willy se traga su risa y cualquier broma estúpida que pudiera poner peor a su amigo. no es el momento, no más, se dice.

—ouh —es lo único que logra decir.

quizás Samuel sí sea el único culpable de todas sus acciones, pudo haber hecho cosas muy malas en otras vidas. digo, no te ponen desgracia trás desgracia sólo porque sí.
tal vez él en otra vida pateaba perros callejeros, le jalaba la cola a los gatos, empujaba abuelitas o se robaba las limosnas.

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